“¡La primera cerveza en la barra me supo del quince!”

La Gomera, El Hierro, La Graciosa y Formentera inauguran la fase 3 de la desescalada con la reapertura del interior de los bares al 50% del aforo y un 75% en terrazas

Juan Francisco Quintero, 64 años, bebe una cerveza el lunes en un bar de La Graciosa (Canarias).Gabriel Pérez

A Juan Francisco Quintero, de 64 años, los vecinos de la isla canaria de La Graciosa le dicen El flaco. Antes de la crisis del coronavirus se le encontraba con facilidad en cualquier bar con una cerveza Tropical en la mano y tiempo para echar la mañana. Este lunes retomó impaciente esa costumbre en el local de Gabriel Pérez: “Llegué media hora antes de que abrieran”, cuenta aún desde el bar: “¡Y la primera cerveza en la barra me supo del quince!”. Este paraíso canario, que no ha registrado un solo caso de coronavirus, inició el lunes junto con ...

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A Juan Francisco Quintero, de 64 años, los vecinos de la isla canaria de La Graciosa le dicen El flaco. Antes de la crisis del coronavirus se le encontraba con facilidad en cualquier bar con una cerveza Tropical en la mano y tiempo para echar la mañana. Este lunes retomó impaciente esa costumbre en el local de Gabriel Pérez: “Llegué media hora antes de que abrieran”, cuenta aún desde el bar: “¡Y la primera cerveza en la barra me supo del quince!”. Este paraíso canario, que no ha registrado un solo caso de coronavirus, inició el lunes junto con El Hierro, La Gomera y Formentera (en Baleares), la fase 3 de la desescalada; una etapa que incluye la reapertura del interior de los bares a la mitad del aforo, un 75% de la capacidad en las terrazas y permiso para volver a las ya casi olvidadas barras de bar.

El empresario de 38 años celebra estos pasitos hacia la normalidad después de su “mala suerte”. La inauguración de su bar estaba prevista para el mismo día en que el Gobierno decretó el estado de alarma, el 14 de marzo. Fecha que se aplazó hasta el 4 de mayo, primer día de fase 1. Desde entonces ha servido decenas de menús a los empleados que tenían que trabajar en la isla. “Pero está siendo muy difícil, ¿para qué nos vamos a engañar?”, reconoce. Tampoco se ilusiona Javier Iglesias, de 29 años. A pesar de tener un bar en primera línea de mar en La Restinga (El Hierro), “no hay clientes para llenar el aforo permitido”, comenta resignado. Actualmente hay nueve bares abiertos en la zona y los pocos clientes locales se reparten. En el resto de la isla, las estimaciones son similares: menos de una treintena de restaurantes recuperan la actividad, según el Centro de Iniciativas Turísticas.

En la barra del bar de Rosmary Español, 50 años, hay hueco para dos. Hace un par de años que abrió un local en Frontera (El Hierro) y tan solo una semana que lo reabrió. A pesar de que tiene varias mesas dentro, los clientes “aún no se atreven” a llenarlo y siguen prefiriendo las de la terraza. La barra, sin embargo, sí fue turnando a los habituales que consumían rápidos cafés y encadenaban alguna cerveza.

La coletilla de “sin turismo no hay trabajo” se repite como un mantra entre los isleños dedicados al sector de la restauración. Muy pocos se animan aún a abrir sus negocios aunque el aforo permitido se ensanche cada vez más. La primera jornada en La Gomera ha activado apenas el 30% de los bares, según fuentes del Cabildo. Su presidente, Casimiro Curbelo, aguarda con ansia los viajes interinsulares que, asegura, se producirán a partir del 8 de junio, al pasar las otras cinco islas a la última etapa de desconfinamiento. “No tendría sentido que no nos dejaran. Poco a poco habrá que delegar la responsabilidad en el ciudadano”, añade.

Una de las barras gomeras que no prevé abrir es la del bar-cafetería Cacao. Su dueño, Alfonso Blanco ha decidido “por precaución” mantener el interior del local vacío: “Yo a mis empleados los cuido como si fuera yo mismo. Y dado que es difícil mantener la distancia de seguridad desde la barra, solo atendemos en las mesas de la terraza”, cuenta. El venezolano toma a diario la temperatura de los cuatro empleados que progresivamente han ido dejando el ERTE al que se acogieron durante la crisis y ha adquirido unas máquinas antibacterianas y dispensadores electrónicos de gel antiséptico. “Aunque se acabe todo esto, los dejaré en la tienda. En unos meses esos cacharros pasarán a ser como el aire acondicionado: una máquina más”.

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