Crecer y abrirse paso en un suburbio de Cali a través del rap y el teatro

En los escenarios y a través de sus letras reivindicativas, los jóvenes de la comuna 1, uno de los barrios más estigmatizados de la ciudad colombiana, denuncian la pobreza, la exclusión social, la homofobia y la falta de oportunidades que los convirtió en protagonistas del paro nacional de hace un año

Escribía el ensayista y novelista argentino Ernesto Sábato en su libro La resistencia que el ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. La grieta para abrirse paso que han encontrado los raperos Andrés Mauricio Acosta El Poeta y Alejo Arias, dos de los 10 componentes del colectivo West Cream Klan, se cuela en forma de rimas y música a través de uno de los altavoces de la que llaman la habitación del pánico, una pequeña estancia recubierta de una fila de paneles acústicos para insonorizar, con un sencillo escritorio y silla de despacho, un sofá rojo a juego con las cortinas, un micro de pie y un ordenador que hace las labores de mesa de mezclas.

Aquí la banda de rap y hip hop ha establecido su centro de operaciones y estudio de grabación. “Somos un crew incidente en lo social / y así respaldan nuestras palabras y las malas energía / siempre dando fire. / Humildemente criado en esta selva de concreto / entre la calle y la academia / forjé mi criterio, rap expiro e inspiro…”, canta contundente Acosta, vestido con pantalón, camiseta y gorra negra frente al micro, en este espacio creativo que es el sótano de un edificio de Palmas II, uno de los barrios de la comuna 1, en Cali.

La comuna 1 es un suburbio de los 21 que rodean Cali y se asienta en la zona oeste de la ciudad, en la región colombiana del Valle del Cauca. En ella habitan 105.000 personas, una amalgama de población venida desde los años 60 del siglo pasado desde Nariño, otras zonas del Pacífico colombiano y migrantes de Venezuela Sus habitantes viven en la pobreza, en ocasiones extrema. En la imagen, una vista aérea de la comuna 1. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
Arriba el Telón es un grupo de teatro que se fundó en 1987 en la comuna 1 de Cali, la tercera ciudad más poblada del país. Esteban Acevedo, de 15 años, es actor desde hace algo más de un año. En la imagen, en un momento de la interpretación de la última obra en la que participó, titulada 'Solo Tierra'. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
"Llegar a un espacio donde reciben una acogida diferente, donde se sienten incluidos y que no importa si son indígenas, afro, de otro país, o de una orientación sexual distinta, eso les hace que se quieran quedar y empezar de nuevo y luchar contra esos miedos e inseguridades". La profesora Yury Andrea Marín, de 30 años, dirige una de las clases a la veintena de alumnos que conforman el grupo teatral 'Arriba El Telón', de la comuna 1 de Cali, del que forma parte Esteban Acevedo, al fondo de la imagen.Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
“Al principio era muy esquivo con la gente, hasta con Yury. No dejaba que se me acercaran ni que me abrazasen. Llegué aquí creyendo que me las sabía todas y pues no. Con el paso del tiempo me fui encariñando y me dejé enseñar”. Esteban Acevedo, de espaldas a la cámara, ensaya junto al grupo de compañeros del grupo teatral Arriba El Telón de la comuna 1 de Cali.Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
En 2021, el grupo de teatro Arriba El Telón representó 'Solo Tierra', una obra en la que se conjuga poesía y danza, y en la que se habla de los que buscan un nuevo horizonte y tierra, como la mayoría de habitantes de la comuna 1, pero la ignorancia, la xenofobia y la corrupción política, les ofrecen indiferencia, humillación y violencia. En la imagen, Esteban Acevedo representa un extracto de la obra. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
Ayuda en Acción inició el pasado octubre actividades en la comuna 1. Así, han empezado a impartir talleres de apoyo psicosocial para ofrecer oportunidades y salidas laborales a la juventud que vive en el barrio, incluidos los 23 integrantes de Arriba el Telón, que ensayan los jueves y los viernes. En la imagen, en primer plano, Ana Valentina junto a los demás compañeros del grupo. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
Para Andrés Mauricio Acosta, como para otros líderes sociales de la comuna 1 de Cali, la cultura se ha convertido en una de las palancas de cambio necesaria para el desarrollo de los jóvenes que viven en barrios marginales como el suyo. “Estamos muy acostumbrados a que nos digan qué debemos hacer y cómo; y sobre todo a que nos limiten. Pero yo soy una prueba viviente de que se puede llegar donde uno se proponga, aunque haya nacido en el barrio más alto de esta comuna”, expresa el rapero orgulloso.Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
“A veces nos enfocamos mucho en denunciar y en hablar de lo malo de acá, pero es que para eso ya están los medios amarillistas que resaltan la violencia, la inseguridad, la falta de inversión… Por eso es importante que haya gente como nosotros, que estamos haciendo cultura, sacando a 'pelaos' de las calles, dándoles la oportunidad de creer en sus sueños, de hacer música para la gente". La banda West Cream, que tiene programado publicar un disco a finales de 2022, quiere poner en marcha una fundación y un sello discográfico para los nuevos talentos que nacen en la comuna 1 de Cali. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
"Desde el 28 de abril, empezamos a hacer uso del derecho a manifestarnos y a hacer un bloqueo artístico, a través de la danza, el baile, la pintura. Y nosotros aportamos desde la base del rap y del hip hop”, explica Alejo Arias, de 28 años, que posa con el pañuelo de la Unión de Resistencias Cali, uno de los grupos juveniles más activos durante las protestas del paro nacional. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
"Me he vuelto un embajador de la comuna, todo el tiempo estoy tocando puertas afuera y en diferentes proyectos, para hacer que la gente se enamore del barrio y quieran venir a conocerlo, para que vean que se puede aportar”, reflexiona Andrés Mauricio Acosta, miembro de la banda de rap West Cream.Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)
"Mi rap se queja mucho de las diferencias entre clases sociales, pero mis letras también hablan de la injusticia, la corrupción y el abismo o la brecha social que vivimos nosotros como colombianos”, explica Alejo Arias. Este joven comenzó a cantar y respirar rap a los 12 años, a pesar de la oposición de sus padres, en Montebello, un pequeño municipio frente a la comuna 1, donde descubrió que sus inquietudes y necesidades eran similares a las de Acosta. En la imagen, Arias se sienta frente al ordenador y la mesa de mezclas de la banda de West Cream. Guillermo Jiménez Carazo (EL PAÍS)

La comuna 1 se asienta en una de las laderas que rodean a la ciudad de Cali, en la región colombiana del Valle del Cauca, entre las cuencas de los ríos Cali y Aguacatal. En este distrito caleño, de calles bulliciosas, a las que no llegan los autobuses y por las que transitan los jeepetos (un popular medio de transporte público en Colombia), las casas edificadas se salpican y amontonan en la loma sin orden ni concierto urbanístico, a primera vista; en ella habitan 105.000 personas, una amalgama de población venida desde los años 60 del siglo pasado desde Nariño, otras zonas del Pacífico colombiano y migrantes de Venezuela.

Estos suburbios, de los que Cali tiene 21, suelen nacer de barrios de invasión, asentamientos ilegales, es decir, terrenos ocupados por grupos de personas que buscan un futuro mejor en la ciudad y lejos de la guerra que ha azotado durante décadas a Colombia. Sus habitantes viven en la pobreza, en ocasiones extrema, y una gran mayoría son de clase social baja. En esta comuna, la población se reparte principalmente entre dos de los cinco barrios que conforman esta zona de la tercera ciudad más poblada del país: 25.000 de ellos viven entre Terrón Colorado y Vistahermosa, el barrio donde nació Acosta.

“La música se ha convertido en la herramienta pedagógica con la que yo trabajo acá”, explica el rapero y también bibliotecario público de Vistahermosa, de 33 años, sentado en el estudio de grabación junto a Arias, uno de sus compañeros de rimas en West Cream Klan. Pero este trabajo “con y por la comunidad” en el caso de Acosta, también apodado El Poeta, viene de lejos. Con apenas cinco años, acompañaba a su abuela materna, Aura Emilia Joaqui Buitron, líder del barrio, a las reuniones con los vecinos y desempeñar labores sociales y a partir de los 15 empezó a involucrarse en procesos de liderazgo juvenil. “Me sentía muy a gusto haciéndolo”, recuerda.

La escritura siempre estuvo presente en la vida de Acosta, y el rap llegó más tarde, alrededor de los 16 años, cuando la timidez le dejó cantar sus propias creaciones, y después de seguir la estela de otros grupos de hip hop que también nacerían en la comuna, como New School. De una manera progresiva, fue tomando el relevo de su abuela como líder comunitario. Y desde 2019, forma parte de West Cream, es el fotógrafo de la banda y participa en un taller para entrenar el freestyle, que se celebran las tardes de los martes y jueves, donde cualquiera del barrio puede acercarse, para luego participar en las batallas de gallos raperas que se celebran cada dos domingos del mes en las canchas de Villa del Mar, sitio tradicional de reunión para la formación desde sus inicios.

Para Acosta, como para otros líderes sociales del distrito, la cultura se ha convertido en una de las palancas de cambio necesaria para el desarrollo de los jóvenes que viven en barrios marginales como el suyo, en la que las oportunidades para avanzar brillan por su ausencia. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística en Colombia cifra en el 21% la tasa de desempleo de la población entre los 15 y los 28 años, en un país donde habitan 12,53 millones de adolescentes. “Estamos muy acostumbrados a que nos digan qué debemos hacer y cómo, y sobre todo a que nos limiten; pero yo soy una prueba viviente de que se puede llegar donde uno se proponga, aunque haya nacido en el barrio más alto y pobre de esta comuna”, expresa el rapero orgulloso.

De esa reflexión nació una canción que se llamaría Pensando con el alma y que cambiaría la ruta de sus letras. “Hace años, conocí a una persona a la que nunca la voy a olvidar. Me enseñó que había grupos que hacían un rap con mensaje, raperos cristianos, que más allá de su religión, tenían un propósito. Eso me cuestionó cuál era el mío, que yo, Andrés Mauricio Acosta, que estaba siendo muy duro con el Estado y la desigualdad entre clases sociales, qué estaba haciendo por cambiar esa realidad”, argumenta El Poeta.

Es importante que haya gente en el barrio que hagamos cultura, sacando a ‘pelaos’ de las calles, dando la oportunidad de creer en sus sueños

Andrés Mauricio Acosta, rapero de West Cream Klan

A través de sus rimas reivindicativas, West Cream denuncia la pobreza, la exclusión social, la corrupción y la violencia que sufrieron sus integrantes y otros muchos de su generación hace un año. Ellos, los jóvenes, fueron protagonistas del paro nacional, encabezando las protestas sociales que se extendieron por todo el país en 2021, que dejaron más de 80 muertos, y que en Cali tuvieron especial repercusión.

En Puerto Resistencia, el principal bastión en la ciudad durante las protestas, los diez componentes del colectivo animaron a los jóvenes a que protestaran y no le tuvieran miedo al Estado. “Desde el 28 de abril, empezamos a hacer uso del derecho a manifestarnos y a hacer un bloqueo artístico, a través de la danza, el baile, la pintura . Y nosotros aportamos desde la base del rap y del hip hop”, explica Arias, de 28 años, que también pertenece a la Unión de Resistencias Cali y a Portada Resiste, dos de los grupos más activos durante el paro nacional. “Llevamos 20 años de un gobierno de extrema derecha donde el continuismo es el que gobierna”, lamenta. Y desea que en las próximas elecciones presidenciales, que celebran la primera vuelta este domingo 29 de mayo, se conviertan en el inicio de una nueva etapa.

“Mi rap se queja mucho de las diferencias entre clases sociales, pero mis letras también hablan de la injusticia, la corrupción y el abismo o la brecha social que vivimos nosotros como colombianos”, explica Arias. Él comenzó a cantar y respirar rap a los 12 años, a pesar de la oposición de sus padres, en Montebello, un corregimiento ―municipio de extensión intermedia― frente a la comuna 1, donde descubrió que sus inquietudes y necesidades eran similares a las de Acosta.

De esas vivencias nacieron canciones como Barrio Adentro, que estrenará videoclip el próximo 21 de junio y que formará parte del disco de West Cream, que tienen programado lanzar a finales de 2022. En él, habrá letras con mensajes de protesta, pero también esperanza e ilusión para la comuna 1, donde quieren poner en marcha una fundación y un sello discográfico para los nuevos talentos que nacen en el barrio. “A veces nos enfocamos mucho en denunciar y en hablar de lo malo de acá, pero es que para eso ya están los medios amarillistas que resaltan la violencia, la inseguridad, la falta de inversión… Por eso es importante que haya gente como nosotros, que estamos haciendo cultura, sacando a pelaos de las calles, dándoles la oportunidad de creer en sus sueños, de hacer música para la gente; por eso son tan importantes las escuelas de salsa, la biblioteca, lugares que están sembrando sueños y esperanzas. Me he vuelto un embajador de la comuna, todo el tiempo estoy tocando puertas afuera y en diferentes proyectos, para hacer que la gente se enamore del barrio y quieran venir a conocerlo, para que vean que se puede aportar”, reflexiona Acosta.

El teatro como terapia

A cinco minutos del sótano de las Palmas I, donde graban e improvisan Acosta y Arias, en la Unidad Recreativa Tory Castro, que pertenece al barrio de Terrón Colorado, dentro de la comuna 1, el grupo teatral Arriba El Telón se reúne para ensayar. Esteban Acevedo entra por la puerta de la sala múltiple, junto a la piscina olímpica, donde esperan Yury Andrea Marín, su profesora, y varios de sus compañeros, también actores. Antes de empezar los ensayos, el joven de 15 años se funde en un abrazo colectivo con Ana Valentina, Michael y Gregory. “Al principio era muy esquivo con la gente, hasta con Yury. No dejaba que se me acercaran ni que me abrazasen. Llegué aquí creyendo que me las sabía todas y pues no. Con el paso del tiempo me fui encariñando y me dejé enseñar”, recuerda Acevedo. “Llegó con una actitud a la defensiva. Hasta las críticas constructivas se convertían, para él, en un ataque”, rememora Marín sobre la actitud del chico, antes de comenzar los primeros ejercicios de calentamiento con el grupo.

La grieta para renacer, de la que escribía Sábato, Esteban Acevedo la encontró en el teatro. Este adolescente había probado a bailar salsa y otras disciplinas, y deportes, pero lo que verdaderamente le enganchó fue actuar. A los 13 su vida cambió. Salió del armario frente a su madre, abuela y demás familia, a las que confesó que era gay, y encontró un muro de incomprensión que el teatro ha logrado derribar. “Actuar me da confianza y fuerzas para seguir día a día porque no soy una persona muy valiente, ni confío mucho en mí mismo”, reconoce.

Marín sabe a lo que se enfrentó Acevedo cuando llegó al grupo de teatro, recomendado por un amigo. Ella, también vecina de la comuna 1, vivió un proceso parecido con nueve años, cuando se unió al grupo artístico que ahora dirige. Arriba El Telón se conformó por el Teatro Esquina Latina en 1987 en el marco del programa Jóvenes, Teatro y Comunidad (JTC) y asociado desde sus inicios a la Red Popular de Teatro de Cali. “A nuestra comunidad llegan chicos y personas que han vivido la violencia, el desplazamiento de sus familias, la migración desde Venezuela… Todas situaciones y experiencias muy fuertes para ellos. Llegar a un espacio donde reciben una acogida diferente, donde se sienten incluidos y que no importa si son indígenas, afro, de otro país o de una orientación sexual distinta, les hace que se quieran quedar y empezar de nuevo; y luchar contra esos miedos e inseguridades”, contextualiza la directora artística.

En 2021, el grupo de teatro representó Solo Tierra, una obra en la que se conjugan poesía y danza, y en la que se habla de los que buscan un nuevo horizonte y tierra, como la mayoría de habitantes de la comuna 1, pero la ignorancia, la xenofobia y la corrupción política, les ofrecen indiferencia, humillación y violencia.

Ayuda en Acción inició el pasado octubre actividades en la comuna 1. Así, han empezado a impartir talleres de apoyo psicosocial para ofrecer oportunidades y salidas laborales a la juventud que vive en el barrio, incluidos tres de los 23 integrantes de Arriba el Telón, que ensayan los jueves y los viernes. “El teatro para nosotros es una excusa para llegar a la comunidad, porque nuestro interés no es formar actores, actrices, profesionales…. Si alguno de ellos se quiere finalmente dedicar a la interpretación, genial, pero nosotros lo que queremos es darles todas las herramientas que posee un actor, de saber cómo pararse en el escenario. Y así conseguimos dar a estos jóvenes que han crecido y viven en este contexto vulnerable herramientas para que en cualquier escenario como un colegio o una universidad sepan cómo enfrentarse a la vida”, explica Marín, también licenciada en psicología.

De este programa de Ayuda en Acción se han beneficiado 25 participantes de seis colectivos artísticos y culturales distintos, entre los que se encuentra Acevedo. “Esa explosión que hubo en Cali, ese descontento social del paro nacional y esa falta de oportunidades para los jóvenes, lo que nos mostraba es que necesitábamos que ellos volvieran a creer que podían ser gestores de su propio desarrollo. Así que decidimos darles herramientas para que ellos pudieran visibilizarse a través de procesos democráticos y no violentos”, explica Patricia Rosales España, coordinadora de la ONG en el Valle del Cauca y Cauca. “Enfocamos nuestro trabajo precisamente en visibilizar esas diferentes formas de ser joven en Cali. Analizamos la situación y vimos que teníamos que centrarnos en su proyecto de vida”, añade.

Un proyecto de vida que Acevedo siempre pensó que sería seguir la estela de su abuela y su madrina, las dos dedicadas a la enfermería, pero que ahora no descarta que esté ligado a la defensa de los derechos humanos y la abogacía. Sin embargo, la lección más relevante que ha recibido del teatro, confiesa, no ha sido la de saber qué futuro profesional quiere: “Me ha enseñado muchas cosas, pero lo más importante creo que ha sido simplemente expresarme y hacer las cosas que a mí me gustan porque me hacen sentir bien. Dejar atrás el miedo, ser yo mismo y no dejarme llevar por lo que piensan los demás”.

Este reportaje se realizó con el apoyo de Ayuda en Acción y el proyecto 1Planet4All, financiado por la Unión Europea. 

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