COLUMNA

Poco y bueno, mejor que mucho y malo

¿Qué se le puede y se le debe razonablemente reclamar a Sánchez? No que dé ninguna vuelta a ninguna tortilla con su programa de máximos, pero sí que no perjudique el crecimiento económico

El ministro portugués de Finanzas, Mário Centeno, recibe la felicitación de sus colegas del Eurogrupo tras la victoria lusa en la Eurocopa de 2016JOHN THYS (AFP)

Con Pedro Sánchez, la economía española tiene una oportunidad de plata.

Pero es estrecha: llega a mitad de ejercicio; constreñida por un presupuesto ajeno; y en un entorno europeo (Italia, desaceleración de la eurozona) e internacional (alza del petróleo, proteccionismo) cada día menos favorable.

Y es fungible, no eterna. Pues no goza de una entera legislatura ni de apoyos homogéneos. Así que, ¿qué se le puede y se le debe razonablemente reclamar? No que dé ninguna vuelta a ninguna tortilla con su programa de máximos, ni siquiera con su Presupuesto alternativo del 11 de abril....

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Con Pedro Sánchez, la economía española tiene una oportunidad de plata.

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Pero es estrecha: llega a mitad de ejercicio; constreñida por un presupuesto ajeno; y en un entorno europeo (Italia, desaceleración de la eurozona) e internacional (alza del petróleo, proteccionismo) cada día menos favorable.

Y es fungible, no eterna. Pues no goza de una entera legislatura ni de apoyos homogéneos. Así que, ¿qué se le puede y se le debe razonablemente reclamar? No que dé ninguna vuelta a ninguna tortilla con su programa de máximos, ni siquiera con su Presupuesto alternativo del 11 de abril.

Pero sí que no perjudique el crecimiento económico aún en marcha —cercano al 3% anual por cuarto año—, tributario de los vientos de cola exteriores, declinantes pero aún efectivos.

El contraejemplo es Italia, cuyo programa dúo-populista consigna una reducción de ingresos. Y un aumento de gastos de 65.000 millones de euros, casi un 3% del PIB que, sumado al déficit del 2% previsto para 2019 por Bruselas, sumaría un desequilibrio faraónico del 5%: el seguro camino a la quiebra de las reglas europeas... y de las finanzas propias.

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Hay que aislarse de la aventura italiana, alejar el fantasma de repetir el apareamiento de 2012, cuando las dos grandes economías mediterráneas corrieron el peligro de ser sepultadas.

Por eso debe celebrarse la promesa de Sánchez —en la moción de censura—, de mantener a todo precio "la estabilidad presupuestaria y macroeconómica". Aunque la Autoridad Fiscal (AireF) dudaba de que el Gobierno censurado llegase a cumplir sus propios compromisos: veía "improbable" el déficit al 2,2% del PIB en 2018.

Que el nuevo Gobierno disponga de escaso margen significa que no puede emprender muchas políticas que sin duda desearía.

Pero escaso no significa nulo. Puede hacer algunas cosas. Respetando el marco fiscal europeo. Como en Portugal: "de forma distinta, pero cumpliendo las reglas".

Como el Gobierno Costa, puede introducir (algunos) elementos de lógicas distintas, alguna prioridad selectiva de prudente expansionismo post-austeritario.

Dada su minoría, Sánchez necesitará habilidad portuguesa (¡con el ministro de Economía,Mário Centeno, presidiendo la cueva rigorista del Eurogrupo!) y apoyos de apariencia contranatura. Sobre todo en la inaplazable (aun minimalista) agenda social.

Dos ejemplos. En las pensiones, deberia recabar el apoyo del PP a su subida según el IPC previsto, y al menos en las fórmulas que el anterior Gobierno propuso (entre otras, el nuevo impuesto a las tecnológicas), solo buscando completarlas con otras tasas si resultase imprescindible.

En la revisión (no necesariamente completa reversión) de la reforma laboral, su pacto con Ciudadanos (Acuerdo para un Gobierno reformista y de progreso, febrero de 2016) ofrece un amplio arsenal de medidas factibles: sobre todo para la penalización del abuso de los empleos temporales, o para el aumento de las políticas activas tendentes a recolocar a los parados de larga duración.

Esas trascendentales minucias que al anterior gabinete se le olvidaron hasta el último suspiro.

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