El modelo ‘Shokuiku’, educación en buenos hábitos para una vida saludable
Más allá de aprender a elegir comestibles, la formación alimentaria también engloba aspectos relacionados con la conducta
La sociedad española se preocupa por tener una vida saludable. Un 65% de los españoles dice hacerlo, según una encuesta del instituto de investigación de mercados DYM. La alimentación forma parte de la fórmula para conseguir este objetivo y la educación alimentaria es una herramienta para alcanzarlo. Japón es un país que lleva años tomándose a raja tabla la importancia de tener un buen conocimiento sobre la nutrición y la alimentación. En 2005, se promulgó la Ley Básica del Shokuiku, la primera que regula l...
La sociedad española se preocupa por tener una vida saludable. Un 65% de los españoles dice hacerlo, según una encuesta del instituto de investigación de mercados DYM. La alimentación forma parte de la fórmula para conseguir este objetivo y la educación alimentaria es una herramienta para alcanzarlo. Japón es un país que lleva años tomándose a raja tabla la importancia de tener un buen conocimiento sobre la nutrición y la alimentación. En 2005, se promulgó la Ley Básica del Shokuiku, la primera que regula la dieta y los hábitos alimentarios. La idea que persigue es apoyar la cultura alimentaria, teniendo un papel muy importante los programas escolares, según explica una investigación publicada por Asia Pacific Journal of Clinical Nutrition.
Isabel Campos, dietista-nutricionista y vocal del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Madrid (CODINMA), explica que la educación alimentaria consiste en aportar conocimientos en nutrición y también información “veraz y adecuada” sobre cómo llevar unos buenos hábitos alimentarios. La formación sobre buenos hábitos alimentarios no significa únicamente conocer qué alimentos son buenos o cuáles no, sino que también engloba otros aspectos relacionados con la conducta: cuándo se come por emociones, sensaciones de hambre, saciedad... Es decir, los factores que pueden ir influenciados en la nutrición y en la alimentación. “Con esta educación intentamos hacer prevención de trastornos de la conducta alimentaria y, sobre todo, para la predisposición para la obesidad y el sobrepeso”, defiende. El 23,3% de los niños de esta franja de edad sufren sobrepeso y el 17,3% obesidad, según el estudio ALADINO de 2019 compuesto por más de 16.000 alumnos de entre 6 y 9 años de 276 colegios de primaria.
El objetivo de la educación alimentaria es conseguir que aquellos colectivos en los que se enseñe estos conocimientos puedan crear unos buenos hábitos alimentarios y, sobre todo, mantenerlos de por vida. Es por este motivo por el que, según el dietista-nutricionista Aitor Sánchez, aunque esta educación es deseable en todas las franjas de edad, en ciertas sea aún más pertinente: “Cuando hablamos de población infantil, estos están construyendo sus hábitos y forma parte de un proceso mucho más sensible”. Además, Sánchez defiende que “no todo se puede inculcar ni todos los objetivos de salud pública se pueden conseguir mediante las recomendaciones oficiales, nada más”.
“El poder educar ahora de una manera adecuada nos va a evitar ya no solo riesgos a esa edad, sino también en la edad adulta”, añade Campos. La inclusión de esta educación se puede hacer a través de distintas vías: desde CODINMA apuestan por la inclusión de la educación desde colegios y si es a través de una asignatura “sería mucho mejor”, defiende una de sus vocales. “Tener ese espacio es superimportante y si ese conocimiento lo puede aportar un dietista-nutricionista sería muchísimo mejor”, explica.
Sánchez, por su parte, apuesta por una educación transversal e incluirlos en otros momentos escolares, no a través de asignaturas: “La alimentación se puede enseñar en otros momentos mediante las propias rutinas, en excursiones, la media mañana o en el comedor, hasta hacer talleres de cocina en la escuela”. Jara Pérez, investigadora en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC) aboga más por esta última idea: desde comedores donde se lleven a la práctica conocimientos, hasta incluir en asignaturas como ciencias sociales el uso histórico de los alimentos o en clases de educación física hablar sobre qué alimentos se necesitan según la actividad a desarrollar.
Una buena relación con la comida
Japón es un espejo en el que mirarse, defiende Sánchez, porque no buscan únicamente dar información teórica, sino que también pretende hacer partícipes a los niños y “empezar a compartir una buena relación con la comida”. “Tienen un modelo llamado Shokuiku. En este país no se comprende ese enfoque que se tiene muchas veces España de dar charlas aisladas, sino que buscan involucrarlos, por ejemplo, con huertos escolares donde pueden valorar y ver cómo es el cultivo de alimentos”, detalla. La ley Básica del Shokuiku se promulgó tras una creciente preocupación por el aumento del síndrome metabólico en hombres adultos y obesidad entre hombres de mediana edad y niños, según se detalla en el estudio mencionado anteriormente.
Pero, desde el Gobierno nipón quisieron ir más allá con la población más joven y dos años después de esta ley, en abril de 2007, se estableció el Sistema de Maestros de Dieta y Nutrición. De esta manera, se desplegaron maestros por las escuelas de primera y secundaria para educar a los niños en una dieta equilibrada para un desarrollo saludable, según se detalla en un informe sobre esta ley. Todo esto se hace con una asociación con todos los miembros del personal docente. Además de dar lecciones sobre nutrición para mejorar los hábitos, estos maestros se encargan de planear los menús de almuerzo y calcular los requisitos nutricionales de los estudiantes.
Campos incide en que una parte importante en la formación sobre alimentación es crear unos hábitos tolerando cierto margen: “Tenemos que enseñar a tener cierta flexibilidad, no generar esa polarización de pensamientos de ‘si no estoy comiendo de manera saludable, ya lo estoy haciendo mal’, porque ahí es donde se genera la culpa y muchas emociones que tenemos que ir trabajando”. De esta manera, se puede prevenir determinados trastornos o situaciones que pueden hacer que la persona ya no solo pueda tener un riesgo sobre su salud, ya no solo física, sino también a nivel mental.
Sánchez recuerda que el colectivo de dietistas y nutricionistas suelen trabajar “mano a mano” con el de psicología. “Comer es uno de los actos que hacemos realmente como un placer y como una manera de relacionarnos. El aspecto psicológico o emocional es fundamental”, sentencia.
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