El sigiloso jeque aliado de los Gilinski
En su pulso por hacerse con el control del GEA, el clan de banqueros colombianos cuenta como socio estratégico a un cinturón negro de Jiu-Jitsu y miembro de una de las familias más ricas del mundo
Pragmático, perspicaz y analítico. Son tres de los adjetivos que más se repiten al describir al jeque Tahnoon bin Zayed Al Nahyan, el socio emiratí con el que el clan de banqueros Gilinski viene intentando hacerse con el control del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). Para un mercado tan poco turbulento como el colombiano, se trata, sin duda, de una de las batallas empresariales más agitadas en las últimas décadas. En poco más de un año se han desembolsado unos 2.500 millones de dólares a través de ocho OPAs marcadas por las tretas internas, la desconfianza, y la sombra de un poderoso jeque de 52 años, y miembro de la familia más rica del mundo, según el índice de billonarios de Bloomberg.
Hasta hace poco una figura poco conocida, Tahnoon bin Zayed, cinturón negro de Jiu-Jitsu brasileño, se ha erigido ahora en el poder sigiloso dentro de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), una monarquía federal fundada en 1971 por siete monarquías absolutas que atesoran el 6% de las reservas probadas mundiales de petróleo. Además de dirigir los servicios de inteligencia del país, Zayed encabeza las juntas directivas de las tres compañías que han lanzado ofertas públicas por las empresas bandera del denominado GEA: Reem Investments, International Holding Company (IHC) y el First Abu Dhabi Bank (FAB).
Para Kirsten Fontenrose, exdirectora del Consejo de Seguridad Nacional para el Golfo durante la administración Trump, resulta complejo hallar a otro jerarca tan poderoso en la región, según admitió en declaraciones al Financial Times. Pero al margen del orden jerárquico oficial, donde ocupa el cuarto renglón, son varios los analistas que no dudan en ubicarlo solo por debajo de su hermano mayor, el actual presidente del país, Mohamed bin Zayed.
Su ascenso, afirma un veterano corresponsal en Medio Oriente, se debe a una inusual destreza para desenvolverse como ministro y empresario. Una amalgama de billonarios negocios con operaciones clandestinas a favor, supuestamente, de la seguridad del país. El experto en Oriente Medio Christopher Davidson admitió, en declaraciones públicas, que el rótulo de “consejero” de Seguridad Nacional de su país se queda corto para las pautas occidentales: “su trabajo consiste en hacer inteligencia en el exterior, contraterrorismo y labores de vigilancia doméstica”.
Sobre el enlace con los Gilinski, cuya fortuna asciende a unos 4.900 millones de dólares, se conoce que viene de hace más de una década. Probablemente, aseguran algunos, de conexiones forjadas en los días en que el octogenario Isaac, el patriarca de la familia, fungía como embajador en Israel bajo el Gobierno del conservador Álvaro Uribe (2002-2010). Hoy son diversos los lazos comerciales que los unen, como el proyecto de transformación de la antigua base de la Fuerza Aérea panameña de Howard en un enclave urbano y comercial.
En Colombia, la ambición emiratí se ha centrado en las acciones del grupo alimentario Nutresa, del cual tan solo lograron arañar el 7,71% en una puja celebrada en noviembre pasado. El economista de la universidad de Stanford Javier Mejía desgrana las motivaciones tras la multilatina paisa: “le han apostado a mercados emergentes desde hace más de una década para ampliar su operación y a la vez adquirir acciones clave en el sector de la seguridad alimentaria, o de tecnología agrícola, que son de su interés debido a las condiciones áridas y desérticas del país los obliga a depender de las importaciones”.
En opinión de Mejía, la fase de negociaciones y ofertas públicas ha concluido y pronostica así mismo un 2023 de litigios. Queda en el aire qué sucederá con el 30,71% de acciones que la coalición colombo/árabe había adquirido en dos opas ejecutadas a través de Nugil, otra sociedad de la familia de millonarios caleños donde la realeza emiratí tiene inversiones.
Lo cierto es que un artículo publicado en el diario El Colombiano de Medellín señalaba en septiembre que la opacidad bajo la que se mueve el jeque Tahnoon bin Zayed ha condicionado, posiblemente, la decisión de miles de accionistas del GEA reacios a vender sus acciones: “teniendo en cuenta la relevancia que las empresas paisas le dan a los criterios ASG (ambientales, sociales y Gobierno corporativo)”.
Un panorama que no resulta casual para Andreas Krieg, profesor asociado del King’s College de Londres. Según el académico, dentro de sus operaciones económico/militares, TbZ se ha apoyado “en una amplia red financiera, con capitalizaciones bursátiles masivas, y sociedades de papel que, entre otras, han facilitado la evasión de sanciones económicas impuestas a países como Rusia e Irán”.
Agrega que algunas de ellas se han visto vinculadas incluso a “ventas ilícitas de petróleo, diamantes y oro a países occidentales”. Por su parte, en 2020 el Departamento del Tesoro, y el Departamento Estado estadounidense señalaron al príncipe como responsable tras una serie de transacciones bancarias que sumaban hasta 200.000 dólares y tenían como destinataria final las cuentas de una sobrina del dictador sirio Bashar al-Ásad.
Igualmente vidriosos han resultado los líos de empresas de tecnología cuyos vínculos con el príncipe están bien documentados. En 2019 el New York Times publicó una investigación donde se detallaban las falencias de seguridad de la aplicación de mensajería TokTok, desarrollada por al menos tres compañías ligadas al grupo empresarial de TbZ (como la tecnológica G42, con sede en Abu Dabi, la capital de EAU). Un boquete negro que, según el diario estadounidense, dejaba grandes dudas en torno al uso de datos de usuarios por parte de una empresa conformada por una maleza de accionistas vinculados a distintos gobiernos y al mundo de la “ciberinteligencia y ciberseguridad”.
La aplicación fue eliminada de las tiendas digitales de Google y Apple. Un año más tarde, el proyecto de investigación Pegasus, integrado por un consorcio de diarios como The Guardian, reveló que sectores del Gobierno de los Emiratos Árabes estuvieron relacionados con los seguimientos ilegales a más de 400 ciudadanos británicos a través de un virus virtual, o malware, para móviles diseñado por la tecnológica israelí NSO.
El diario inglés apuntaba: “Los EAU se han convertido velozmente en una ciber potencia cuya poderosa capacidad de vigilancia está controlada por la familia de su gobernante, Sheikh Mohamed bin Zayed, y en particular su hermano, el Consejero de Seguridad Nacional Sheikh Tahnoon bin Zayed”.
Para completar, Amnistía Internacional también ha estado al frente de investigaciones y denuncias contra el jeque y su familia. De su hermano Mansour bin Zayed, por ejemplo, se han publicado informes que evidencian la instrumentalización del equipo de fútbol Manchester City, actual campeón de la primera división inglesa adquirido por MbZ, para lavar la imagen del país árabe y su monarquía. Una maniobra similar adelantó Tahnoon bin Zayed al publicitar a Abu Dabi como sede de una suerte de olímpicos de artes marciales mixtas.
Por su parte, un extenso informe de Human Rights Watch sacó a flote la forma de operar de holdings como IHC, que ha participado en las opas por Nutresa, para contratar hasta 270 mercenarios sudaneses, con intermediación de la nebulosa compañía de seguridad estadounidense Black Shield, con el fin de combatir en Libia junto a milicias rebeldes libias afines a los intereses del Golfo.
(De hecho, es sabido que soldados retirados colombianos han sido reclutados desde hace años por empresas de seguridad, como Academi —antes Black Water—, para vigilar las fronteras y los campos petroleros de los emiratos).
Hoy todos los indicios apuntan a que el camino para que el asalto al GEA llegue a buen término se antoja largo y farragoso. A la volatilidad de la economía mundial, se suman las notables grietas dejadas por la pandemia en Colombia. La larga espera pondrá a prueba la paciencia de un experto en artes marciales con una fortuna familiar de 300.000 millones de dólares.
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