La utopía agrícola que se hizo realidad en Malí
La película ‘Xaraasi Xanne’, sobre la historia de éxito de una cooperativa fundada en 1977 en el país africano por inmigrantes retornados de Francia, se alza con los premios al mejor documental y el ACERCA que otorgan Casa África y la AECID en el Festival de Cine Africano de Tarifa
Xaraasi xanne significa voces cruzadas en soninké, la lengua que hablan los pobladores a la ribera del río Senegal, que nace en Malí y serpentea entre Mauritania y Senegal hasta desembocar en el Atlántico por Saint Louis. De allí, del río, se decía originario Bouba Touré (Tafacirga, 1948-2022), codirector del documental Xaraasi Xanne (2022) que relata la historia ejemplar de Somankidi Coura, una cooperativa agrícola fundada en Malí en 1977 por trabajadores inmigrantes de África Occidental que malvivían en Francia. Y retornaron con el objetivo de ganarse la vida, cuidar su entorno y luchar contra el hambre.
La cinta ha resultado galardonada con el III Premio ACERCA que otorga la Agencia de Cooperación Española para el Desarrollo (AECID) a uno de los 10 largos que compiten en la sección oficial Hipermetropía de la 19ª edición del Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT). “Por su llamada a mirar de frente algunos de los retos que aborda la Agenda 2030: las crisis medioambientales, las causas profundas de las migraciones, la soberanía alimentaria y, sobre todo, la necesaria prioridad al respeto de los derechos y la dignidad humana”, ha destacado el jurado.
El trabajo de Bouba Touré y Raphaël Grisey se ha alzado además con el reconocimiento al mejor trabajo documental del Festival, que concede Casa África. “Refleja el pasado, presente y futuro. Refleja cómo es la libertad”, ha valorado Lemohang Mosese, director de Lesoto, al anunciar el premio.
“Queríamos relacionar distintas diversas voces que gravitaban alrededor de la historia de la cooperativa, de esas personas migrantes en Francia y los antepasados de Bouba. Y la voz del río”, explica en una entrevista Raphaël Grisey, director del metraje, recién llegado de Hamburgo a la ciudad de Tarifa, mientras se quita el sueño del viaje nocturno con un café con leche. El propio Touré fue una de esas personas que nació francés en África, marchó a Europa en los setenta a buscarse el pan y encontró miseria, racismo y explotación, pero también lucha. Una época que documentó fotográficamente con dedicación y no ha dejado de difundir hasta su muerte el pasado enero.
Así fue como Grisey conoció a Touré. “Proyectaba diapositivas en mi casa cuando yo era niño”. En su labor por mostrar lo que sucedía en los hogares para inmigrantes, donde no había condiciones dignas, así como el nacimiento de un movimiento contra tal degradación, Touré recorría las viviendas de africanos y franceses, cargado con sus instantáneas. La relación de unas amigas comunes con la madre de Grisey, le abrió las puertas de su hogar. “Tenía una paciencia infinita para contar su historia a sus compatriotas, pero también a blancos de clase media como yo, que no teníamos ningún conocimiento”, recuerda el cineasta.
El archivo fotográfico de Touré es la memoria de Xaraasi Xanee, que también recoge la reflexión sobre la importancia de la agricultura africana para garantizar la seguridad alimentaria en el continente. Una que ya hicieron los emigrantes de los setenta que regresaron para fundar una cooperativa para cultivar a gran escala, pero con un sistema de riego respetuoso con el río y sin usar maquinaria pesada que destruiría el hábitat. “Hay que cuidar a las termitas”, canta una voz femenina en el documental.
Igual que hizo con la diáspora en Francia, Touré se convirtió en el documentalista y embajador de la utopía hecha realidad por los retornados de Somankidi Coura, en Malí. El largometraje ha sido una más de sus múltiples vías para difundir la positiva experiencia. “Podemos identificar en esta cinta algunos factores que desafían la reducción de la pobreza (ODS 1), el hambre cero (ODS 2), la salud y el bienestar (ODS 3), el acceso al agua limpia (ODS 6), la reducción de las desigualdades (ODS 10) o la consecución de comunidades en paz (ODS 16)”, ha estimado Elena González, jefa del departamento de promoción cultural de la AECID, en la gala de clausura del FCAT. “El uso audaz de diversos recursos audiovisuales, producidos a lo largo de varios años, así como la utilización de material de archivo, aporta el realismo para esta reflexión ineludible si queremos un desarrollo realmente sostenible y global”, ha agregado.
Lo que mostramos es que los antepasados ya hicieron propuestas; para su presente, pero también para el futuro”.Raphaël Grisey
“En el Sahel, en los setenta, ya habían hecho un análisis de la situación de hambre y la sequía. Y ahora es un tema actual”, subraya Grisey. En este sentido, la ONU viene alertando del riesgo de hambruna en el Sahel y el Cuerno de África debido a la prolongada sequía, cuyos efectos se verán rápidamente agravados por el impacto de la guerra en Ucrania sobre los mercados alimentarios. Tampoco las condiciones de los inmigrantes sin papeles en Europa ha cambiado tanto. Aún salen a la luz casos de explotación, violaciones de derechos humanos y trato indigno que, como ocurrió entonces, en ocasiones acaba en tragedia mortal.
De tal modo que la cooperativa Somankidi Coura era un proyecto “afro-futurista” hace casi medio siglo, apunta el cineasta. “El contexto no es el mismo, pero la lucha continúa. Lo que mostramos es que los antepasados ya hicieron propuestas; para su presente, pero también para el futuro”. En su posterior discurso de agradecimiento, recordaría que tras un proceso de escucha de más de 10 años, pudo entender a Bouba y las personas que habían luchado a su lado. “Europa tiene que prestar más atención a la gente que ya ha pensado en estos asuntos”, reclama.
La vida del galardonado documental no empieza y acaba en Tarifa. Igual que Touré llevaba diapositivas a las casas, Grisey quiere que su legado viaje por todos los confines del planeta. Por eso, además de planear la proyección de Xaraasi Xanee en África, Europa y América Latina, está trabajando en la digitalización de parte del extenso archivo fotográfico de su amigo. “Y quizá crear una asociación para continuar su labor de divulgación”, revela en español mezclado con portugués.
“Para Boube, la historia panafricana era muy importante para cambiar el destino del continente y contra la fatalidad de la emigración. La experiencia de la cooperativa muestra que se pueden organizar de forma intercontinental y sin ayuda de los Estados”, termina Grisey.
Una mención especial
En esta tercera edición del premio ACERCA, el jurado ha decidido hacer una mención especial a la película haitiana FREDA, de Gessica Géneus. “Por mostrar un retrato de las encrucijadas en las que se encuentran los seres humanos en sus vidas, que son también algunas de las motivaciones de la Agenda 2030: las desigualdades, la falta de oportunidades, la corrupción y los abusos de diversa índole, detonantes de la violencia”.
“Un valor fundamental de la película es el uso de la lengua criolla. El idioma y el color de la piel se muestran aquí como motivos de exclusión. Se abordan los retos para mejorar la educación (ODS 4), la igualdad de género (ODS 5), el respeto a la diversidad cultural o la paz (ODS 16); también se reflexiona acerca de las respuestas de cada personaje; unos acuden a las migraciones, otros a la violencia o al blanqueamiento de la piel”, agregan.
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