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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que calla el Ministerio del Trabajo

Decirle no a la reforma laboral planteada desde el punto de vista del trabajador es un absurdo. Decirle sí a la reforma laboral desde la perspectiva del empresario resulta complicado

La ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, en la marcha del Primero de Mayo de 2023, en Bogotá.
La ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, en la marcha del Primero de Mayo de 2023, en Bogotá.Diego Cuevas

¿Quién como empleado de una empresa, la que sea, no quisiera tener mejores ingresos, más beneficios, y sobre todo una compensación justa cuando se trabaja mientras la mayoría descansa? ¿Quién como trabajador no quisiera tener más y más garantías de no perder su trabajo de un día para otro? Estas dos preguntas son columna vertebral de las premisas que componen la reforma laboral que empieza a discutirse en el Congreso. El Gobierno la tiene fácil en términos de respaldo popular creando un escenario dicotómico en donde el empleador es el malo de la película y el empleado es víctima de un sistema que solo explota a la clase trabajadora.

¿Que los salarios en Colombia son bajos? Sí. ¿Qué hace más de 20 años a los colombianos nos quitaron unos beneficios en horas extras y que estos deberían recuperarse? Sí. ¿Qué los empresarios deberían ser más solidarios con sus trabajadores? Es probable, aunque hay algunos que ya lo son. Decirle no a la reforma laboral planteada desde el punto de vista del trabajador es un absurdo. Decirle sí a la reforma laboral desde la perspectiva del empresario resulta complicado. Es un asunto de cálculo que el Gobierno sabe bien que los trabajadores no se detendrán a hacer, pero es innegable que como resultado la sostenibilidad de algunas empresas se puede afectar.

Pero más allá de la reforma laboral que, insisto, tiene muchos puntos válidos y necesarios, es urgente hablar de lo que calla el Ministerio del Trabajo. ¿O acaso no se han puesto a contar la cantidad de veces que la ministra o el viceministro de Trabajo escurren el bulto cuando se les pregunta sobre formalización del empleo? ¿Será que el Gobierno Petro tendrá que crear un Ministerio del Trabajo Informal para que alguien le ponga cuidado a ese problema que de resolverse podría ayudar a darle un nuevo dinamismo a nuestra economía?

El Gobierno saca pecho y se enorgullece de una tasa de desempleo que poco a poco ha ido descendiendo, ubicándose justo encima del 10%. Pero decir que hay una mayoría de personas ocupadas es un sofisma cuando se mira en detalle y se nota que del total de trabajadores más del 55% están en el trabajo informal. En pocas palabras, la tan anhelada reforma laboral nada le va a cambiar a más de la mitad de los colombianos que están hoy trabajando. No habrá horas extras, ni dominicales para ellos. No habrá estabilidad reforzada, ni sindicatos poderosos. No habrá ningún cambio. Seguirán trabajando a destajo, con ingresos inestables, sin garantía de pensión digna, sin vacaciones, sin derechos laborales.

Mejor no hablemos de porcentajes, hacer eso es bastante gaseoso y no le pone peso al drama real que enfrentan aquellos que están en la informalidad. Si tomamos como base el último reporte del DANE sobre empleo, en Colombia hay más de 12.600.000 personas trabajando en las condiciones antes mencionadas. ¿Y de eso no se habla? ¿Para eso no hay solución? ¿No son aquellos que están en la informalidad los más vulnerables? Extraño que un Gobierno que dice trabajar para los más débiles escape de este debate.

Vale la pena recordar que recién llegó a la Presidencia, Gustavo Petro lanzó una defensa a los vendedores ambulantes porque perseguirlos era afectar el ingreso de un hogar. De acuerdo. Pero valdría la pena preguntarse si más allá de esa protección no se ha pensado en un necesario proceso de formalización. Eso les cambiaría la vida a ellos y mejoraría los ingresos del Estado. Pero de eso no se habla.

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