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elecciones estados unidos
Columna
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El más grande y afortunado comunicador

Durante la convención de esta semana, los republicanos tendrán que jugar muy bien sus cartas mostrando fortaleza y comunicándola de forma que no espanten a los votantes moderados y a las minorías

Donald Trump levanta el puño después de sufrir un atentado en Pennsylvania.
Donald Trump levanta el puño después de sufrir un atentado en Pennsylvania.Brendan McDermid (REUTERS)

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Gran conmoción causó el atentado a Donald Trump el sábado, del que se salvó de milagro, lo que algunos entenderán como la intervención de la Divina Providencia y otros como una expresión de su suerte. Lo cierto es que, milagro o fortuna, los análisis de la trayectoria de la bala muestran que si no hubiera movido la cabeza, muy posiblemente hubiera muerto allí. Afortunadamente, no fue así y, con sus virtudes y sus defectos, incluida la polarización, la campaña política continua.

La primera reacción de las instituciones y la gente suele ser pedir unidad y rechazar cualquier forma de violencia, como si nunca hubiera pasado antes y nunca fuera a pasar de nuevo. Sin embargo, la violencia política no es para nada ajena a Estados Unidos. Antes de Donald Trump, han sido asesinados o han sufrido atentados múltiples presidentes, candidatos y líderes.

Andrew Jackson, como Trump, salió vivo de un atentado en 1835 de milagro, cuando un aparente desequilibrado lo atacó con una pistola —que falló— lo cual le dio tiempo a Jackson de entrarle a palos con su bastón. El atacante sacó otra pistola, pero esta también falló.

Dentro de la larga racha de asesinatos y atentados antes de Trump están Abraham Lincoln (asesinado en 1865), James Garfield (asesinado en 1881), William McKinley (asesinado en 1901), Theodore Roosevelt (atentado siendo candidato en 1912, recibió un disparo), Franklin Roosevelt (atentado en 1933, en el que murió el alcalde de Chicago), John F. Kennedy (asesinado en 1963), Gerald Ford (dos atentados en 1975, excepcionalmente perpetrados por mujeres), Ronald Reagan (herido en atentado en 1981), Bill Clinton (ataque con fusil a la Casa Blanca, donde se encontraba) y George W. Bush (en 2005, atentado con granada que no estalló). Además de los presidentes, los candidatos Robert Kennedy y George Wallace sufrieron atentados en 1968 y 1972, respectivamente. El primero murió y el segundo recibió cuatro disparos que los dejaron paralítico de por vida. Esto sin hacer la lista de líderes sociales atacados como Martin Luther King, Jr., asesinado en 1968, y Malcolm X, asesinado en 1965.

El Servicio Secreto atiende a Donald Trump después de que fue rozado por una bala en Pensilvania.
El Servicio Secreto atiende a Donald Trump después de que fue rozado por una bala en Pensilvania.Anna Moneymaker (Getty Images)

Nadie quisiera estar en el lugar de Donald Trump cuando sintió lo que debió ser un “quemón” en la oreja, mientras sonaban disparos en el aire. La primera reacción debió ser “me dieron”, seguido de la caída a suelo o agachada que se ve en las imágenes. Allí seguramente se dio cuenta de que su herida no era grave y retomó la calma en cuestión de segundos. Luego vino la reacción natural del servicio secreto de cubrirlo para protegerlo y sacarlo del lugar lo antes posible. Es ahí donde Trump empieza a sorprender.

Usualmente, el sujeto de protección se queda agachado y se deja llevar hacia un sitio seguro. Trump no. Pasadas las primeras reacciones y dado de baja el francotirador, él se paró, y les pidió a sus escoltas —tres veces— que lo dejaran recoger sus zapatos en medio de la conmoción. Luego levantó el puño y gesticuló claramente la palabra “Fight”. Verbo o sustantivo, lucha o luchemos, el gesto fue claro y directo. El milagro o la suerte le mandaron un gran mensaje a su base con el atentado y él lo supo reforzar con su reacción inmediata. No hay que olvidar que, dentro de sus seguidores incondicionales, algunos creen que Trump es un enviado de Dios.

Además de haber comunicado tan hábilmente, Trump tuvo la fortuna de que dentro de los reporteros gráficos en el evento estaba Doug Mills, del New York Times, quien lleva cubriendo presidentes y campañas presidenciales desde los años 80. Su reacción, apenas sonaron los disparos, fue avanzar para registrar el momento. Esto le permitió tomar la foto en que se ve la bala en el aire a unos centímetros de la cabeza de Trump. El momento del milagro.

También se encontraba cubriendo el evento Evan Vucci, fotógrafo jefe de Associated Press, corresponsal en múltiples lugares, incluido Irak. La reacción fue la misma de su colega: registrar gráficamente la situación. Fue su lente el que tomó la foto en que Trump, con la cara ensangrentada y en medio de su cuerpo de seguridad, levanta el puño, con el trasfondo de una ondeante bandera de Estados Unidos. Es tan poderosa la imagen, que muchos pensaron que era un montaje. El momento del gran y afortunado comunicador.

Donald Trump es protegido por agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos en Pensilvania.
Donald Trump es protegido por agentes del Servicio Secreto de Estados Unidos en Pensilvania.Evan Vucci (AP)

Aparte del evento en sí mismo y la reacción de Trump, las imágenes del atentado serán centrales en esta campaña. Ninguna agencia de publicidad hubiera podido pensar en unos mejores registros gráficos y, en este caso, en un mejor modelo. Paradójicamente, los medios de comunicación a los que él tanto aborrece, le darán las mejores imágenes de su campaña.

Escribo esta columna antes de la convención republicana de Milwaukee, en la que se esperaba suavizar la imagen de Trump en su aclamación como candidato, pero que posiblemente tendrá unos tintes más radicales con énfasis en la seguridad y en la invencibilidad del candidato. Sin embargo, los republicanos tendrán que jugar muy bien sus cartas mostrando fortaleza y comunicándola de forma que no espanten a los votantes moderados y a las minorías.

En medio de una seguridad mucho más rígida, los medios audiovisuales jugarán un gran papel y todo el montaje para la aclamación del candidato será de una espectacularidad y grandeza dignas de las mejores producciones de Hollywood. Y con las mejores fotos.

Joe Biden, por su parte, hizo lo que hace un presidente: llamó a Trump a ofrecerle solidaridad y apoyo, verificó los detalles, recibió informes de sus agencias de seguridad y le habló al país en una alocución de fondo en que condenó la violencia, llamó a manejar las diferencias políticas en paz y pidió calmar los ánimos.

Atentado a Trump
Joe Biden pronuncia un discurso desde la Oficina Oval de la Casa Blanca, en Washington.Erin Schaff / POOL (EFE)

No obstante, aunque estos días el tema pase a segundo plano, los demócratas siguen con el problema de su candidato, a quien muchos líderes del partido y votantes quieren reemplazar por alguien más joven. La convención demócrata, que empieza el 19 de agosto en Chicago, está a la vuelta de la esquina y ese será el gran tema hasta ese momento. Pasadas las convenciones y con la marea del atentado a Trump en calma, la campaña volverá a una relativa normalidad, ojalá con algo más de civilidad.

Falta ver si de aquí al 5 de noviembre se imponen la suerte y la gran capacidad comunicativa de Trump, quien a sus 78 años sería el primer condenado criminalmente en llegar a la presidencia de Estados Unidos. O la ecuanimidad, tranquilidad y mala comunicación de Biden, a quien sus 81 años parecen estarle pasando la cuenta y sería el presidente más viejo de la historia.

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