Los activistas de Sudán que mantienen a la población con vida en medio de la guerra
Los combates han empujado la capital al borde del colapso total, pero comités vecinales surgidos en la larga lucha del país por la democracia tratan de paliar el vacío del Estado y las agencias humanitarias
Los encarnizados enfrentamientos armados que estallaron el pasado 15 de abril en Sudán entre el Ejército regular y las fuerzas paramilitares más poderosas del país han colocado rápidamente a la capital, Jartum, al borde del colapso total. La magnitud de la destrucción causada por los combates es difícil de calcular, y las actividades del Estado y de grupos de asistencia social han quedado en gran medida suspendidas. Pero, en medio de este derrumbe general, se han movilizado redes vecinales más informales que están intentando paliar el vacío, y que organizan el reparto de bienes básicos, coordinando atención médica, planificando evacuaciones y articulando un movimiento de oposición a la guerra.
“Nosotros no contamos con los generales, porque sabemos que no les importamos. Nosotros contamos con el pueblo”, resume un joven llamado Mohamed Elobaid. Aunque las iniciativas ciudadanas han sido muy diversas, al frente de estos esfuerzos se encuentran los llamados comités de resistencia, como al que pertenece Elobaid en Omdurman, una de las ciudades hermanas que conforman la capital.
Las raíces de los comités se remontan al menos a la década de los noventa, pero estos ganaron mucha notoriedad durante las movilizaciones sociales de 2018 y 2019 que forzaron la caída del exdictador Omar Al Bashir tras casi 30 años en el cargo. Ya entonces, esta extensa red informal de grupos de revolucionarios —en su gran mayoría formada por jóvenes y muy arraigada en los barrios— demostró una gran habilidad para esquivar las tácticas represivas del régimen. Los fuertes lazos locales y su carácter descentralizado han sido claves para que lideraran también la movilización popular contra el golpe de Estado que los dos generales enfrentados ejecutaron juntos en 2021. Y ahora, son estas mismas estructuras las que tratan de frenar los efectos de su nueva embestida.
Nosotros no contamos con los generales, porque sabemos que no les importamos. Nosotros contamos con el puebloMohamed Elobaid, miembro de un comité de resistencia
Por delante tienen una empresa titánica. La escasez de comida, agua, medicinas, electricidad y combustible es cada vez más aguda. Mucha gente no tiene acceso a dinero en efectivo, y el sistema bancario está en gran medida paralizado. Un comité de médicos local informó que el 70% de los hospitales generales de Jartum y de los Estados cercanos han tenido que interrumpir sus operaciones desde que estalló el conflicto, mientras que el resto ofrece servicios muy básicos. Y los desplazamientos por algunos barrios, sobre todo los más castigados por los choques, son muy arriesgados y exigen de una cuidadosa planificación.
De la política a la distribución de comida
Cuando estalló la violencia, muchos de estos comités formaron gabinetes de emergencia para coordinar su acción. Y aunque nacieron originalmente como grupos eminentemente políticos, pusieron en el centro de su agenda también el apoyo material, tal y como explican a Planeta Futuro los cuatro activistas consultados, pertenecientes a cuatro comités distintos en Jartum. Distribuyen a cientos de familias comida, agua y otros productos básicos, como fórmula para bebés, insulina y suministros de primeros auxilios.
“La situación es muy difícil para el comité por el deterioro de la situación económica, los precios altos y la falta de caminos seguros. Pero hacemos lo que podemos”, relata Muhamad Ali, un joven de Bahri. “Y [esto es] gracias a los donantes de dentro y de fuera de Sudán y del propio comité, sin los que la situación habría sido peor”, agrega. En su caso son nueve miembros y seis voluntarios.
Hajoj Kuka, miembro de un comité de Jartum a quien el estallido de los combates le sorprendió fuera del país, explica que en su caso han sido afortunados porque hay algunas granjas en su zona, y esto ha facilitado el acceso a comida para repartir. “Intentamos reunir alimentos para la gente que no tiene acceso, o tiene demasiado miedo para ir a casa a buscar comida, o no tiene dinero”, cuenta por teléfono.
Para tratar de paliar el colapso del sistema sanitario y la escasez en los hospitales, algunos comités están recogiendo donativos para adquirir medicinas y equipos y material médico, y ayudan en la coordinación del personal médico de sus zonas. Kuka explica que en su barrio han habilitado una sala para poder realizar pequeñas intervenciones médicas ya que los hospitales cercanos están cerrados.
En los barrios donde se han producido combates, algunos comités se han movilizado para evacuar a ciudadanos atrapados, proporcionándoles pasos seguros a otros barrios o fuera de la capital. El joven Muhamad Ali afirma que los comités han puesto en contacto a donantes de combustible y vehículos con vecinos que querían escapar y no podían costear los gastos. La mayoría de los habitantes de Jartum no pueden huir porque no pueden afrontar los precios disparados del transporte, afirma Ali, y la mayoría de quienes se van lo hacen hacia Estados próximos a la capital, donde la situación de seguridad es mejor.
Muzdalifah Izz Al-Din, una joven activa en un comité en el sur de Jartum, señala que en su barrio han organizado un grupo nocturno para proteger la zona de robos y saqueos. Estos robos en ocasiones implican a miembros de alguno de los bandos enfrentados, sobre todo a las Fuerzas de Apoyo Rápido, que se han incrustado en algunos barrios.
Queremos mantener la idea de que nosotros, como civiles, tenemos poderHajoj Kuka, miembro de un comité de Jartum
Los entrevistados reconocen que la organización interna de sus comités se ha visto afectada por el estallido de los combates y por la partida de algunos miembros. Pero afirman que la existencia de vínculos estrechos entre ellos y una distribución de responsabilidades previa a los choques ha facilitado su movilización y su coordinación. “Cada uno tiene su rol y su forma de trabajar, ya sea por internet o reuniéndose [en persona]. E incluso en medio de los enfrentamientos esto no se detuvo, porque el objetivo es servir al barrio”, asegura Muzdalifah Izz Al-Din. “Te organizas con la gente de tu barrio, así que puedes ir a casa de los demás, te aseguras de que todo el mundo está bien, y la gente se sigue encontrando mucho, porque todos viven cerca”, dice Kuka.
En paralelo a estos grupos, también han surgido otras iniciativas, más informales, sobre todo por internet. Dos plataformas importantes están siendo Twitter y WhatsApp, donde mucha gente comparte trayectos y experiencias para moverse a otros países o pide ayuda por cuestiones concretas como dónde encontrar productos básicos o sobre el paradero y el estado de seres queridos.
A pesar de su movilización, los entrevistados notan que sus esfuerzos para evitar una catástrofe aún mayor son limitados y que es urgente el regreso de grandes organizaciones humanitarias con una infraestructura y medios muy superiores a los suyos, o al menos la canalización de recursos hacia ellos. “Si a la gente no la mata una bala, la matará el hambre, la matará la sed”, lamenta Izz Al-Din. “Espero que no muramos de hambre; espero que el estado del país mejore, espero muchas cosas buenas, si dios quiere. Somos optimistas, y creemos que esta crisis pasará, como todas las anteriores”.
Comités hostiles a ambos bandos
Los comités, además de coordinar y distribuir ayuda, se están manteniendo políticamente activos en la medida de lo posible. Muchos de ellos han difundido o han firmado comunicados en los que afirman no apoyar a ninguna de las partes enfrentadas, se declaran hostiles a los líderes de ambos bandos, y llaman a la población a protegerse y a seguir trabajando para alcanzar sus objetivos de disolver las milicias y reestructurar al Ejército. Kuka cuenta que desde el suyo han lanzado una campaña contra la guerra, haciendo pintadas en la calle y publicaciones en internet. “Todo es a pequeña escala, porque sigue siendo peligroso reunir a mucha gente. Pero estamos intentando encontrar formas de que el comité de resistencia permanezca, de que se oiga nuestra voz y de que esto no se convierta en algo en lo que los únicos actores sean la comunidad internacional, los políticos, el ejército”, afirma Kuka. “[Queremos] mantener la idea de que nosotros, como civiles, tenemos poder”, agrega.
A finales de febrero de 2022, cuatro meses después del golpe de Estado en Sudán, los comités de resistencia de Jartum, que siempre se mantuvieron movilizados, lograron un importante hito cuando acordaron y publicaron —tras un largo proceso de debate interno— una carta política. En ella expusieron por primera vez las líneas maestras de la propuesta que planteaban para salir de la crisis en la que estaba ya sumido el país, así como las bases sobre las que querían construir un nuevo Sudán. La carta representa una enmienda a la totalidad del proyecto nacional sudanés desde su independencia, y atribuye el fracaso a un enfoque político elitista incapaz de abordar las raíces de los problemas económicos, sociales y culturales del país, lo que ha acabado por destrozar su tejido social. El documento también afirma que la incapacidad de adoptar una visión de desarrollo que garantice una distribución justa y equitativa del poder y la riqueza es la causa de la rápida caída de anteriores intentos de transición en el país. Y hace un llamamiento a construir un Estado moderno, democrático y dirigido por civiles.
Desde entonces, se abrió un proceso para debatir el documento con todos los otros comités de resistencia de Sudán, algunos de los cuales habían publicado otros por su parte, para llegar a consensuar un texto unificado. A pesar de su labor política y su organización, la élite política del país, los generales golpistas y la comunidad internacional no intentaron incorporar a estos grupos en los procesos de negociaciones abiertos después del golpe.
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