El invento de los test de intolerancia a los alimentos o por qué no ofrecen lo que prometen
Algunos expertos señalan que la sensibilidad a los alimentos no es un diagnóstico real y advierten frente a los oportunistas que hacen negocio con estos análisis
El 40% de los habitantes del planeta tiene algún tipo de problema gastrointestinal. Esta fue la conclusión de un análisis reciente elaborado por un equipo internacional de científicos que recogió datos de 73.000 personas en 33 países de seis continentes. Obviamente, la gravedad de esos problemas varía mucho, pero sugiere que una gran parte de la población siente que, en algún momento, sus tripas podrían funcionar mejor. Algunos encuentran alivio a sus dolencias gracias a la medicina, pero muchos no hallan el motivo a su malestar, y siempr...
El 40% de los habitantes del planeta tiene algún tipo de problema gastrointestinal. Esta fue la conclusión de un análisis reciente elaborado por un equipo internacional de científicos que recogió datos de 73.000 personas en 33 países de seis continentes. Obviamente, la gravedad de esos problemas varía mucho, pero sugiere que una gran parte de la población siente que, en algún momento, sus tripas podrían funcionar mejor. Algunos encuentran alivio a sus dolencias gracias a la medicina, pero muchos no hallan el motivo a su malestar, y siempre que alguien tiene un problema sin resolver, hay quien le vende una solución, aunque no la tenga.
La prevalencia del malestar digestivo está detrás del éxito de algunas soluciones con poco sustento científico, como buena parte de los test de sensibilidad a alimentos, análisis muchas veces anunciados a través de redes sociales y que pueden incluso hacerse en casa, y que prometen detectar los alimentos que nos están provocando síntomas molestos con origen incierto. Este tipo de test, que se venden por precios que suelen estar entre los 100 y los 200 euros, identifican, supuestamente, una serie de alimentos a los que nuestro organismo es especialmente sensible y que pueden estar causando problemas. Algunos requieren, simplemente, tomar en casa una muestra de pelo o una de sangre, pinchándose un dedo, para luego enviarla a un laboratorio para su análisis.
Montserrat Fernández Rivas, jefa del servicio de Alergia del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, advierte de que “no existe evidencia científica” para estos test de sensibilidad a alimentos que pueden identificar cuáles son nocivos para nosotros y deben salir de nuestra dieta. “Lo de sensibilidad a los alimentos no es ningún tipo de diagnóstico, es un invento; un concepto que ha tenido éxito entra la población general, sobre todo entre aquellos con molestias digestivas crónicas por trastornos funcionales del intestino. Y algunos oportunistas hacen negocio con ello”, explica. Según Fernández Rivas, los resultados de estos test “no tienen ninguna relación con la tolerancia a los alimentos”.
Miguel Ángel Martínez Olmos, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), tampoco cree en la utilidad de estas pruebas: “Aparecieron hace algunos años y, supuestamente, detectaban las intolerancias alimentarias, e incluso prometían ser útiles para encontrar la causa de trastornos crónicos como la migraña, el colon irritable o la obesidad”, recuerda. “Todas las sociedades científicas de alergología e inmunología, y también las de nutrición, rechazan la utilización de estos llamados test de intolerancias alimentarias”, añade. Los resultados que ofrecen, en opinión de Martínez Olmos, “condicionan que las personas se sometan a dietas estrictas que pueden poner en riesgo su salud”.
Los problemas gastrointestinales, no obstante, son algo real y que puede tener solución, aunque es preciso hacer algunas distinciones. Por un lado, están las reacciones alérgicas a determinados alimentos, unas reacciones descontroladas del sistema inmune a algunas sustancias que pueden provocar daños graves e incluso la muerte con cantidades muy pequeñas del alérgeno. Para este tipo de reacciones a los alimentos, “hay test muy buenos y precisos”, apunta Alfredo Martínez, director del Programa de Nutrición de Precisión y Salud Cardiometabólica del Instituto IMDEA Alimentación, de Madrid.
“Lo de sensibilidad a los alimentos no es ningún tipo de diagnóstico, es un invento”Montserrat Fernández Rivas, jefa del servicio de Alergia del Hospital Clínico San Carlos de Madrid
Las intolerancias alimentarias, como las que sufren los celiacos por una reacción autoinmune que provoca el gluten, o los intolerantes a la lactosa por falta del gen que produce la enzima que permite digerir bien la leche, son algo diferente y que producen un daño progresivo y mayor dependiendo de la cantidad de alimento consumido. Aunque algunos test de intolerancia a alimentos miden las IgG, famosas durante la pandemia por indicar si se había pasado la covid, para identificar una respuesta inmune a algunos alimentos, los estudios no han demostrado que los datos que ofrecen ayuden a identificar intolerancias a alimentos y no sean fruto de una reacción normal del sistema inmune. En el caso de estas intolerancias, explica Martínez, “hay pruebas que están bien definidas y otras no tanto, aunque en el mercado haya personas que mezclan los conceptos de alergias e intolerancias”. Para conocer la diferencia, el científico recomienda “recurrir a especialistas. Hay información sobre nutrición de precisión sustentada en tests de alergias, y pruebas genéticas, que sirven para detectar algunas intolerancias, y que deben complementarse con otras determinaciones de composición corporal, bioquímicas y fenotípicas”, explica. En cualquier caso, esas pruebas deben ser “exhaustivas”, dice Martínez, para poder prescribir o retirar alimentos concretos”, continúa.
Junto a algunas pruebas del aliento, como las que pueden identificar la intolerancia a la lactosa, o algunos test para la intolerancia al gluten, en líneas generales, “el único método fiable para el diagnóstico de las intolerancias alimentarias es la recogida detallada de información por parte del paciente, incluyendo qué alimentos se toman y los síntomas que aparecen”, indica Martínez Olmos. “Una vez que se identifica el alimento sospechoso, se puede tratar de confirmar la intolerancia con alguna prueba específica, si la hay, como la de hidrógeno espirado tras tomar lactosa”, añade. Pero el mejor método, concluye, “es excluir el alimento de la dieta y ver si desaparecen los síntomas”.
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