La disrupción en la gestión de inversiones: lenta pero más pronunciada

Quizás el "tsunami tecnológico" arrase de manera más lenta que en otros sectores, pero sin duda alterará los modos y maneras en que los distintos jugadores participan

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En esta era de la revolución digital, que está transformando tantas industrias y sectores, la industria de servicios financieros y de inversión no podía ser una excepción. Además, en el caso de este sector, también conocido como de asesoramiento y gestión patrimonial, concurren una serie de circunstancias que hacen que esta disrupción vaya a ser aún mayor que en otros ámbitos. Quizás el "tsunami tecnológico" arrase de manera más lenta que en otras industrias, pero sin duda lo hará de manera más pronunciada, alterando los modos y maneras en que los distintos jugadores participan.

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En esta era de la revolución digital, que está transformando tantas industrias y sectores, la industria de servicios financieros y de inversión no podía ser una excepción. Además, en el caso de este sector, también conocido como de asesoramiento y gestión patrimonial, concurren una serie de circunstancias que hacen que esta disrupción vaya a ser aún mayor que en otros ámbitos. Quizás el "tsunami tecnológico" arrase de manera más lenta que en otras industrias, pero sin duda lo hará de manera más pronunciada, alterando los modos y maneras en que los distintos jugadores participan.

Pero para tratar de entenderlo mejor es necesario explicar brevemente cuál es el panorama actual de los servicios de asesoramiento y gestión patrimonial y por qué la revolución digital va a dinamitar el orden establecido. Centrándonos solo en España, estos servicios han estado hasta ahora mayoritariamente en manos de las poderosas redes bancarias, que han dictado su dominio y sus políticas de productos interviniendo en todos y cada uno de los eslabones de la cadena de valor.

Y, precisamente para contrarrestar esta posición de dominio y de abusos comerciales, ha surgido el germen de los cambios que se avecinan, impulsados por la revolución digital y acompañados por más vientos de cola: los nuevos requerimientos de transparencia y salvaguarda del inversor que trae la directiva comunitaria denominada MiFID II; el nuevo inversor que ya no tendrá el Síndrome de Estocolmo bancario que ha atenazado a sus padres; y la evidencia empírica de que el valor de este asesoramiento y gestión patrimonial bancarios ha sido, siendo generoso, muy escaso.

Hasta ahora, esta industria ha girado en torno a un objetivo principal: que los diferentes intervinientes en la cadena (que además suelen ser de la misma entidad) arañasen jugosas comisiones, que iban a engordar sus bolsillos y a mermar la rentabilidad de los inversores que han creído en estas recetas mágicas.

Ahora nos encontramos en un momento histórico para la industria: lo que va a traer la revolución digital a este sector es un nuevo concepto de asesoramiento y gestión del patrimonio, en las antípodas de lo que era habitual hasta hace bien poco. Y esta revolución la están protagonizando tres diferentes tipos de jugadores: Por un lado, las nuevas empresas fintech, startups que pueden considerarse nativas digitales, que han nacido bajo los principios básicos de transparencia, accesibilidad e innovación tecnológica. Por el otro, algunas instituciones financieras que están adaptándose, con mayor o menor acierto, al nuevo escenario digital. Y por último, diferentes plataformas digitales que dan soporte tecnológico a las entidades en sus esfuerzos de transformar el servicio que ofrecen a sus clientes.

Todos estos actores deben contar con una serie de requisitos o condiciones si quieren triunfar en este nuevo contexto. Deben ofrecer, ante todo, una total transparencia que otorgue credibilidad y confianza al cliente. Ligado a ello, deben evitar cualquier conflicto de intereses en su labor de asesoramiento, alineándose en todo momento con los intereses del ahorrador o inversor. Además, deben garantizar la usabilidad y facilidad en el uso de sus herramientas, de manera que los avances tecnológicos contribuyan a hacer accesible a cualquier persona servicios que hasta ahora solo se reservaban a los altos patrimonios. Por descontado, la disponibilidad de los ahorros en cualquier momento, 24 horas al día, y de manera totalmente online es imprescindible. Asimismo, y derivado del hecho de que se trata de servicios basados en tecnologías automatizadas, se rebajarán significativamente las comisiones para el cliente final.

Porque una industria como la actual, basada en ingentes cascadas de comisiones y donde empíricamente se demuestra que muy pocos de estos asesores o gestores realmente merecen lo que cobran, es una industria abocada a una profunda transformación. Las nuevas generaciones de ahorradores e inversores se darán cuenta de que lo sensato es invertir globalmente: "comprar el mundo" a través de carteras basadas en fondos índices o ETF de bajo coste, salvo algunas apuestas o gestores puntuales que puedan merecer la pena.

Y, sobre todo, cobrarán conciencia en torno a la importancia de aportar sistemáticamente todos los meses, teniendo siempre en mente el largo plazo, olvidarse del ruido de los mercados y disfrutar de la vida. Quizás esto suena poco excitante, incluso aburrido, pero, desde luego, es tremendamente eficaz.

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