Análisis

El Jefe de los patriotas saqueadores

De tanto poner la mano (derecha) en el fuego por sus empleados-tesoreros, se le está carbonizando

El extesorero de CDC Daniel Osácar.MARTA PÉREZ (EFE)

De tanto poner la mano (derecha) en el fuego por sus empleados-tesoreros, se le está carbonizando. Como Pedro antes del gallo, niega lo obvio demasiadas veces.

“No hay irregularidades en las actuaciones del extesorero”, dijo de Daniel Osàcar en marzo de 2011. “Sea comprensivo con la situación personal de Osàcar... incluso benévolo”, impetró a Albert Rivera en julio de 2013 (aludía a su reciente viudedad).

“Pongo la mano en el fuego” por Osàcar, reiteró en septiembre de 2015. El “máximo y único responsable” de finanzas de CDC es “el administrador”: “confío en que no me equivocaré”...

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De tanto poner la mano (derecha) en el fuego por sus empleados-tesoreros, se le está carbonizando. Como Pedro antes del gallo, niega lo obvio demasiadas veces.

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“No hay irregularidades en las actuaciones del extesorero”, dijo de Daniel Osàcar en marzo de 2011. “Sea comprensivo con la situación personal de Osàcar... incluso benévolo”, impetró a Albert Rivera en julio de 2013 (aludía a su reciente viudedad).

“Pongo la mano en el fuego” por Osàcar, reiteró en septiembre de 2015. El “máximo y único responsable” de finanzas de CDC es “el administrador”: “confío en que no me equivocaré”, se autoapostilló.

“No ha habido financiación irregular en Convergència, lo puedo decir más alto pero no más claro”, quintuplicó, ay, ay, ay, a final del pasado febrero. “Me siento responsable de estas personas porque jamás se meterían un euro en el bolsillo; siempre he tenido confianza en Osàcar”, remató el pasado día 2 desde Oxford. Y ayer siguió en sus trece: con tantos legajos, datos y testimonios, amigos y enemigos, en contra.

Judicialmente, el jefe político de los patriotas saqueadores del Palau de la Música Catalana, sede y templo hollado —para indignación de tantos ciudadanos— de la catalanidad y de la resistencia antifranquista, no figura personalmente en el proceso.

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No le aparece, pues, responsabilidad criminal individual. Pero sí responsabilidad política. A marchamartillo. Analicemos su propio criterio. Tambaleante. En julio de 2013 alardeó ante el Parlament: “Si ustedes quieren que diga que de lo que se desprenda del caso Palau he de dimitir, ya les digo que no lo haré; ni estoy imputado, ni he sido nunca responsable de las finanzas de mi partido”, se escapaba.

“No me temblará la mano al asumir responsabilidades” si median “hechos demostrados”, se autocorrigió, ante la correosa insistencia del socialista Miquel Iceta en el Parlament, dos años después.

En eso estamos. En la responsabilidad política. Sostiene el Jefe que otorgó a sus tesoreros “plenos poderes” financieros de su partido, sin dar cuentas (sic) a nadie.

Si salieron rana, si se liaron y aliaron con otros empleados del Jefe, pero no del partido sino de la Generalitat, para financiar ilegalmente el tinglado a cambio de obtener concesiones de obras públicas, como se va acreditando sólidamente en el juicio... si sucedió todo eso, serán culpables criminales los pillados con las manos en la Masa: con mayúscula.

Pero políticamente la responsabilidad corresponde a quien les nombró y les usó. Por partida doble. Quien dio poderes a los tesoreros del partido y quien designó o ratificó, directa o indirectamente, a los responsables de la contratación de las obras de la Generalitat. La misma y única persona.

La responsabilidad política no es un sucedáneo de la penal. Es la contrapartida correctora de una decisión, o una secuencia de decisiones, mal tomada: errónea, engañosa, abusiva. Hacerse responsable significa imposibilitar la mera hipótesis de reiterar el fiasco. Implica la radical auto- inhabilitación. La auténtica. La definitiva.

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