La resistencia del pueblo mosetén a la extinción toma un nuevo impulso gracias a un diccionario franciscano del siglo XIX

El libro, que acaba de ser inscrito en el programa Memoria del Mundo de la Unesco, recoge una traducción en castellano de la lengua de esta nación indígena de Bolivia, ocupada históricamente por aimaras, quechuas y misiones evangelizadoras. El idioma, con solo 737 hablantes, está en peligro de extinción

El diccionario mosetén-castellano, de 1874, inscrito el pasado noviembre en el programa Memoria del Mundo de la Unesco. Imagen del 5 de noviembre de 2024, cedida por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef).Meztly Pacassi

En el norte de la ciudad de La Paz, en una región de transición ecológica en la que conviven montañas y llanos, se asentaron hace cientos de años los mosetenes, originalmente nómadas. Ubicados en un espacio limítrofe, han tenido que convivir con la ocupación de aimaras y quechuas desde el occidente y con las misiones que evangelizaban el Amazonas por el norte. Por ello, la inscripción, el pasado noviembre, del Diccionario mosetén-castellano (1874) en el programa Memoria del Mundo de la Unesco es un acto de resistencia de una nación cuya lengua, con 757 hablantes, está al borde de la extinción.

Un total de 3.516 personas se identifican como mosetenes, de acuerdo con el censo de 2012 (el último disponible con estos datos), pero solo hablan la lengua 414 hombres y 343 mujeres. La mayoría de ellos son ancianos. “El proceso de modernización está provocando que los niños dejen paulatinamente de usar esa lengua. Además, los profesores de la región provienen del área andina y son hablantes de quechua y aimara. El único lenguaje que tienen para comunicarse es el castellano, aunque hay intentos desde el Estado para promover el idioma [el Ministerio de Educación incluyó en 2022 su aprendizaje en la libreta escolar]”, dice el antropólogo Milton Eyzaguirre, jefe de la unidad de Extensión Cultural del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), entidad propietaria del diccionario.

En un proceso acelerado de pérdida de la lengua, donde menos de la mitad de estos pobladores la hablan, el diccionario permitirá reforzar las identidades y revalorizar el uso de la lengua

Algunas pesquisas relacionan el mosetén con el macropano (Perú-Bolivia) y el macro-guaykurú (Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina). “Entendemos que esta lengua se habla a nivel sudamericano porque estas poblaciones iban migrando permanentemente. Por los datos que tenemos, estos procesos migratorios probablemente abarcaron estos países en el periodo prehispánico y colonial”, asegura Eyzaguirre. A pesar de esta supuesta influencia, el idioma es uno de los 30 de Bolivia que la Unesco ha detectado como vulnerable o en peligro de extinción. Su caso no es tan dramático como el bauré, con alrededor de 60 hablantes, pero su desaparición, según la Unesco, es inminente.

El contacto con aimaras y quechuas, culturas predominantes del país, ha provocado transformaciones en las tradiciones de los mosetenes. La más relevante es el cambio del nomadismo, basado en la recolección y pesca, al sedentarismo. “Desde la década de 1960 ha habido incursiones quechuas y aimaras para el cultivo de cacao, café, coca y la explotación de madera. Con ellos, trajeron la concepción de agricultura y la noción individual de la tierra, porque [los mosetenes] entendían el espacio amazónico como uno solo, un amplio territorio que recorrían de acuerdo con las estaciones y las condiciones climáticas”, explica Eyzaguirre. Las migraciones y la baja natalidad de mujeres de la nación Mosetén han provocado matrimonios interétnicos, con comunidades andinas o con los chimanés, cuya lengua, con cerca de 9.000 hablantes, es considerada hermana del mosetén.

El lomo en cuero rojo del diccionario mosetén-castellano. Imagen cedida por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef). Meztly Pacassi

Daño y beneficio de las misiones

Sin embargo, el proceso de aculturación más intenso llegó un siglo antes, a través de las misiones franciscanas, con la imposición del matrimonio monógamo, la prohibición de las uniones entre parejas masculinas, el despojo de sus nombres nativos y una espiritualidad ajena. Los misioneros fueron una maldición y una bendición, porque fueron ellos los autores del Diccionario mosetén-castellano, probablemente el italiano Benigno Bibolotti, que estuvo en la región entre 1857 y 1868, o el español Nicolás Armentia, quien vivió en Bolivia desde 1873 hasta 1880. El carácter itinerante que tenían inicialmente los mosetenes impidió que tuvieran relación con las conocidas reducciones jesuitas establecidas en la Amazonía durante la colonia, desde 1609 hasta su expulsión por el rey Carlos III en 1767. No fue hasta finales del siglo XVIII, en 1790, con la fundación de la Misión de San Francisco de Mosetenes, que la congregación católica de los redentoristas, a través de los franciscanos, tuvieron contacto con esta nación indígena, una de las 36 reconocidas por la constitución boliviana.

“Con la independencia de Bolivia en 1825, se expulsó a los franciscanos porque se decía que tenían muchas propiedades en las ciudades, pero, más o menos, en 1835, el presidente Andrés de Santa Cruz les pidió que regresaran con un motivo estratégico. Había muchas zonas con poca presencia del Estado y una forma de articular el país era a través de la religión católica”, detalla el arqueólogo. Del complejo proceso de conversión —se sabe de la muerte de dos curas a manos de los nativos en 1857 y 1862, y de una viruela que arrasó la comunidad— surgió en 1874 el Diccionario mosetén-castellano, un manuscrito de 341 páginas, de cuero rojo y 16 centímetros de alto, escrito con una tinta ferrogálica que ha dejado sus páginas rugosas.

El diccionario

“En un proceso acelerado de pérdida de la lengua, donde menos de la mitad de estos pobladores la hablan, el diccionario permitirá reforzar las identidades y revalorizar el uso de la lengua”, se lee en el formulario de postulación enviado a la Unesco, en el que participaron el argentino Andrés Eichmann, filólogo hispano en la Universidad de Navarra, y la inglesa Rebecca Ellis, antropóloga que trabajó con los mosetenes. Ya existen otros tres diccionarios impresos del mosetén: el de Armentia, publicado en 1903 en Argentina; el que Bibolotti lanzó en 1917 en Estados Unidos, y otro de 2011 publicado en conjunto por la Organización del Pueblo Indígena Mosetén (OPIM), la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) y el Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe para los Países Andinos (Proeib). Pero el que ha sido declarado como Memoria del Mundo es la primera fuente escrita que describe el contacto entre franciscanos y mosetenes.

Está firmado en Covendo, en 1874. Como curiosidad, el idioma se escribe en el manuscrito como “moseteno”. Esto, explican algunos relatos etnográficos, se debe a que los habitantes antiguos eran llamados mosetenos y los jóvenes mosetenes. Tiene 11 partes: breve noticia sobre el idioma moseteno; diccionario castellano-moseteno; diccionario moseteno-castellano; nombres de parentesco; puntos cardinales; numeración; pronombres; conjugaciones; preguntas para un casamiento; frases para ejercitarse en el moseteno; y doctrina cristiana en idioma moseteno. En el primer capítulo, que es una especie de introducción, se mencionan tres misiones que hablan esta lengua, y al padre Andrés Herrero, responsable de restaurar las reducciones franciscanas en Bolivia, y quien permaneció en el país después de la guerra de la Independencia.

Primera página del diccionario en el que se puede ver la nota de venta de León Loza a Arthur Posnansky. Imagen del 5 de noviembre de 2024, cedida por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef).Meztly Pacassi

Uno de los valores del libro que se argumentó desde el Musef para su inscripción en el programa Memoria del Mundo es que representa las maneras diferenciadas de comunicación entre hombres y mujeres mosetenes. Las mujeres se expresan de una forma y los hombres utilizan otras palabras para decir lo mismo, una particularidad que comparten varias sociedades amazónicas. “En estas comunidades hay un marcado nivel de matrilinealidad (…) en este sentido, las mujeres tienen mucha incidencia, lo que ha impactado en el uso de la lengua, la cual se distingue por género. En este documento se manejan las formas antiguas de la relación lingüística que permiten entender la estructura de las sociedades, donde las mujeres definen con quién casarse”, se lee en el formulario de postulación.

Además, en la primera página aparece una hoja de venta fechada en febrero de 1940, de León Loza, periodista con vocación de recuperar documentos y cuya colección forma parte del Musef, a Arthur Posnansky, célebre arqueólogo, cineasta y escritor austrohúngaro estudioso del pasado prehispánico de Bolivia. Los cerca de 11.600 documentos que componían la biblioteca del investigador europeo son parte del museo desde 2013. Desde la institución dicen que el siguiente paso con el diccionario es transcribirlo, editarlo y lanzar una nueva edición. Una tarea similar se realizó en marzo de este año con el diccionario de la lengua moxa, en las tierras bajas de Bolivia, donde se establecieron 16 misiones en 1701.

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