Yolanda Gilaberte, dermatóloga: “Buscar estar bronceado no tiene sentido, es como si buscáramos tener fiebre”
La presidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología desaconseja el bronceado y recuerda que se trata de un mecanismo de defensa del organismo ante la agresión de la radiación ultravioleta
La piel es el órgano más grande del ser humano y la carta de presentación de cualquiera, lo primero que se ve de una persona. Ya sea por salud o estética, la población le presta atención y cada vez está más concienciada sobre su cuidado, asegura Yolanda Gilaberte (Huesca, 57 años), presidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología. Y aunque ese interés ciudadano sea por el motivo inicialmente estético, el resultado puede también impactar en postivo en la salud. “Es difícil tener una piel bonita sin que esté...
La piel es el órgano más grande del ser humano y la carta de presentación de cualquiera, lo primero que se ve de una persona. Ya sea por salud o estética, la población le presta atención y cada vez está más concienciada sobre su cuidado, asegura Yolanda Gilaberte (Huesca, 57 años), presidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología. Y aunque ese interés ciudadano sea por el motivo inicialmente estético, el resultado puede también impactar en postivo en la salud. “Es difícil tener una piel bonita sin que esté sana”, defiende la especialista, que atiende a EL PAÍS entre ponencia y ponencia, en un parón del Congreso Nacional de Dermatología que se celebra esta semana en Santiago de Compostela. Gilaberte matiza, eso sí, que anteponer la belleza a la salud de la piel, “es un error” y pide desterrar, por ejemplo, la costumbre del bronceado.
Pregunta. ¿Prestamos suficiente atención a la piel?
Respuesta. Cada vez más, precisamente por el valor que tiene la imagen. Es verdad que a una persona mayor, a lo mejor, le puede interesar más como tiene la tensión o el azúcar porque está más preocupado por tener una enfermedad. Pero un joven, que ve las enfermedades muy de lejos, se centra mucho en la piel. Ahora mismo estamos en un momento en el que, por el peso que tiene la imagen, a la piel se le da mucho valor, sobre todo para dar belleza.
P. ¿Hay, entonces, un interés más estético que de prevención de la salud?
R. Sí. En principio es un interés más estético, porque todo el mundo quiere tener una piel bonita, sin arrugas ni manchas que afeen. Pero es verdad que esa búsqueda de una piel bonita, la mayor parte de las veces, coincide con que tengamos una piel sana: una piel hidratada te va a dar menos enfermedades, menos eccemas… Probablemente, las dos cosas van de la mano: es difícil tener una piel bonita sin que esté sana.
P. ¿Ese giro a la estética puede banalizar el aspecto de prevención de la salud?
R. Anteponer la estética a la salud de la piel es un error. Por ejemplo, ante la exposición al sol, que es lo que más envejece, cuanto más nos protejamos de la radiación solar, vamos a tener una piel sana, porque también vamos a prevenir el cáncer de piel.
P. ¿El exceso sol es el principal enemigo de la piel?
R. El sol es necesario para vivir, es fundamental y todo nuestro cuerpo necesita sol. Lo que no está bien es hacer un uso del sol para estar bronceados porque nos parece que [así] somos atractivos. Ese abuso de utilizar el sol para poner morena la piel es lo que hace que estés más horas de las que tienes que estar. Hay que evitar el exceso de sol, esas horas, sobre todo del mediodía, en primavera-verano, que tienen mucha carga de ultravioleta B, que es el que induce más cáncer de piel. Hay que exponerse al sol de una forma saludable.
P. ¿Cuál es el límite de exposición al sol entre lo bueno y lo excesivo? ¿El hecho de llegar a estar bronceado ya es peligroso?
R. Cuando nuestra piel se pone morena es un mecanismo de defensa. Igual que cuando uno tiene una infección, el elevar la temperatura del cuerpo, tener fiebre, es un mecanismo de defensa para luchar contra esa infección, nuestra piel se pone morena porque fabrica melanina, que es una defensa buenísima frente a la radiación ultravioleta. Buscar el estar bronceado no tiene mucho sentido, es como si buscáramos tener fiebre todo el rato.
P. ¿Dónde está el equilibrio?
R. Depende del tipo de vida que tengamos. Por ejemplo, las personas que trabajan al aire libre, tienen que protegerse porque van a acumular muchísima radiación ultravioleta en la piel y eso les va a pasar factura. De cara a las actividades que ya cada uno haga, va a depender también del riesgo individual: una persona que tenga una piel muy blanquita, que se quema con facilidad y se pone rojo, va a tener más daño y va a tener que restringir el tiempo que pasa al aire libre, no hacerlo en las horas del mediodía; en cambio, una persona que apenas se quema, que se pone morena con facilidad, tiene más suerte porque sus defensas son mayores e igual puede estar expuesto más tiempo. Todo va a depender de cada individuo y del estilo de vida.
P. ¿La ciudadanía entiende mal lo que significa estar bronceado? ¿Hasta qué punto puede ser perjudicial este aspecto que, estéticamente, se asocia con algo positivo?
R. En principio se estima que, en una piel media, con 20 minutos de exposición social en meses de primavera-verano, tienes el eritema solar, el enrojecimiento, que ya es un signo de daño. El desencadenante de ponerse moreno es el daño de la radiación ultravioleta en el ADN y si ese daño no es reparado, acaba en el cáncer de piel. No voy a decir que tengamos que estar todos blancos como un folio, pero la cosa es no buscar el bronceado. Lo que no hay que hacer es usar el bronceado como algo que quiero, porque ahí es cuando no me voy a proteger bien del sol.
P. ¿La ciudadanía ha mejorado en términos de prevención? ¿Se protege más?
R. Sí. Hace poco hicimos un estudio para ver cuál es el exposoma del cáncer de piel, es decir, todos los factores externos que influyen en el cáncer de piel. Aparte de la dieta, el ejercicio, el estrés, de dónde viven, si fuman… le preguntamos por sus hábitos de fotoprotección y vimos que todos los grupos, tanto los que habían tenido cáncer como los que no, usaban protección con un factor por encima de 30. Sin embargo, había diferencia hace 15 años: los que ahora tienen cáncer de piel, entonces habían utilizado menos fotoprotector y con menos factor de protección que el grupo control [participantes sin cáncer]. Ahora cada vez estamos más concienciados: esos factores de 4 o 6 casi no se ven y ese gusto por el bronceado ha disminuido.
P. ¿Sigue habiendo mitos sobre la protección al sol? ¿Qué dudas le llegan a la consulta?
R. El mayor mito se ve cuando alguien viene a la consulta, le dices que tiene cáncer de piel y te contesta: “¿Cómo puede ser ,si yo me pongo una protección 50?”. Hay que tener en cuenta que usar un fotoprotector no es lo mismo que si uno está debajo de una sombra o si se pone una ropa. Los protectores son excelentes, pero al aplicarlos, se van absorbiendo, se van yendo con el roce, y ya no digamos si sudamos, nos bañamos… Uno puede tener una falsa sensación de seguridad y es verdad, no se van a poner rojos ni van a tener sensación de quemadura, pero la piel está recibiendo mucha radiación. Así que hay que reaplicar los fotoprotectores, usar ropa, sombreros…
P. ¿Hay que cambiar hábitos de vida? Como irse a la playa y estar varias horas al sol.
R. Hay que disfrutar de todo lo bueno que significa para la salud estar al exterior, pero, sobre todo, hay que controlar las horas del mediodía, de 12 a cuatro, que es cuando tenemos el pico de ultravioleta B. Y siempre que se pueda, estar debajo de una sombra y complementar con ropas. No hay que prohibir que las personas hagan vida en el exterior, sino hacerlo de forma adecuada.
P. En el Congreso han advertido que los tumores de piel han crecido un 40% en cuatro años. ¿Qué está pasando?
R. El cáncer queratinocítico o no melanoma, que es el carcinoma basocelular y el escamoso, es muchísimo más frecuente que el melanoma. Estos tumores están más relacionados con la exposición crónica y en nuestro país hay mucha gente que trabaja en agricultura o en la construcción, que son puestos de exposición. Además, el carcinoma basocelular parece que se relaciona más con exposiciones intensas y esporádicas, que son las que también hacemos mucho en nuestro país, de fin de semana o vacaciones, y es un tipo de tumor que ha aumentado mucho. El melanoma también ha aumentado en incidencia, pero aparte de las inmunoterapias, algo que ha beneficiado al pronóstico es el diagnóstico precoz: por la concienciación de la población y el conocimiento de los médicos de atención primaria, estamos todos muy alerta.
P. Una de las cuestiones que se plantea en el Congreso es la influencia de los factores socioeconómicos en el mayor o menor riesgo de cáncer. ¿Qué quiere esto?
R. Es por el tipo de radiación. Es decir, el carcinoma escamoso se relaciona sobre todo con exposición crónica y ¿dónde vemos exposición crónica? Pues generalmente en gente que trabaja en el campo, profesiones fotoexpuestas que no suelen ser de oficina y gente de clase media o media baja. El celular basocelular o el melanoma son tumores que también se ven en exposiciones solares intensas y esporádicas, que son las que se ven más en ocio o en vacaciones, y por eso es el tipo de tumor que se ve más en clases sociales media-altas. Hay muchos estudios que demuestran esa dualidad.
Las enfermedades dermatológicas se ven y estigmatizan mucho: pueden picar, oler mal, manchar la ropa...”
P. En el Congreso también han alertado del auge de infecciones fúngicas, como la tiña, y otras dolencias, como la sarna. ¿Qué está pasando?
R. En el caso de las tiñas ha habido un claro desencadenante: es el resultado de una moda. Al ponerse la moda del rasurado [como corte de pelo], este rasurado daña la epidermis y favorece la entrada de gérmenes. Con la sarna, en cambio, no sabemos qué ha pasado: la hemos visto aumentar tras el confinamiento. Nos hemos estado preguntando también si quizás estos ácaros se han hecho resistentes a la permetrina, que es lo que más se utilizaba. El monkeypox fue una cosa localizada y ahora parece que ya está controlado.
P. En la rueda de prensa del Congreso ha dicho que las enfermedades dermatológicas no suelen ser mortales, pero la piel es la carta de presentación de una persona. ¿Cuánto afectan a la calidad de vida?
R. Las enfermedades dermatológicas se ven y estigmatizan mucho: y aunque todos seamos muy comprensivos y empáticos, ahora mismo, el aspecto es lo que prima. Además, algunas de estas enfermedades pican, huelen mal, manchan la ropa… y estamos en una sociedad perfeccionista que no toleramos nada. Los pacientes l oque nos piden es apoyo psicológico.
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