Alejandro Gaviria: “No me gusta que me llamen intelectual, no lo soy”

El ministro de Educación destaca que el gabinete de Gustavo Petro es una alianza de fuerzas políticas diferentes unidas para responder a las demandas sociales

Alejandro Gaviria, ministro de educación del gobierno de Gustavo Petro durante entrevista para EL PAÍS en su despacho en Bogotá, el 23 de noviembre del 2022.Diego Cuevas

Cuando lanzó su fallida candidatura dentro de la coalición del centro político, a mediados del año pasado, Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 56 años) recordó en su discurso que antes que presidente quiso ser escritor. El actual ministro de Educación del Gobierno de Gustavo Petro vuelve a su faceta de autor, ...

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Cuando lanzó su fallida candidatura dentro de la coalición del centro político, a mediados del año pasado, Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 56 años) recordó en su discurso que antes que presidente quiso ser escritor. El actual ministro de Educación del Gobierno de Gustavo Petro vuelve a su faceta de autor, un terreno en el que se siente cómodo, con No espero hacer ese viaje, un libro sobre las conexiones del escritor austriaco Stefan Zweig con Colombia que presenta este fin de semana en la FIL de Guadalajara. A pesar de haber publicado otros seis títulos, algunos muy celebrados por la crítica, a este economista y académico la palabra intelectual le sigue pareciendo antipática. “No me gusta que me llamen intelectual, no lo soy”, dice a EL PAÍS en su despacho, en medio de libros y libretas que ahora suele llenar con anotaciones en medio del consejos de ministros.

–¿Y entonces cómo se definiría?

–En el fondo tal vez hay una continuidad en mi vida: profesor, o educador, esa me parece una definición. Y también soy un político hoy en día.

–¿Ya no le huye a esa etiqueta?

–No, ya lo asumo con responsabilidad, con plena conciencia de lo que significa. Un político, no en un sentido peyorativo, pero que tiene una preocupación fundamental por lo colectivo y por el cambio social en este momento.

Gaviria ya había sido ministro de Salud durante seis años en el Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018). Su legado incluyó reducir los precios de medicamentos, reglamentar el cannabis medicinal y suspender las fumigaciones aéreas para erradicar cultivos de coca con glifosato, un herbicida potencialmente cancerígeno. Renunció a su puesto como rector de la Universidad de Los Andes para buscar llegar a la Casa de Nariño. Petro lo consideraba el “más inteligente” entre sus rivales, a pesar de que sus ideas liberales chocaron en más de una ocasión con las del hoy presidente.

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Su aspiración se desinfló. Después de que naufragó sin remedio la coalición de centro, se rebeló ante lo que califica como “antipetrismo irracional” y pidió votar al líder de izquierdas en la segunda vuelta por considerarlo la opción de cambio “más responsable, institucional y liberal”. Desde antes de posesionarse, Petro lo designó ministro de Educación, un sector que considera prioritario. Entre otras, el Gobierno se propone que 500.000 jóvenes más ingresen a la educación superior en este cuatrienio.

“La Paz y la educación son un solo proyecto. Desde ese punto de vista, el gran Ministerio de la Paz es el Ministerio de Educación”, escribe el novelista Mario Mendoza en el prólogo de No espero hacer ese viaje. Es una frase que impone algo de responsabilidad, pero lo siento así de dos maneras. Una es que la educación, en su tarea de generación de oportunidades, ofrezca esperanzas e ilusiones, eso es fundamental para la paz. Y también ese ideal de la educación para la convivencia, para la reconciliación. Las escuelas, colegios y universidades como ámbitos en los cuales se respeta el debate público, en los cuales se construyen ciudadanos”, apunta Gaviria. “Sí, en el fondo la educación y la paz son un solo proyecto”.

Pregunta. Al comienzo de su gestión, el informe final de la Comisión de la Verdad aterrizó en los colegios. ¿Le sorprendió la resistencia que esa idea despertó en algunos sectores?

Respuesta. Me sorprendió bastante. Se volvió parte de una discusión política polarizada, cuando los ejercicios que se estaban haciendo en esta idea de ‘La escuela abraza la verdad’ eran básicamente políticas de convivencia con las que nadie podía estar en desacuerdo. Pero después vi que el pasado es un cuadrilátero, y que esa disputa por el pasado, por los relatos de dónde venimos y para dónde vamos, hace parte de la política.

P. ¿El informe de la Comisión de la Verdad se debe enseñar en los colegios?

R. Yo creo que sí. Hay que lidiar con ese pasado terrible, tratar de responder colectivamente esa pregunta que hizo Pacho de Roux [el presidente de la Comisión] y es qué diablos nos pasó. Masacres, tras masacres, tras masacres, y nos fuimos convirtiendo todos en insensibles. Mi ciudad, Medellín, cuando yo estaba creciendo y terminaba mi universidad, perdió incluso la capacidad de contar sus muertos. De alguna manera nuestra historia está ligada a ese conflicto. Tenemos una historia que contar. Hablar de eso, conversarlo, evitar la repetición, es algo que tiene que hacer el sector educativo.

P. Acaba de lograr que las universidades privadas moderen el aumento de las matrículas. ¿Eso debería bastar para evitar una deserción masiva?

R. No. Las universidades van a tener que estar muy pendientes y ofrecer auxilios adicionales para aquellos estudiantes o familias que enfrenten problemas económicos graves el año entrante. Creo que las universidades son conscientes de que esto no es suficiente. Ahora, tampoco estamos esperando una deserción masiva, pero sí puede haber un aumento en la deserción. Todo dependerá también de lo que pase con la economía el año entrante. Estamos en un momento, y lo digo como economista, en el que hay mucha incertidumbre.

El ministro de Educación Alejandro Gaviria durante la entrevista con EL PAÍS.Diego Cuevas

P. Estamos durmiendo en la cima de un volcán, hay demasiada insatisfacción y sería mejor tener una “explosión controlada” con Gustavo Petro que embotellar el volcán, dijo en una frase que se hizo famosa en plena campaña. Ahora que ya llevamos algo más de 100 días, ¿cómo califica el cambio que ha representado el Gobierno?

R. Esa frase tenía un contexto, y eran las movilizaciones de mitad del 2021. Esta época de locura, de demandas sociales insatisfechas. Protestas sociales que se multiplicaban aquí y allá, y yo imaginaba un próximo Gobierno sin legitimidad, lo que eso podría significar en temas de conflictividad social. Intuía lo que ocurrió: había llegado la hora en Colombia de un Gobierno alternativo, distinto. Estamos ante un experimento interesante. Hay un aspecto que no ha sido resaltado suficientemente, y es que el gabinete –o el Gobierno– es una alianza de fuerzas políticas diferentes, unas progresistas y otras a las que yo pertenezco, más liberales, todas unidas por esa defensa de la democracia y por la necesidad de responder a esas demandas sociales.

P. ¿Qué le preocupa en ese nuevo panorama?

R. Con la educación me siento tranquilo, pues casi en todos los temas hay unidad de criterio con el presidente. En otros temas yo tengo algunas inquietudes por mi experiencia, por lo que he estudiado, por lo que conozco. Hay una demanda social de algunos sectores políticos a que yo salga a hablar de todo, pero he dicho que yo hablo en público de educación, y los demás los tramitamos internamente. Me parece que es lo responsable.

P. ¿No piensa pronunciarse sobre la reforma al sistema de Salud, la cartera que ocupó tantos años?

R. Antes de la segunda vuelta, le mencioné el tema al presidente Petro, de manera insistente. No lo he vuelto a hacer, pero creo que llegará el momento el año entrante. Yo he sido el ministro de Salud que más ha durado en la historia de Colombia, y tengo la responsabilidad de expresar mi opinión, con candidez y respeto.

P. Usted se convirtió en el rostro más liberal del gabinete de Juan Manuel Santos, ¿es ahora el más centrista en el de Petro?

R. Quizás el más centrista en este momento no he sido yo, pues el que ha dado los debates es el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo. En ese sentido, él es quien ha tratado, desde la perspectiva de la responsabilidad fiscal y lo que puede o no puede hacerse, de dar ese debate. Entendido el centro como la práctica cotidiana de la idoneidad cuando se gobierna.

P. ¿Piensa volver a buscar una candidatura presidencial?

R. No espero hacer ese viaje (risas).

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