Llegan los nuevos fármacos antiobesidad que ya superan al Ozempic

La nueva generación de medicamentos aspira a hacer perder la cuarta parte del peso a quienes los toman

Las inyecciones de Wegovy, uno de los nombres comerciales de la semaglutida, se han convertido en una fuente de ingresos enorme para la compañía danesa Novo Nordisk.Foto: Steve Christo (Getty Images) | Vídeo: EPV

Durante décadas, se ha tratado de ayudar a personas con sobrepeso dándoles un consejo sencillo: muévete más y come menos. En más del 80% de los casos, solo funciona a corto plazo. Un artículo publicado en Science en 2023 afirmaba que, pese a lo que diga la cultura popular y lo que crean muchos médicos, hay poco consenso sobre las causas de la pandemia de obesidad. “Aunque se suele afirmar que el creciente sedentarismo es una de las causas principales [...], esto no está claro y las pruebas actuales no apoyan esta conclusión”, escribían los autores. En un editorial publicado en The Lancet en febrero, se lamentaba que, pese a que la obesidad afecta a casi un octavo de la población mundial, no se ha alcanzado un consenso en su definición.

En 2017, la FDA, el organismo que regula los fármacos en EE UU, aprobó el uso de la semaglutida, el popular Ozempic, pensado para la diabetes. Pronto se convirtió en una solución milagrosa al sobrepeso al conseguir reducir el deseo desaforado por la comida. Conseguía pérdidas de peso de hasta el 15% en 68 semanas. Fue el primero de una serie de medicamentos que, por primera vez, son eficaces contra la obesidad y pueden ayudar a debilitar el juicio moral que la acompaña.

El principal competidor de la semaglutida, que produce la farmacéutica danesa Novo Nordisk, es la tirzepatida, de la estadounidense Eli Lilly. Si el primer compuesto incluye una sustancia que imita el GLP-1 (péptido similar al glucagón, de sus siglas en inglés), una hormona que quita el apetito y regula el metabolismo, el segundo añade un análogo de otra hormona gástrica, el GIP (péptido inhibidor gástrico), que potencia la liberación de insulina y reduce el azúcar en sangre. Esta combinación de imitadores hormonales ha logrado en ensayos clínicos una pérdida de peso media de un 20% en 72 semanas.

La industria farmacéutica no se va a detener ahí. Ya hay 100 nuevos candidatos a fármacos en pruebas para hacerse con un trozo de pastel que puede alcanzar los 100.000 millones de dólares en 2030. Casi todas las grandes farmacéuticas tienen sus apuestas en el negocio de la delgadez.

La retatrutida, también de Lilly, añade al GLP-1 y el GIP, el glucagón, una hormona que regula el nivel de azúcar en sangre. Este compuesto, que aún no está aprobado, ha logrado una reducción de casi la cuarta parte del peso (24%) de los participantes en sus ensayos y podría aprobarse en 2027. En Novo Nordisk, la que es la mayor empresa europea gracias a estos fármacos, están probando, entre otros medicamentos, Cagrisema, que combina el GLP-1 con un análogo de la amilina, una hormona que ralentiza el vaciado gástrico y reduce el apetito. En este caso, los resultados de un ensayo clínico avanzado presentados el pasado diciembre mostraron una reducción promedio del 22,7 del peso tras 68 semanas de tratamiento. Aunque la diferencia parezca pequeña para los pacientes y los médicos no lo consideren un dato que quite interés al medicamento, el mercado interpretó los resultados como un fracaso y la acción cayó un 29% en un día. El dato refleja la intensidad de la competición y ya se ha empezado a cuestionar si la búsqueda de pérdidas de peso aún mayores puede provocar problemas de salud. Cagrisema podría aprobarse el año que viene.

Cuando comemos, el intestino, el páncreas y el tejido graso fabrican péptidos (las hormonas que imitan la mayoría de los fármacos para adelgazar) que informan al cerebro de cuándo ya hemos comido suficiente. Estas hormonas se sintetizan en distintas partes del tubo digestivo para que, según avance la comida, lleguen las señales de saciedad cuando es debido y los alimentos se procesen de manera correcta. Además, este mecanismo regula la respuesta del hígado, del tejido graso o del músculo a la llegada de los nutrientes. El engranaje es mucho más complejo que hacer una suma de calorías gastadas por consumidas, porque no todo el mundo siente la misma hambre ni todos acumulamos las calorías de la misma manera. Como en muchos otros campos, la medicina contra la obesidad también aspira a ser una medicina de precisión y ahí se puede encontrar utilidad a la gran variedad de medicamentos en desarrollo.

“Hasta ahora, trabajamos por ensayo y error, pero ya estamos a punto de tener herramientas para medir qué hormona le falta a nuestro paciente”, explica Andreea Ciudin, coordinadora de la Unidad de Tratamiento Integral de la Obesidad del Hospital Vall d’Hebron, en Barcelona. “Nuestra unidad participa en ensayos con estas moléculas y vemos que algunos pacientes responden muy bien al triple agonista [como retatrutida], pero es posible que no necesiten tres hormonas, sino que con una o dos sería suficiente”, explica. “Eso nos permitiría dar a cada uno lo que le hace falta, o plantear un tratamiento secuencial, primero el triple agonista, luego bajar a doble y luego el simple”, añade.

Manuel Tena, catedrático de Fisiología de la Universidad de Córdoba, señala que, con estos fármacos, “se pone demasiado énfasis en la pérdida de peso, pero los efectos van mucho más allá, desde una mejora del perfil metabólico a mejorar la resistencia a la insulina o a revertir la diabetes”, que con frecuencia se asocia a la diabetes tipo 2. No obstante, advierte que “hay un consenso terapéutico en que la aplicación de los fármacos debe ir asociada a cambios en el estilo de vida y que el arsenal terapéutico debe reservarse para cuando la obesidad no responda a otras medidas más habituales” como la mejora de la alimentación o la actividad física. “Incluso con los medicamentos, se debe continuar con un tratamiento integral de la obesidad”, añade. Ciudin coincide en que la dieta es importante, pero más como una alimentación de calidad que como ajuste calórico, “porque la parte del ajuste de cantidad ya la hacen los fármacos”. En este caso, uno de los objetivos de la dieta es evitar la pérdida de masa muscular, que también se tiene que mantener con el ejercicio.

Cristóbal Morales, endocrinólogo en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, apunta que ahora, “en los anuncios de las compañías para los inversores [de los nuevos medicamentos], parece que el énfasis se pone en la pérdida de peso, cuando lo que tenemos que buscar es que la pérdida de peso sea saludable y se mantenga la masa muscular”. Para el especialista, lo esencial “no es ir rápido, sino monitorizando la pérdida de peso y manteniéndola”.

Pese a la importancia del ejercicio y de la buena alimentación, que es algo que también beneficia a las personas sanas o a quienes sufren dolencias distintas de la obesidad, los médicos recuerdan sus limitaciones. “Hablamos de obesidad como si fuese un único problema que viene de que la gente come mucho y no se mueve, pero debemos dejar atrás esa idea”, afirma Ciudin. “La insulina es un péptido pancreático como el glucagón y la amilina [cuyos imitadores están en los nuevos fármacos] y en muchos casos no se producen esos péptidos. Por mucha dieta que hagas, si te falta la hormona que regula tu apetito, no la aguantarás”, asevera. Cuando se desarrolla obesidad, el mecanismo hormonal que nos dice cuándo comer y cuándo parar se descontrola y volver a estar sano solo con cambios de hábitos, como sucede con la diabetes, es muy complicado. Además, la dieta hipocalórica provoca una reacción del cuerpo, que está programado para mantener un peso determinado. “Cuanto más restrictiva sea la dieta, más va a resistirse el cuerpo y peor va a ser la adaptación metabólica, por eso gente que ha hecho muchas dietas, comiendo poco, engordan, porque el metabolismo basal quema una tercera parte de lo que tiene que quemar”, explica Ciudin. “Eso dificulta mucho tratar a personas con obesidad, porque han hecho muchas dietas de forma descontrolada, sin atención médica”, concluye.

Morales recuerda que a las personas en los grupos de placebo que se incluyen en los ensayos de los fármacos antiobesidad, se les ofrece un apoyo excelente, con nutricionistas, personas que ayudan con el ejercicio y un seguimiento cercano muy por encima de lo que se puede conseguir en la asistencia sanitaria convencional. “Con esos hábitos de vida saludable consiguen mantener una pérdida de peso de un 3 o un 4%”, dice el especialista. Los nuevos medicamentos aspiran a pérdidas de peso de alrededor del 25%.

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