Covax distribuyó mil millones de vacunas hasta enero de 2022, la mitad de su objetivo
Hace un año llegó el primer cargamento de dosis a Ghana a través de esta plataforma creada para garantizar el acceso equitativo a la inmunización contra el coronavirus en 187 países. El retraso en las entregas, la dificultad técnica del reparto y los bulos han frenado su objetivo
Corre la mañana del 24 de febrero de 2021 y una comitiva oficial espera a pie de pista en el aeropuerto de Accra (Ghana). El avión que está a punto de aterrizar transporta las primeras 600.000 vacunas contra la covid-19 que el mecanismo Covax mandaría a un país, 10 meses después de su puesta en funcionamiento. Allí las esperaban, nerviosos y emocionados, entre otros, el presidente del país, Nana Akufo-Addo. “Después de un año de interrupciones, con más de 80.700 ganeses infectados con el virus y más de 580 vidas perdidas, el camino hacia la recuperación para el pueblo de Ghana finalmente puede comenzar”, declararían en un comunicado conjunto el representante de la OMS y de Unicef, Francis Kasolo y Anne-Claire Dufay, respectivamente, después de posar junto con el Ministro de Sanidad, Kwaku Agyeman-Manu, bajo una mascarilla y con los pulgares hacia arriba el día de la entrega del cargamento.
Desde el Gobierno de Ghana quisieron dar ejemplo a la mayoría de la población y el presidente, vicepresidente y las primeras y segundas damas, además de los líderes tradicionales, fueron los primeros en vacunarse. Pero la confianza no era el único problema. Hoy, un año después y tras 25 millones de unidades recibidas a través de Covax, el país tiene apenas un 14,4% de la población con la pauta completa y otro 9% que ha recibido solo una dosis.
Aquel día marcó un antes y un después en la carrera de Covax, la iniciativa liderada por la OMS, Naciones Unidas y GAVI (la Alianza para las Vacunas) para garantizar el acceso a la inmunización contra la covid-19 a todos: la primera hornada llegaba a un territorio donde aún la población no estaba protegida ni tenía acceso a ellas. “La gente estaba entusiasmada. Hubo una sensación de alivio de que se estuvieran tomando medidas para asegurar que la gente de Ghana estuviera protegida contra el virus”, contesta por correo electrónico Mrunal Shetye, jefe de Salud y Nutrición de la oficina de Unicef en el país africano. Sin embargo, 365 días después de que aterrizara la primera remesa, aquel entusiasmo se ha encontrado con la realidad de frente: la plataforma ha sufrido problemas en la adquisición, lo que ha ocasionado retrasos en sus planes de entregas, a lo que se añaden las dificultades de la distribución y la desinformación y las reticencias de la población.
En cuanto a las entregas y reparto, y a pesar de todos los esfuerzos, Covax no ha podido cumplir el compromiso que se marcó para 2021: la plataforma para la equidad mundial de las vacunas nació con el objetivo de proveer 2.000 millones de dosis a los países que forman parte del mecanismo, un total de 187 socios, entre los que hay 92 de renta media y baja. En el pasado enero se llegó a 1.000 millones de unidades distribuidas entre 144 países y para junio se esperan repartir otras 1.500 millones, 2.500 en total, 500 más de su número inicial, pero con un retraso de seis meses, si estos nuevos planes cumplen el calendario.
Desde sus inicios, Covax afrontó el reto de adquirir dosis para todos, para lo que creó el compromiso de Mercado Anticipado Covax (AMC, por sus siglas en inglés), un fondo que se nutre de la ayuda oficial al desarrollo de los donantes, así como del sector privado y la filantropía, para garantizar precios muy asequibles a las economías más precarias. No fue un camino fácil hasta llegar a esa primera entrega en Ghana, ya que el acaparamiento por parte de los países más ricos, gesto que hasta la ONU afeó, lastró su objetivo. “Los países ricos adquirieron todos los viales. La gente nos preguntaba por qué no compramos a Moderna. Eran muy caras, pero tampoco había disponibilidad hasta finales de 2021″, explicaba en una entrevista el pasado octubre Seth Berkley, director de GAVI, la Alianza Global para la Vacunación.
“Es un balance agridulce; más agrio que dulce, porque durante mucho tiempo, hasta septiembre del año pasado, nos veíamos en la impotencia de no conseguir vacunas suficientes para alcanzar el compromiso”, explica al teléfono Rafael Vilasanjuan, director de Análisis y Desarrollo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y miembro de la junta de GAVI. “Aunque esto no debe ensombrecer el hecho de que Covax es la única plataforma que ha sido capaz de proveer y de llegar a ese mínimo por ciento de inmunización en los países de renta media y baja”, añade. El mundo está claramente descompensado entre el Norte y el Sur en cuanto a tasas de protección, pues solo el 12% de las personas en países de bajos ingresos han recibido al menos una dosis, según datos de Our World in Data.
Una comisión para reforzar la distribución
Covax, que nació como uno los tres pilares del Acelerador de Acceso a Herramientas Covid-19 (ACT, en sus siglas en inglés), y que se lanzó en abril de 2020 en respuesta a la pandemia, ha puesto en marcha desde el pasado enero una nueva comisión para agilizar la distribución de las vacunas, una vez normalizado el flujo de compra. “El mayor problema de estos países de renta media y baja ya no es el aprovisionamiento, sino su capacidad de distribución. En los próximos seis meses se va a trabajar en tres pilares: proporcionar conocimiento técnico de lo que se tienen que hacer, apoyar con recursos de los que se disponen para las campañas de vacunación y diplomacia, en el caso de que sea necesario intervenir para pedir más viales”, explica Vilasanjuan.
Unicef ha puesto el foco sobre 34 países en los que opera Covax, con especial atención en Afganistán, Burkina Faso, República Democrática del Congo (RDC), Etiopia, Ghana, Kenia, Nigeria, Sierra Leona, Sudán y Somalia.
Otro de los desafíos que enfrentan los países con baja tasa de inmunización, en palabras de Vilasanjuan, es la dispersión de las vacunas. La tarea de poder administrarlas de manera masiva y con un registro adecuado se complica cuando hay una gran cantidad y variedad de marcas en países de renta media y baja a los que han llegado estas remesas, y que generalmente, adolecen de sistemas sanitarios frágiles. “Igual que aquí hemos podido montar vacunódromos donde se ha llegado a un gran número de personas, es mucho más difícil hacerlo cuando tienes muchos tipos de vacunas, ya que se tiene que registrar mucho mejor cuáles se han empleado, a quién, cuáles se pueden intercambiar y si dispones de suficientes para la siguiente inoculación… Todo esto hace mucho más compleja la cadena logística, por lo que dificulta la capacidad de estos países, no solo ya de administrar la segunda dosis, sino de poder dar la primera”, asegura el experto.
Por su parte, Unicef, uno de los miembros de la plataforma Covax, ha puesto el foco sobre 34 países de los 92 de bajos ingresos en los que opera el mecanismo, y en los que aún no se ha llegado al 10% de su población protegida o bien tienen una alta densidad de población, con especial énfasis en 10 de ellos: Afganistán, Burkina Faso, República Democrática del Congo (RDC), Etiopia, Ghana, Kenia, Nigeria, Sierra Leona, Sudán y Somalia. De esta lista, nueve de los 10 más afectados están en África, donde solo el 12% de la población ha recibido la pauta completa y un 17% la primera dosis, según datos de la Unión Africana. “El principal problema ahora mismo está en los países de gran densidad poblacional como la India o Nigeria, el más poblado del continente africano. Una nueva ola u otra variante allí pueda desestabilizar la situación”, asegura Vilasanjuan.
Aparejado a los problemas de distribución, se añaden las dificultades para almacenar y preservar la cadena de frío que se requiere para conservar los viales, además de la fecha de caducidad de las donaciones. Covax ha decidido que no distribuirá aquellos que estén por debajo de las 12 semanas, para asegurarse de poder cumplir los plazos y no volver a enfrentarse a imágenes en las que se desechan miles de unidades caducadas, como ya ocurrió en Malawi o Nigeria, entre otros.
“Nos encontramos ante países en los que no hay personal sanitario formado; centros de salud sin agua ni electricidad... En definitiva, sistemas de salud frágiles, con todo lo que eso implica”, contextualiza por teléfono Blanca Carazo, responsable de programas internacionales de Unicef España. “Esta situación, sin embargo, también es una gran oportunidad, porque nuestro planteamiento es que el esfuerzo que se está haciendo para mejorar y facilitar la inmunización sea algo que se quede en estos países, en cuanto a estructuras, protocolos y formación del personal”, añade.
Bulos, desinformación y resistencia a vacunarse
Un tercer desafío, más allá del retraso de las entregas y la distribución es la resistencia de los ciudadanos a la inoculación. “Aunque la globalización no ha servido para que llegasen los viales al mismo tiempo a los países de renta alta y bajos ingresos, sí que ha servido para que llegasen según que imágenes e informaciones”, explica Vilasanjuan. “Pasa con la de Astrazeneca, que se ha utilizado de manera residual en Europa, pero que es mayoritaria en las donaciones de Covax. Vemos como la población que las recibe, dice: ‘Si ellos no se la ponen, será por algo”, argumenta el experto.
Las estrategias para conseguir que la población se conciencie alrededor del mundo han sido diversas. En Uganda, una nueva ley impondrá multas a quienes se nieguen a inmunizarse contra la covid-19. Por su parte, en Ghana, el Servicio de Salud, con el apoyo de Unicef, estableció un grupo de trabajo y un centro de verificación de bulos e información que analiza las noticias y elabora mensajes apropiados para disipar las que son falsas. “Al igual que con la introducción de cualquier otra, los rumores se han difundido a través de varios canales y hay que gestionarlo”, explica Shetye, de Unicef en el país.
“Nuestras vidas hoy están amenazadas de igual manera, y dependen al mismo nivel que tengamos la pandemia controlada aquí y en Zambia, al igual que nos afecta que haya una guerra en Ucrania. La pandemia ha lanzado un mensaje nuevo al mundo, no solo el de la importancia de la solidaridad, sino del cambio en el concepto de lo que es la seguridad mundial. Si queremos salir de esta, lo mejor es invertir allá”, concluye Vilasanjuan.
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