Opinión

Sueños para las niñas

Proporcionar la información necesaria para prevenir el embarazo adolescente es una forma poderosa de garantizar que una menor tenga otras alternativas distintas a la maternidad

Adolescentes argentinos esperan en una consulta médica de Buenos Aires.Unicef

Somos dos mujeres latinas. Nuestros países eran gobernados por dictaduras militares cuando éramos niñas. Cada una vivió de una manera particular el secreto y el horror del poder militar en Argentina y Brasil. Soñábamos con libros e independencia. Nuestros planes de futuro variaban con las edades, pero, en común, idealizábamos un futuro de trabajo fuera de la casa, diferente del de nuestras abuelas que eran íntegramente cuidadoras. Tener hijos era como un hecho natural para el futuro, pero distante para quien imaginara la edad de 30 años como vejez. Ninguna de las dos vivió el fantasma de la vi...

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Somos dos mujeres latinas. Nuestros países eran gobernados por dictaduras militares cuando éramos niñas. Cada una vivió de una manera particular el secreto y el horror del poder militar en Argentina y Brasil. Soñábamos con libros e independencia. Nuestros planes de futuro variaban con las edades, pero, en común, idealizábamos un futuro de trabajo fuera de la casa, diferente del de nuestras abuelas que eran íntegramente cuidadoras. Tener hijos era como un hecho natural para el futuro, pero distante para quien imaginara la edad de 30 años como vejez. Ninguna de las dos vivió el fantasma de la violencia sexual o del embarazo forzado en la infancia. Las historias de niñas embarazadas eran de otras muy distantes de nuestras vidas en la escuela o la familia. Eran historias de las niñas pobres, afrodescendientes o campesinas, de familias trabajadoras rurales.

Estábamos equivocadas. Vivimos en la región con la segunda tasa más alta de embarazo adolescente del mundo. América Latina y Caribe es la región en que la maternidad entre niñas menores de 15 años más crece en el mundo. Son más de dos millones de niñas las que todos los años, que se transforman en cuidadoras, que abandonan la escuela, que interrumpen otros sueños excepto los de la maternidad o matrimonio. El rostro de estas niñas no es el mismo que el de nuestras hijas o sobrinas: nosotras somos la cara del privilegio entre las mujeres de la región, dos blancas latinas con madres que pudieron acceder a la educación superior. Si no conocíamos las historias de niñas embarazadas es porque nosotras vivíamos lejos de las situaciones de grave riesgo que resultan en un embarazo temprano.

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Como mujeres que hemos dedicado nuestras vidas a defender los derechos de las niñas y las mujeres, ahora conocemos estas historias. La complejidad del tema es inmensa y hay incluso investigadores sociales que defienden que las altas tasas de embarazo adolescente son resultado de una búsqueda de la maternidad prematura a través de relaciones sexuales consensuadas, mientras que otros fantasean con la abstinencia para escapar del hecho de que las niñas preadolescentes también tienen sexualidad. Creemos que ambas teorías son erróneas. Las niñas que buscan la maternidad temprana no siempre conocen las posibilidades que tiene la vida por su situación socioeconómica, y los proponentes de la abstinencia solo ignoran el hecho de que el silencio es un cómplice de la explotación. Una cosa es cierta: la educación sexual es un enfoque eficaz para proporcionar a las niñas información precisa, protegerlas del riesgo de violencia sexual y ampliar su visión de elección. Sin embargo, muchos países de la región, incluido Brasil, proponen eliminar estos programas del sistema educativo.

Una porción enorme de niñas que se quedan embarazadas no retorna a la escuela: en Perú, el 77% de las menores embarazadas abandonarán la escuela; en Guatemala, el 88%. La mortalidad materna de niñas es cuatro veces más alta que entre mujeres jóvenes. Cuando una niña queda embarazada, los discursos sociales son extremos y centrados en qué hacer con el embarazo: de un lado, los “moralistas” que se preocupan por la prohibición del aborto; del otro, ellos mismos, que se preocupan con la sexualización de los cuerpos—. Después del parto, las voces se callan y la niña se convierte en una madre abandonada por la protección social: pasa de ser cuidada a transformarse en adulta responsable por sí misma y por el hijo. Así pasó con las adolescentes afectadas por la epidemia del virus zika en Brasil: tres de cada cuatro mujeres en Alagoas, el Estado más pobre del país y con la mayor tasa de embarazo adolescente, han sido madres en la adolescencia.

El embarazo infantil y adolescente nos lleva a la pregunta de cuál es el legado que buscamos para las niñas de la región. A diferencia de en el pasado, cuando no había métodos de planificación familiar disponibles y adecuados para adolescentes, hoy los hay. Basta alcanzar a las niñas de manera adecuada para su edad y capacidad de comprensión. Ignorar la centralidad de la salud sexual y reproductiva es atravesar el futuro de estas niñas con una sentencia de abandono de largo plazo: somos la región del mundo más peligrosa para las mujeres y, desafortunadamente, avanzamos para políticas educacionales que ignoran las necesidades de salud reproductiva para protección de su futuro.

Proporcionar la información necesaria para prevenir el embarazo adolescente es una forma poderosa de garantizar que una niña, como sobreviviente de las desigualdades sociales en las que vive, tenga otras alternativas distintas de la maternidad. Los sueños encontrados en los libros no deben pertenecer exclusivamente a las élites de nuestra región.

Debora Diniz es antropóloga brasileña, investigadora de la Universidad de Brasilia y de la Universidad de Brown. Giselle Carino es politóloga argentina, directora de IPPF/WHR

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