Las playas del mar Menor se quedan vacías: “No vienen ni los que tienen aquí una casa”
El mal estado del agua de la laguna se suma al impacto por el coronavirus; los vecinos y visitantes prefieren trasladarse a los arenales del Mediterráneo
El fin del estado de alarma y la llegada del calor y de las vacaciones han llenado las playas de la región de Murcia, pero no en todo el litoral hay problemas de aforo. En muchos de los municipios a la orilla del mar Menor, sombrillas y esterillas brillan por su ausencia. La mala situación que desde hace años atraviesa la laguna salada, agravada este año por las lluvias torrenciales del pasado otoño, ha desanimado no solo a los turistas, sino a los propietarios de segundas residencias.
“Por desgracia, aquí no hay problema con los aforos. No solo la playa, todo el pueblo está desierto. Y...
El fin del estado de alarma y la llegada del calor y de las vacaciones han llenado las playas de la región de Murcia, pero no en todo el litoral hay problemas de aforo. En muchos de los municipios a la orilla del mar Menor, sombrillas y esterillas brillan por su ausencia. La mala situación que desde hace años atraviesa la laguna salada, agravada este año por las lluvias torrenciales del pasado otoño, ha desanimado no solo a los turistas, sino a los propietarios de segundas residencias.
“Por desgracia, aquí no hay problema con los aforos. No solo la playa, todo el pueblo está desierto. Ya no viene casi nadie, ni los que tienen aquí una casa”, lamenta Ana Pineda, que veranea desde hace casi cinco décadas en Los Urrutias. Esta zona es una de las más degradadas del mar Menor por su cercanía a la desembocadura de la rambla del Albujón, por la que llega a la laguna gran cantidad de agua con nitratos procedentes de la agricultura.
Define el pueblo como un lugar familiar donde “la vida se hacía en la playa, que era el motor de todo”. Hoy, la arena se ha convertido en un lecho fangoso en el que, con el mes de julio ya iniciado, las algas en descomposición siguen anegando las orillas y emitiendo un desagradable olor. “La playa está abierta al baño, pero si metes un pie, verás como se hunde en el fango. Puede ser incluso peligroso”, advierte. Pineda lamenta la “inacción” de las administraciones y la permisividad con la agricultura.
En toda esta área, los cultivos de secano se sustituyeron por otros de regadío, que están en el origen de la degradación de la laguna. Nani Vergara, presidenta de la Asociación de Vecinos de Los Nietos, también en la zona sur del mar Menor, asegura que el verano pasado se veían signos de recuperación del agua, pero este año es “muy difícil bañarse”.
“En la playa estamos los mismos que todos los años: los que somos propietarios aquí”, afirma esta mujer que hace 12 años convirtió su segunda residencia en la habitual. Más difícil es encontrar turistas. Así lo corrobora Soledad Díaz, presidenta de la Asociación de Hoteles y Alojamientos de la Costa Cálida (Hostetur), que asegura que “el estado del mar Menor es lamentable”. Este verano, advierte, será especialmente duro para el sector turístico de la zona, porque a la incertidumbre por la crisis del coronavirus se suman imágenes muy duras de la laguna, como la del episodio de anoxia que provocó la muerte de cientos de peces muertos en playas como la de Villananitos, en San Pedro del Pinatar, en la zona norte del mar Menor.
Un empresario hotelero de ese municipio, que prefiere no dar su nombre, asegura a EL PAÍS que el hotel que regenta estaba al 100% de ocupación el año pasado por estas fechas y ahora apenas llega al 30%. “El miedo a la covid ha afectado, porque muchos de nuestros clientes habituales son personas mayores, pero también ha influido, y mucho, la mala publicidad merecida que tiene el mar Menor”, explica. Merecida, asegura, porque la “dejadez” ha sido absoluta y las administraciones se han responsabilizado unas a otras sin darle una solución.
Pese a todo, las playas del municipio no son las peor paradas. Como explica Isabel Rubio, una de las coordinadoras de la plataforma Pacto por el Mar Menor y experta en especies invasoras, la laguna tiene un perímetro de unos 70 kilómetros y el estado no es el mismo en todos los puntos. Las playas de la zona norte (San Pedro del Pinatar y San Javier) y las del perímetro interior de la laguna, en La Manga, tienen un estado más “aceptable” que las de la zona oeste (Los Alcázares) y sur (Los Nietos o Los Urrutias, entre otras, pertenecientes a Cartagena).
Apuesta por los deportes náuticos
Con esa perspectiva, Hostetur apuesta por enfocar la campaña de este año al otoño, cuando las temperaturas en la región son aún suaves, y por cambiar el modelo clásico de sol y playa por el de los deportes náuticos, uno de los atractivos de la zona. Parece ser también la apuesta del Gobierno regional: en las últimas semanas la Consejería de Turismo ha lanzado una campaña para promocionar esas prácticas entre el público juvenil con descuentos, que financiará con 60.000 euros.
Los Alcázares fue el municipio más castigado por las lluvias torrenciales de todo el entorno del mar Menor (tres de sus playas continúan cerradas al baño por los importantes arrastres que sufrieron). Sergio Garijo regenta la escuela de vela Aloha y asegura que los aficionados a los deportes náuticos no han bajado mucho con respecto a otros años, pero sí han cambiado sus costumbres. “Era normal que después de hacer un curso se quedaran bañándose o comiendo, incluso pasando unos días. Ahora, hacen el deporte y se marchan”, asegura.
Incluso quienes tienen su residencia de vacaciones en el municipio prefieren coger el coche y desplazarse hasta las playas del Mediterráneo, como le ocurre a Ángel Calín, que veranea en esa zona desde que nació, hace 36 años. Sigue veraneando en la casa familiar, pero ya no se baña en la playa de Los Narejos, que asegura está peor “que el verano de la famosa sopa verde”, el de 2016, cuando el agua de la laguna se volvió de ese color por la proliferación de algas que provocó el exceso de nutrientes procedentes de la agricultura. “El agua entonces estaba turbia, pero este año, además de esa turbidez, el piso está fangoso por los arrastres. En cuanto pasas de la orilla, pisas el fondo y da asco”, resume.
Se refiere, una vez más, a los arrastres agrícolas provocados por las danas. Isabel Rubio explica que el cambio en el modelo agrario ha sido crucial para propiciar esos vertidos. “Ya no hay terrazas, se han modificado los cauces de las ramblas, y las lluvias, aunque no sean torrenciales, arrastran sedimentos agrícolas. Las playas que eran de arena, ahora son de barro”. En su opinión, “con el ecosistema enfermo, ha enfermado toda la economía de la zona”. Una patología que ya estaba presente antes del coronavirus y que todo apunta a que se prolongará más allá de la pandemia.