María Ángela Holguín: “El cerco diplomático de Duque no sirvió para nada”
La excanciller, pareja de Sergio Fajardo, habla de la campaña presidencial, analiza la política exterior del actual Gobierno y las relaciones rotas con Venezuela
María Ángela Holguín (Bogotá, 58 años) ha ocupado más que nadie en la historia reciente de Colombia el despacho del Palacio de San Carlos, una construcción del siglo XVI que sirve como sede de la Cancillería en el centro de Bogotá. Al final de una larga carrera diplomática, fue la ministra de Relaciones Exteriores durante los dos mandatos de Juan Manuel Santos, entre 2010 y 2018. Después de haber sido embajadora en Caracas y ante Naciones Unidas, recibió la cartera cuando las relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez y el Ecuador de Rafael Correa estaban destrozadas, luego del Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2018).
Además de haber logrado recomponer los lazos con los vecinos, en medio de altibajos, como jefa de la diplomacia colombiana fue negociadora en La Habana de los acuerdos de paz con la extinta guerrilla de las FARC. El año pasado publicó el libro La Venezuela que viví (Planeta), una suerte de memorias de la agitación en la que navegó durante su carrera diplomática. Holguín es también desde hace tres años la pareja de Sergio Fajardo, el candidato de la Coalición Centro Esperanza en las presidenciales del 29 de mayo. El fin de semana lo acompañó en Cúcuta, la principal ciudad colombiana sobre una porosa frontera de más de 2.200 kilómetros.
Aunque ya se había dejado ver sonriente el mes pasado en otros eventos de campaña junto al exgobernador de Antioquia, su presencia hasta ahora ha sido discreta. Lo explica en esta entrevista en EL PAÍS, en la que fustiga la política exterior del presidente Iván Duque y el ‘cerco diplomático’ que promovió contra el Gobierno de Nicolás Maduro. “No sirvió para nada”, valora en su apartamento de Bogotá, decorado con obras de arte que incluyen artistas venezolanos y cubanos que recuerdan su paso por Caracas y La Habana.
Pregunta. Acaba de regresar de Cúcuta. ¿Qué encontró en esa frontera con Venezuela que tanto marcó su carrera como diplomática?
Respuesta. Me impresionó la necesidad imperiosa de que los puentes [binacionales] se abran, más que nunca. Estos cuatro años de esos puentes cerrados ha sido una catástrofe para Cúcuta. En términos económicos, de la ilegalidad por todos lados. Los empresarios y la gente del común piden a gritos que por favor los abran, que dejen que la gente pase y que las trochas no sean el horror que son hoy en día. La situación es dramática porque no hay autoridad de ningún lado. Me impresionó también el grado de informalidad de Cúcuta, que está unido con esa ausencia de comercio. La frontera entregada a la criminalidad.
P. Con usted al frente de la Cancillería, Colombia recompuso en su momento las relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez. Ahora están completamente rotas. ¿Cómo debe lidiar el próximo presidente de Colombia con el gobierno de Nicolás Maduro?
R. Hay que establecer canales de comunicación. Hay temas en los que seguramente se puede trabajar porque ellos también están interesados en que la frontera no sea el caos que es hoy en día, de criminalidad, contrabando y asesinatos. Es un punto en que se puede trabajar sin necesidad de un reconocimiento a un gobierno al que desde mayo de 2018 hemos dicho que no reconocemos. De todas maneras, empieza a haber una cierta transición en Venezuela, con el acercamiento de Estados Unidos ya van a flexibilizar ciertas sanciones.
P. Ni siquiera en los peores momentos de las relaciones entre Colombia y Venezuela habían estado cerrados todos los consulados
R. Nunca. Ninguna relación de frontera, por más difícil que sea, es lo que tenemos hoy, en ninguna parte del mundo. Hasta entre los americanos y los cubanos siempre hay canales de comunicación. A lo que llegó este gobierno es realmente un absurdo.
P. ¿Cómo califica la política exterior de Iván Duque?
R. Pésima. Entiendo que la pandemia fueron años difíciles para la política exterior, pero no veo cuáles fueron las prioridades y qué se logró, salvo acabar con la imagen que Colombia tenía, en lo que habíamos logrado un avance grande. Hoy tienen un discurso afuera sobre la paz y otro adentro. Y la comunidad internacional no es ni ignorante, ni ingenua. Me parece que el tope fue el decreto del año pasado que le comparte funciones de la Cancillería a la Jefatura de Gabinete del Palacio de Nariño. La institucionalidad de la Cancillería ha perdido enormemente.
P. ¿El acuerdo de paz habría resistido estos cuatro años sin el apoyo de la comunidad internacional?
R. Eso fue lo que salvó el acuerdo de paz. Naciones Unidas y la comunidad internacional se la jugaron por Colombia. No hay ningún conflicto en el mundo que se resuelva pacíficamente, todos han tendido a empeorar, y esta esperanza era muy importante. Si no hubiera sido así, el acuerdo de paz se hubiera derrumbado más de lo que está. Esperemos que venga un gobierno que se convenza de que volvemos a tener esta violencia por todas partes en parte por no haber cumplido el acuerdo.
P. ¿Este Gobierno ha ideologizado la política exterior colombiana?
R. En la relación con Venezuela, totalmente. Creyó que tumbaban a Maduro, desde el primer momento. Y bueno, Maduro lo va a despedir.
P. En el final de su mandato, Juan Manuel Santos no reconoció la última elección de Nicolás Maduro, pero desde entonces la tensión no ha hecho más que escalar. ¿El “cerco diplomático” que promovió Duque ha tenido algún efecto?
R. Absolutamente ninguno. El presidente salió en una entrevista a decir que gracias al cerco diplomático la oposición estaba sentada ahora con el gobierno venezolano en México. Nada más fuera de la verdad. Están sentados ahí por los americanos. El cerco no sirvió para nada.
P. ¿Cuál es su papel en la campaña de Sergio Fajardo?
R. He estado un poquito alejada, por primera vez lo voy a decir en blanco y negro, por temor a que lo tilden de santista. Yo soy santista, trabajé para el presidente Santos, súper convencida, agradecida con él por haber podido estar en la cartera de Relaciones Exteriores en momentos que yo creo que para el país fueron únicos. Otra cosa es que Sergio sea santista, que no lo es. Le reconoce el proceso de paz y muchas cosas, pero tiene muchas diferencias. Pero bueno, lo acompaño, y sobre todo hablamos mucho. Ese ha sido mi aporte, más que una cosa muy visible.
P. ¿Se lanzó al agua, como dijo Fajardo el mes pasado en las primeras actividades de campaña en las que lo acompañó?
R. Es que estuve de malas, porque me lancé, me dio covid y me tocó volverme a encerrar. Soy una convencida de que Colombia, y el mundo en general, entró en una situación en la que se tienen que tomar decisiones económicas y sociales muy grandes. Eso no lo va a lograr un gobierno de los extremos. La polarización no nos va a llevar, no va a haber gobernabilidad. Yo sí creo que eso lo hace una persona como Fajardo: reflexiva, cero impulsiva, que piensa los problemas, que con calma busca soluciones, que conoce el país. Eso en esta campaña me ha impresionado más. El estudio, la dedicación, el querer un país por fuera de los odios, de la rabia, de la polarización.
P. ¿Cuál es el rasgo que define a Sergio Fajardo?
R. La disciplina. Me imagino que eso lo hace su formación académica, su doctorado es en lógica matemática, que se trata de cómo usted comprueba todo lo que dice. Su formación le impide prometer lo que no es viable, todas sus propuestas son viables, que es un valor muy importante para un político, pero es difícil que se lo reconozcan en campaña. Me impresiona cómo se crece ante la adversidad. En ningún minuto se ha dejado amilanar. No va a dar su brazo a torcer.
P. Es evidente que usted le habla al oído. ¿En qué temas lo aconseja?
R. En política exterior en general. Hablamos mucho sobre el tema de Venezuela, sobre América Latina, la relación con Estados Unidos. En eso conversamos mucho.
P. “La diplomacia es para tratar con los diferentes, no es para tomarse fotos con amigos”, dijo Fajardo en Cúcuta. ¿Comparte esa apreciación?
R. Total. ¿Para qué es la diplomacia? Para evitar las guerras, así nace la diplomacia. Es para que uno logre calmar aguas, sacar provecho a situaciones que son adversas. El tema de Venezuela lo ha debido salvar la diplomacia.
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