Cae El Tío, el paramilitar que sembró el terror en Soacha: “Los niños buenos se acuestan temprano. A los malos los acostamos nosotros”
La Fiscalía captura a Luis Alfonso Salamanca, señalado como el cabecilla del temido Bloque Capital de las AUC, que hace 20 años aterrorizó al municipio vecino de Bogotá
El hombre que ordenó más de 30 asesinatos y lideró el grupo paramilitar que sembró el terror en Soacha a inicios de los años 2000 luce hoy como un anciano pensionado. Vestido con sudadera, gorra y tenis deportivos, Luis Alfonso Salamanca, alias El Tío, fue capturado este lunes por la Fiscalía, más de 20 años después de haber impuesto un violento régimen, que mató y desplazó a decenas de jóvenes en el municipio vecino a Bogotá.
El Tío es señalado de haber sido el jefe del temido Bloque Capital, la fracción de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que se instaló en el sur de Bogotá y persiguió a jóvenes, a trabajadoras sexuales, a consumidores de drogas y a habitantes de la calle bajo la sanguinaria modalidad de “limpieza social”. La Fiscalía le ha capturado como presunto responsable de 34 homicidios.
Tras la desmovilización de las AUC en 2006, Salamanca logró esquivar la justicia haciéndose pasar por comerciante. Envejecía tranquilamente, hasta que varios exparamilitares empezaron a señalarlo en sus declaraciones a la Ley de Justicia y Paz. Según la Fiscalía, El Tío, pagaba 400.000 pesos por cada homicidio. “En el curso del proceso se acreditó que las víctimas correspondían a personas señaladas de estar vinculadas a actividades delictivas, habitantes y líderes comunales que tenían ideas contrarias a los grupos paramilitares”, anunció la Fiscalía al informar de su captura este lunes.
Los hechos por los que Salamanca ha sido detenido recuerda un capítulo que ha sido reseñado por el Centro de Memoria Histórica (CMH) como uno de los más cruentos de la violencia paramilitar en Bogotá. A inicios de los años 2000, Soacha tuvo que empezar a acostumbrar a vivir bajo el orden que pretendían instalar los paramilitares declarando objetivo militar a quienes ellos catalogaran de “viciosos”, “bazuqueros” e “indeseables”. Con la llegada del Frente Capital comenzaron a aparecer panfletos y grafitis que, todavía hoy, recuerdan los habitantes de Ciudad Bolívar y Soacha. El lema común era: “Los niños buenos se acuestan temprano. A los niños malos nosotros los acostamos”, reseña el CMH.
El frente paramilitar que lideraba El Tío, según la Fiscalía, impuso toques de queda, que afectó principalmente a las generaciones jóvenes. “No podían estar en la calle después de las ocho o nueve de la noche, so pena de ser asesinados o desaparecidos. Los patrullajes nocturnos y las desapariciones de jóvenes a pleno día fueron también parte de este conjunto de prácticas”, ha documentado el Centro de Memoria. “La limpieza social instaurada por el Frente Capital se caracterizó por asesinatos y desapariciones, antecedidos de intimidaciones y patrullajes nocturnos. Las olas de violencia en los barrios periféricos dejaron como resultado una alta cuota de personas asesinadas y desaparecidas, muchas veces a la luz del día y a plena vista. Habitantes y paramilitares reconocieron que muchos sectores aledaños a Ciudad Bolívar y Soacha se convirtieron en fosas comunes porque así podrían borrar cualquier evidencia”.
Los testimonios que ha recogido el CMH evidencian una violencia que se ensañaba con los más débiles y desplazó a decenas de familias. “Encontrarse un muerto era normal. Lo más duro fue que un día hicieron una limpieza y mataron mucha gente muy joven, mataron niñas embarazadas; creo que fueron más de quince jóvenes que mataron”, dice la declaración de una mujer al CMH.
Los vestigios de la violencia paramilitar se sienten en Soacha, más de dos décadas después de que las AUC instalaron el terror entre la población. El año pasado fueron asesinadas al menos 132 personas y este año van 29, según la Fundación Paz y Reconciliación. Isaac Morales, coordinador de convivencia y seguridad ciudadana de esta organización, dice que aunque se han “transformado”, las prácticas propias del paramilitarismo siguen presentes. “Hay una herencia del paramilitarismo, en la que se elimina al que piensa distinto. Hay acciones relacionadas con el microtráfico y el narcomenudeo que están siendo controladas por organizaciones con esa herencia paramilitar”. Morales habla de los “brazos urbanos” de grupos armados como el Clan del Golfo o Los paisas o Los Camilos, que controlan economías ilícitas a punta de extorsiones y homicidios a sueldo.
Los jóvenes han sido las principales víctimas de la violencia que allí instalaron las AUC y que persiste hasta ahora. Las ejecuciones extrajudiciales, por las que aún hoy se reclama verdad y justicia, marcaron uno de los peores momentos de la historia reciente del país. Decenas de jovencitos fueron engañados con falsas promesas de trabajo y asesinados y presentados ilegítimamente por el Estado como bajas en combate, sin que hasta ahora haya habido justicia. En Soacha fueron 19 casos, en todo el país 6.402 entre 2002 y 2008, durante los gobiernos de Álvaro Uribe. “El país tiene una deuda histórica con los jóvenes que fueron ejecutados, pero también con los que fueron reclutados forzosamente y quienes fueron víctimas de la llamada ‘limpieza social”, opina el analista, para quien la captura de alias El Tío podría ser una oportunidad para saber la verdad de lo que ocurrió a inicios de los años 2000 en Soacha y responder a la pregunta que sus pobladores se hacen desde hace tantos años: “¿Quién dio la orden?”.
“El alcance de la captura de El Tío depende de qué tanto pueda aportar a la reparación de las víctimas con la verdad, ya que ese ha sido uno de los grandes vacíos del sistema de justicia al que se sometieron los exparamilitares”, señala el investigador que habla de la impunidad que ha habido frente a la responsabilidad de grupos políticos y económicos en la violencia ejercida por las AUC. La detención Luis Alfonso Salamanca es una prueba para el sistema de justicia ordinaria, que tiene en sus manos la posibilidad de desvelar quiénes estuvieron involucrados en los asesinatos selectivos y el régimen del terror que hace dos décadas azotó a Soacha, a menos de diez kilómetros de la Casa de Nariño.
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