La ‘venganza’ de William Levy: “De joven, en Cuba, viví demasiadas injusticias”
El actor y gran fenómeno televisivo del año recuerda su particular trayectoria desde el estudio de rodaje de su nuevo y ambicioso proyecto. Completa en España una nueva adptación de ‘El conde de Montecristo’ para Secuoya Studios
Hace unos meses, el actor William Levy (Cojímar, La Habana, 41 años) podía verse a sí mismo desde la ventana del lujoso hotel madrileño cercano a la plaza de Callao en el que se alojaba. Uno de los gigantescos carteles publicitarios con su imagen, que una marca de moda había colocado en ciudades de media España, le hacía enfrentarse a diario a un espejo extraño, que reflejaba una versión aumentada y todavía más perfeccionada de sí mismo.
Desde que la telenovela colombiana ...
Hace unos meses, el actor William Levy (Cojímar, La Habana, 41 años) podía verse a sí mismo desde la ventana del lujoso hotel madrileño cercano a la plaza de Callao en el que se alojaba. Uno de los gigantescos carteles publicitarios con su imagen, que una marca de moda había colocado en ciudades de media España, le hacía enfrentarse a diario a un espejo extraño, que reflejaba una versión aumentada y todavía más perfeccionada de sí mismo.
Desde que la telenovela colombiana Café con aroma de mujer (que en España está disponible en el catálogo de Netflix) le convirtiera durante el último año en estrella global, en el epítome de la masculinidad tradicional, el cubano lidia con el síndrome del personaje que amenaza con eclipsar a la persona. Es justo lo que le ocurre al protagonista del proyecto que le ha traído a España en un momento en el que podría rodar en prácticamente cualquier industria del mundo: Montecristo, una nueva adaptación de la novela de Alejandro Dumas que prepara Secuoya Studios. La figura de Edmundo Dantès le ha resultado cercana desde muy joven. Porque, como el antihéroe literario, Levy no es el hombre que fue. “Me he criado en un país en donde se cometen muchas injusticias. De ahí te nace un deseo de venganza... aunque no sé si es la palabra correcta. Pero sí la necesidad de rectificar cosas. En la vida, cada uno debería merecerse lo que se trabaja”, defiende en una sala a 17 pisos de altura de Callao, con Madrid y buena parte del mundo literalmente a sus pies.
Califica su infancia en Cuba como difícil pero hermosa. “Con un pan por persona al día, siempre tenía hambre. Todos estábamos destinados a vivir la misma vida pobre y miserable sin futuro”, recordaba en 2020 a sus seguidores en redes sociales, cuando se cumplían 25 años de su llegada a Estados Unidos. Su padre nunca estuvo presente y, a través de su padrastro, se convirtió en inmigrante siendo adolescente y sin saber inglés. A partir de ahí, fue buscando y aprovechando oportunidades que le han llevado a construir una carrera versátil y algo improbable hasta completar su particular ajuste de cuentas con la vida. Logró una beca universitaria por su buen hacer en el béisbol, deporte que le “enseñó disciplina” y que de niño practicaba con una bola de calcetines a modo de pelota; trabajó como modelo, participó en varios reality shows —entre ellos La isla de las tentaciones de Telemundo—, hizo teatro y fue galán de éxito en Miami y México. También llegó a la industria de Hollywood, como secundario de sagas de acción como Resident Evil y trabajando en proyectos de Tyler Perry y Lee Daniels.
Todo eso hasta regresar al mundo latino, a Colombia, para completar Café con aroma de mujer. Se trata de una nueva versión de una telenovela de los años noventa que ha actualizado el papel de la mujer en este tipo de relatos y en el que el actor ha intentado participar lo más posible en los guiones para matizar su discurso. “Tengo una hija y tengo un hijo. Y quería que los puntos de vista de ambos géneros estuvieran reflejados a través de la historia, sin que ninguno de los dos quedara por encima del otro. Encontrar un balance era difícil, pero esa era la parte linda de la historia. A un hombre [de ahora] tiene que gustarle tener a su lado a una mujer empoderada, que sea fuerte, exitosa y con carácter, pero tampoco hay nada de malo en que el hombre sea también fuerte. Yo no soy machista, pero soy macho. Igual que soy delicado, puedo tener a veces modos de rudeza”, comenta.
Ahora, Levy busca desde España dar un nuevo salto cualitativo a su profesión. Encerrado junto a una treintena de personas en un piso del centro de Madrid, de habitaciones amplias y pasillo angosto, finiquita algunas escenas del sexto y último capítulo de Montecristo mientras pide recomendaciones al equipo técnico sobre el restaurante al que debería ir a comer una vez acabada la jornada de rodaje, pasadas las cinco de la tarde.
En la obra original, Edmundo Dantès es un joven oficial de la marina mercante a punto de casarse y de convertirse en capitán. Pero termina en la cárcel por la traición de personas cercanas a él, celosas de su fortuna. Mientras cumple inmerecida condena, aislado en el castillo de If, conoce al abate Faria, que le forma en materias básicas y le da los argumentos filosóficos y los resortes morales con los que encontrar el perdón hacia sus enemigos. Pero el protagonista necesita hacer ese camino por sí mismo, aprendiendo de sus propios errores. Decide crear un personaje, el conde de Montecristo, para ejecutar una venganza personal.
La versión de Levy salta al 2022. Orbita en torno a un hombre de origen cubano, fundador y director ejecutivo de una empresa tecnológica de éxito. Él simboliza el nuevo mundo y la modernidad frente a la tradición y la decadencia de la vieja Europa representadas por sus enemigos, miembros de la élite económica, política y social española. Junto a él, aparecen en esta miniserie Roberto Enríquez, Silvia Abascal y la mexicana Esmeralda Pimentel.
Levy, en busca de su propio abate Faria, abrazó la religión católica ya siendo adulto. “Mis hijos se bautizaron antes que yo”, dice entre risas. “Quizá estaba buscando en Dios la figura paterna que me faltó y el conectarme a una imagen que me aferrara a ciertos valores”, barrunta. En Madrid, el actor vuelve a sentirse como el eterno emigrante, admite: ”La vida me ha obligado a tener que moverme, a abandonar sitios incluso en los que me encuentro cómodo. Allá donde voy, me siento de allí. No sé si eso es bueno o malo. Lo ideal sería encontrar tu lugar en el mundo, pero me está resultando difícil lograrlo”.
Un personaje a su medida
“Queremos tratar muchos de los temas del original, pero va a sorprender al espectador. No necesariamente acaba igual que en el libro. El protagonista llega a extremos a los que no llegaba en su primera versión”, avanza William Levy sobre Montecristo, que han adaptado los guionistas Lidia Fraga y Jacobo Díaz.
Es un proyecto que Secuoya Studios ha diseñado para el actor cubano, así que los dos escritores desarrollaron la historia pensando en él, dándole la oportunidad de encarnar a un galán mucho más controvertido y traumado de lo que está acostumbrado. “Tener una referencia así es una enorme ventaja. Hemos creado el personaje a su medida. Este Montecristo tiene su magnetismo particular”, comenta Fraga por teléfono.
La miniserie también actualiza sus personajes femeninos a partir de una ficción clásica. “Tienen más fuerza y más matices, para que sean producto de esta época”, afirma la guionista. Y se encarga de trasladar al presente un aspecto que ya aparecía en el texto original, en el siglo XIX, como es el culto al poder del dinero, aquí retratado a través del mundo de la Bolsa y las criptomonedas. O la capacidad de perdón y de desarrollo personal.
“Mientras el mundo sea tan injusto como lo era el de Dumas, este texto va a serguir siendo revisionado. Porque, además, en una sociedad tan individualista y narcisista como la actual, la venganza del conde de Montecristo toma nuevos significados”, apunta Díaz. “Vivimos un mundo de apariencia en el que vales lo que muestras y todos interpretamos un personaje, como le ocurre a Edmundo Dantès”, completa Fraga.
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