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Los fotógrafos musicales reconstruyen la memoria del rock colombiano

La exposición ‘Rapsodia Nacional’ en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño reúne a 10 artistas para plasmar la diversidad de un trabajo-afición que no suele exhibirse en galerías

Fotógrafos colombianos
Los fotógrafos colombianos, de izquierda a derecha, Camilo Báez, David Micolta, Alejandra Mar, Camilo Rozo, Juan Felipe Rubio, Lina Botero y Lina Rozo.Sophia Carter
Lucas Reynoso

Alejandra Mar ama ir a un concierto y ver a los aficionados que gritan, lloran y sudan. Su perspectiva visual como fotógrafa hace que aprecie a las multitudes, a las personas pegadas a las vallas tras días de espera. Para ella, su trabajo es un acceso privilegiado a su otra gran pasión: la música. Retrata hace años la memoria de los conciertos y por eso está emocionada con Rapsodia Nacional, una exposición en Bogotá que rompe la rutina de fotógrafos que usualmente no exhiben sus trabajos. Ella y nueve compañeros buscan narrar, juntos, 15 años del rock colombiano.

La fotógrafa musical tiene 30 años y casi siempre ha trabajado para medios. A veces es difícil porque siente que el personal de logística la subestima por ser una mujer joven. “¿Usted para dónde va, niña con cámara?”, le dicen. Pero le encanta su trabajo, sobre todo “el foso”, como se le llama al espacio desde el que los reporteros retratan a los cantantes. Desde allí, ella y sus compañeros sienten la presión de reflejar las emociones de un concierto completo a través de las únicas tres canciones a las que tienen acceso. Después, ya se alejan de las estrellas y se suman al público aficionado.

El trabajo implica moverse rápido y buscar ángulos de un lado al otro. Un concierto necesita un poco de todo: el público importa, así como también las panorámicas y los detalles. Por eso, quizá, Alejandra resalta una foto alejada del foso como una de sus favoritas. Allí, se observa al grupo colombiano Los Petitfellas, que toca rodeado de un público que levanta los brazos con pasión. Una mano tapa la “P” de un cartel de la banda, sin impedir que se lea el nombre. Para Alejandra, el gesto simboliza la unión de los artistas y el público.

No obstante, el acceso privilegiado que sueñan los demás aficionados también tiene límites. Los cantantes no son fáciles; mantienen la distancia y no quieren desconcentrarse. Así lo explica David Micolta, de 40 años, que señala que no hay que asumir que estén acostumbrados a ser retratados. “Nacieron para ser músicos, no modelos o portadas de revistas”, dice. Por eso no extraña tanto su tiempo como reportero gráfico en prensa, cuando el privilegio estaba limitado a las tres canciones del foso. Ahora, disfruta más con trabajos que otorgan un poco más de acceso, como los contratos de promoción con artistas o con las empresas que organizan festivales.

Rapsodia Nacional
La exposición ‘Rapsodia Nacional’ reúne a 10 artistas para plasmar la diversidad de un trabajo-afición, en Bogotá, el 25 de enero de 2023.Sophia Carter

Retratar “la intimidad” del artista tras bastidores es la ambición de todos. Los fotógrafos saben que siempre ven al personaje, no a la persona detrás. Pero de todos modos insisten en acercarse lo más posible. Por eso a Alejandra le encanta Camilo Báez, un fotógrafo de 27 años que resalta por capturar estos momentos. Señala un retrato de la cantante colombiana Mabiland, durante un concierto en Bogotá. Se ve cómo disfruta del momento, con una sonrisa exultante y una inclinación hacia atrás de su cuerpo. Está en blanco y negro. Y no por edición, sino por un juego de contraluces que contrasta la oscuridad de los telones con los reflejos en la piel negra de la cantante.

Camilo ahora sigue a Fonseca, un cantautor que mezcla ritmos folclóricos colombianos con varios géneros. No es su artista favorito en términos musicales, pero trabajan bien juntos. Tanto que Camilo todavía disfruta la vida sacrificada de las giras, de viajes constantes y de un ritmo acelerado sin horarios fijos. Reconoce, sin embargo, que algún día quiere volver a trabajar con bandas. Son un desafío que implica valorar a más personajes, con contrastes marcados en sus personalidades.

Rapsodia Nacional reúne a Alejandra, David, Camilo y otros siete fotógrafos que quieren revivir los conciertos. El líder es Camilo Rozo, un fotógrafo de 51 años que se describe como “músico frustrado” y que resalta en el grupo porque es uno de los únicos que tiene experiencia en otras temáticas más allá de la música. Parte importante de la revista Rolling Stone en Colombia, ha colaborado con EL PAÍS en todo tipo de reportajes. Para él, sin embargo, la fotografía musical mantiene un lugar especial por ser la combinación de sus dos pasiones. “No queremos vivir de esto, sino en esto, cerca de lo que les gusta a nuestros oídos”, enfatiza.

La idea de la exposición ha sido mostrar el auge de la música colombiana, que los fotógrafos han visto crecer junto a ellos. Camilo Rozo explica que en su juventud se despreciaba lo local, pero que ahora ha triunfado en el mundo con artistas internacionales como Shakira o Carlos Vives. No solo el rock, sino también las diversas fusiones de ritmos que siempre caracterizaron al país y que después se exportaron a través de la diáspora. Rapsodia Nacional, que se inauguró el miércoles, retrata 15 años a través de 75 fotos: desde la granizada en Rock al Parque en 2007 hasta el Estéreo Picnic pospandémico de 2022. La selección, con la curaduría del periodista cultural Eduardo Arias, puede visitarse hasta el 24 de febrero en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA).

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.

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