Mil millones de euros para salvar a un millón de bebés
Una investigación concluye que una serie de cuidados prenatales reduciría notablemente las muertes perinatales y la cantidad de bebés prematuros y con bajo peso, especialmente en el sur de Asia y en África subsahariana
Una ecografía, aspirina en bajas dosis, progesterona vaginal, suplementos de proteínas, esperar algunos segundos a pinzar el cordón umbilical tras el parto y otras medidas preventivas de escaso coste y fácil aplicación pueden salvar de la muerte a un millón de bebés cada año y evitar que 5,2 millones nazcan prematuros o por debajo de su peso. Todo ello por 1.100 millones de dólares (1.000 millones de euros), que representan solo una “parte de lo que otros programas sanitarios mundiales reciben”, según una investigación publicada hoy por la revista médica The Lancet, en la que se insta a actuar urgentemente para lograr que todos los niños lleguen al mundo “con las mismas oportunidades”.
En 2020, nacieron 135 millones de niños y 35 millones de ellos (es decir, uno de cuatro nacidos vivos) llegaron al mundo antes de las 40 semanas de gestación o por debajo del peso adecuado. Los expertos de The Lancet los agrupan a todos en una nueva definición: “Small Vulnerable Newborns (SVN)”, pequeños recién nacidos vulnerables. Además, hubo 1,9 millones de mortinatos (muertes fetales en los tres últimos meses de gestación y durante el parto) y 2,3 millones de niños fallecieron en sus primeros 28 días de vida. La mitad de ellos habían registrado fragilidades al nacer. Concretamente, las medidas preventivas propuestas por los investigadores evitarían, según sus cálculos, 566.000 mortinatos y 476.000 muertes neonatales.
En el año 2020, 35 millones de bebés (es decir, uno de cada cuatro nacidos vivos) llegaron al mundo antes de las 40 semanas de gestación o por debajo del peso adecuado
“Nos gustaría pensar que todos los recién nacidos son iguales, es decir, que todos tienen las mismas oportunidades en la vida. Pero no es así: una cuarta parte de los bebés ya corren un riesgo mucho mayor de morir, de tener retraso en el desarrollo, problemas nutricionales y dificultades de salud de por vida. Esto es una violación de los derechos humanos”, explica a este diario el profesor Per Ashorn, de la Universidad de Tampere (Finlandia) y autor principal de la serie. El experto se refiere a que los niños vulnerables se convierten en muchos casos en adultos vulnerables, es decir, en personas con problemas de salud crónicos, lo que marca su vida y significa también una carga económica importante para sus sociedades a largo plazo. Mucho más alta que el coste de estas medidas preventivas, aseguran los autores de los artículos.
“Nuestro estudio cita algunas pruebas concretas que sabemos que funcionan, pero habla de un problema muy amplio. Hay que invertir con énfasis en cuidados prenatales de calidad, en prevenir desde el inicio del embarazo, o incluso antes, hasta el momento en que se corta el cordón umbilical. Eso incluye disponer de aparatos de ecografías, formar a médicos y enfermeras para que presten atención a estos cuidados y sobre todo hacer conscientes a las mujeres de sus derechos reproductivos: cuándo quieren quedarse embarazadas, cuántos hijos quieren tener y con quién”, matiza Marleen Temmerman, ginecóloga, investigadora en la Universidad Aga Khan de Nairobi y coautora del estudio de The Lancet.
La experta subraya que en Europa la mayoría de las mujeres van al ginecólogo en las primeras semanas de embarazo y saben exactamente en qué semana de gestación están. “Pero en países en vías de desarrollo esto no ocurre. Por ejemplo, en Kenia, solo las mujeres que tienen recursos financieros van a un ginecólogo en las primeras semanas de embarazo a hacerse una ecografía. Representan un 10% de la población. El resto no tiene acceso a gran parte de los ciudadanos en el sector público. Por eso, es difícil hacer la diferencia en el momento del parto entre un bebé prematuro o uno que nace a las 40 semanas de gestación, pero por debajo de su peso”, afirma.
Una simple prueba de sífilis
Temmerman acumula en la memoria casos de niños prematuros y nacidos muertos que han pasado por sus manos y podrían haberse evitado fácilmente. “Hace 15 años, una joven vino a verme en Kenia. Por segunda vez había dado a luz a un bebé muerto. No tenía hijos vivos y esa situación en África es realmente un desastre para la mujer. La examinamos y no vimos nada especial, pero le hicimos, casi por casualidad, una prueba de sífilis y dio positivo. La de su marido también. Les dimos antibióticos y le dijimos que si volvía a quedarse embarazada viniera rápidamente para poder acompañarla en su embarazo. Un año después pudo dar a luz un bebé”, recuerda.
Hay que invertir con énfasis en cuidados prenatales de calidad, en prevenir desde el inicio del embarazo hasta el momento en que se corta el cordón umbilicalMarleen Temmerman, coautora de la investigación
Más de la mitad de los bebés con fragilidades nacen en el sur de Asia, un 20% en el África subsahariana y un 16% en América Latina y el Caribe. Por ello, los expertos proponen aplicar esta serie de medidas preventivas en 81 países de renta baja y media para que en 2030 se logre prevenir el 32% de los mortinatos, el 20% de las muertes de recién nacidos y el 18% de todos los nacimientos de bebés vulnerables, cifras que se acercarían a los objetivos de desarrollo sostenible fijados por la comunidad internacional. Estos cuidados prenatales cuya eficacia está probada son: tratamiento de bacteriuria asintomática (BA) (una infección de tracto urinario), tratamiento de sífilis, suplementos de micronutrientes, disuasión del consumo de tabaco, suplementos de proteínas, aspirina en dosis bajas, progesterona por vía vaginal y prevención del paludismo durante el embarazo. Algunos de estos cuidados se recomiendan para todas las embarazadas y otros solo para gestantes que presenten riesgos y para ello es necesario realizar una revisión temprana e, idealmente, una ecografía.
A estas medidas se suman dos especialmente concebidas para los niños prematuros: corticosteroides prenatales, medicamentos para madres con riesgo de parto prematuro que aceleran el desarrollo pulmonar fetal, y el pinzamiento tardío del cordón umbilical. Es decir, esperar hasta tres minutos para cortar el cordón umbilical para que continúe el flujo sanguíneo entre la madre y el bebé, lo que puede ayudar a respirar y a disminuir el riesgo de hemorragia y otras complicaciones. Si a estos cuidados se añaden suplementos en Omega 3, calcio y zinc durante la gestación, se podrían impedir más de ocho millones de nacimientos de niños prematuros y de bajo peso, por un coste de 4.100 millones de dólares (3.713 millones de euros) al año, según los expertos de The Lancet.
Tiempo perdido
Desde una perspectiva europea, estas medidas preventivas pueden parecer sencillas. En una zona rural de Kenia, afirma la ginecóloga Marleen Temmerman, son más complicadas. “Por eso necesitamos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiende, por ejemplo, realizar una ecografía en las primeras semanas del embarazo, porque con esa directriz, se puede hacer llamamientos a ministerios, ONG y donantes para ponernos de acuerdo, encontrar los medios para aplicarla”, insiste la experta, en una entrevista con este diario.
Y en el ámbito nacional, es urgente afinar los registros, porque en este momento solo 103 de los 194 Estados miembros de la OMS tienen datos sobre bebés prematuros, en gran parte debido a que en muchos de estos países es imposible saber en qué semana de gestación se encuentra la mujer que está dando a luz, debido a la ausencia de cuidados y revisiones prenatales.
Nos gustaría pensar que todos los recién nacidos son iguales, es decir, que todos tienen las mismas oportunidades en la vida. Pero no es así.Per Ashorn, principal autor de la investigación
“La comunidad internacional no ha apreciado la magnitud y la carga del problema y no se ha puesto de acuerdo sobre la mejor manera de abordarlo. Se ha visto de forma demasiado estrecha como un problema sanitario y, por tanto, no se ha creado una coalición suficientemente amplia de actores que puedan protagonizar un cambio”, opina Ashorn. Los autores del informe lamentan que esta visión reducida del problema ha hecho que se pierda mucho tiempo en los últimos 30 años. Pero, “una modesta inversión adicional y un compromiso nacional podrían suponer una gran diferencia”, concluye Robert Black, de la Escuela de Salud Pública Bloomberg, de la Universidad Johns Hopkins y coautor de esta investigación.
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