Las muertes por malaria aumentaron hasta las 627.000 en 2020 por la crisis de la covid-19
Dos tercios de los 69.000 fallecidos adicionales se debieron a las alteraciones en la prestación de servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento por la pandemia. El año cierra también con más casos de paludismo: 241 millones
Los peores pronósticos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) presagiaban que la crisis sanitaria provocada por la covid-19 podía llegar a doblar las muertes por malaria de un año a otro. Este escenario no se ha cumplido, pero sí que se ha producido un aumento tanto de infecciones como de muertes, este último por primera vez en dos décadas. El año 2020 cierra con 627.000 víctimas de esta enfermedad parasitaria y con más de 241 millones de casos, según el informe anual que la OMS publica este lunes. Con respecto a 2019, son 69.000 fallecidos y 14 millones más de infecciones notificadas.
Al igual que ha ocurrido con el control de otras enfermedades como la tuberculosis y el VIH, las muertes y los enfermos por paludismo han aumentado de un año a otro debido a las alteraciones en la prestación de servicios de prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. En concreto, dos tercios de los nuevos fallecidos (47.000) son víctimas colaterales de la pandemia del nuevo coronavirus. A pesar de ello, la OMS ha valorado estos resultados como “una historia de éxito”, en palabras del doctor Pedro Alonso, director del Programa Mundial sobre Malaria de la organización, porque el impacto ha sido menor del esperado. “El primer mensaje es que tenemos buenas noticias porque, gracias a los denodados esfuerzos de los países endémicos, los socios y otros, podemos afirmar que el mundo ha logrado evitar el peor de los escenarios que habíamos contemplado”, afirmó el pasado viernes en una rueda de prensa virtual.
Otra de las razones por las que el incremento de los fallecidos entre 2019 y 2020 es tan alto es porque la OMS ha cambiado la metodología para medir la mortalidad en menores de cinco años para todas las enfermedades, incluida la malaria, desde el año 2000. Según este método estadístico, que proporciona estimaciones más precisas, hubo un 7,8% más de muertes por esta enfermedad parasitaria en las últimas dos décadas de las que se creía. Es decir, el otro tercio de la mortalidad adicional (22.000) refleja el cambio en la forma de calcularla porque en 2019 ya no fueron 409.000 los fallecidos, como se informó en su momento, sino 558.000. No obstante, con los datos viejos o los nuevos, la situación sigue siendo la misma. “Lo importante es que las trayectorias son prácticamente idénticas”, ha resaltado el doctor Alonso. “El mensaje clave es que tenemos una mejor estimación de cuál es la carga real”.
Este método se ha aplicado a 32 países de África subsahariana, que es donde perdieron la vida el 96% de las víctimas de paludismo del mundo en 2020. Otra buena noticia es que, a pesar de que este cambio refleja más víctimas mortales, la tasa de mortalidad mantuvo una tendencia general a la baja, reduciéndose de 30,1 decesos por 100.000 habitantes en riesgo en el año 2000 a 15,3 en 2020. Se han evitado 10,6 millones de muertes en las últimas dos décadas.
En cuanto a los contagios, el número total de 2020 es esencialmente el mismo que se notificó dos décadas atrás; sin embargo, la población en riesgo en África durante este periodo se duplicó. La incidencia, que refleja el crecimiento de la población, mantuvo una tendencia a la baja durante los últimos 20 años, de 81,1 por mil habitantes en riesgo en el año 2000 a 56,3 en 2019 y 59 en 2020, explica el informe de la OMS. Se estima que se han evitado 1.700 millones de contagios en las dos últimas décadas, la mayoría en el continente africano.
África subsahariana es la que sufre más estragos y, en concreto, entre los niños menores de cinco años, que representan el 80% de las muertes en la región. Por eso la OMS le dedica un capítulo aparte en su informe anual en el que alerta de que el continente sufre desafíos adicionales que le pueden hacer perder aún más terreno en la lucha contra la enfermedad. Entre ellos, que 122 millones de personas en 21 países endémicos necesitan asistencia por emergencias sanitarias y humanitarias sin incluir la covid-19, desde brotes de ébola hasta guerras.
También, la aparición de resistencias al tratamiento farmacológico más utilizado debido a la propagación de una mutación del Plasmodium Falciparum, el parásito que causa más casos de la enfermedad en esta región. Esta variante, además, no es detectada por las pruebas de diagnóstico rápido, algo sobre lo que alertó el Grupo Asesor de Políticas sobre Malaria de la OMS en mayo de 2021 y para lo que ha pedido medidas urgentes.
Los países que se encuentran en medio del desafío de salud más importante de los últimos 100 años pudieron reaccionar y mantener un nivel razonable de prestación de servicios sanitariosPedro Alonso, director del Programa Mundial sobre Malaria de la OMS
El informe publicado este lunes también detalla por qué la covid-19 ha sido un daño colateral. Si bien los esfuerzos por continuar con los programas de diagnóstico, tratamiento y prevención han sido enormes, no se pudieron evitar totalmente las interrupciones. Por ejemplo, en las campañas de reparto de mosquiteras tratadas con insecticida, que son una de las herramientas de prevención más eficaces. En 2020, 31 países las tenían planeadas, pero se llegaron a repartir el 72% del total previsto. Hubo 18 que sí pudieron completarlas a lo largo del año pandémico, aunque con retrasos; sin embargo, otros 13 las tuvieron que alargar a 2021 porque les fue imposible llegar a todo el mundo a causa de los confinamientos, restricciones de movimiento, interrupción de los servicios de transporte, entre otros motivos.
Lo mismo ocurrió con la realización de pruebas diagnósticas: la mayoría de Estados en África subsahariana registraron menos asistencia ambulatoria, generalmente en coincidencia con los picos de transmisión de covid-19 más altos. Una investigación del Fondo Mundial contra la malaria, la tuberculosis y el VIH (Global Fund) realizada en centros de salud de 24 países endémicos encontró que 15 de ellos experimentaron reducciones de más del 20% entre abril y junio de 2020 en comparación con el mismo periodo de 2019.
No es novedad que el objetivo marcado en la Agenda 2030 de reducir en un 90% las tasas de incidencia y mortalidad no se va a cumplir; tampoco los contemplados en la Estrategia Mundial aprobada en 2016. En su último informe, la OMS ha recordado que la lucha se estancó en 2015 después de década y media de grandes avances, y que el progreso sigue siendo muy desigual. Mientras que cada año hay nuevos países que son declarados libres de la enfermedad —China y El Salvador han sido los últimos, este 2021—, otros experimentan retrocesos. En este último periodo, 32 países de los 93 que estudia la OMS por su alta endemicidad han registrado aumento de casos. Y 24 han sufrido, además, un aumento de la mortalidad. “Los mensajes clave en torno al gran éxito en la lucha contra la malaria durante los primeros 15 años de este siglo permanecen inalterados, pero también el hecho de que nos estamos estancando y resulta muy difícil seguir avanzando, según se visualiza tanto con la vieja como con la nueva serie”, ha advertido el director del Programa Mundial sobre Malaria.
Para acelerar el progreso es necesario invertir en investigación, producción e implementación de nuevas herramientas, nuevos enfoques de control de vectores, nuevos medicamentos y vacunas. En cuanto a estas últimas, la OMS ha solicitado apoyos para la denominada RTS,S, la primera recomendada por este organismo para su uso a gran escala contra una enfermedad parasitaria humana de cualquier tipo. Precisamente el mismo día en que se emitió la rueda de prensa virtual para comentar el nuevo informe de la OMS, la Alianza Mundial para la Vacunación (GAVI) anunció una inversión de 138 millones de euros para distribuirla en África subsahariana.
No estamos en el camino hacia el éxito. En todo caso, estamos cada vez más lejos de las trayectorias que deberíamos seguirPedro Alonso, director del Programa Mundial sobre Malaria de la OMS
Para todo eso hace falta dinero, en concreto solo en 2020 se tenían que haber destinado 6.800 millones de dólares para la lucha contra la enfermedad, y solo se logró reunir 3.300 millones. Si se quieren lograr las metas de la Agenda 2030, habría que destinar 10.300 millones de dólares anualmente de aquí a 2030. “No estamos en el camino hacia el éxito. En todo caso, estamos cada vez más lejos de las trayectorias que deberíamos seguir si queremos alcanzar los objetivos fijados”, ha concluido Alonso.
Es difícil predecir si la covid-19 y sus efectos seguirán impactando en el control de la malaria, pues la clave va a estar en las posibles interrupciones de los servicios de salud y en el impacto de la pandemia en el crecimiento económico de los países con mayor carga endémica, ha reflexionado el doctor Alonso. “Nuestro primer mensaje en el informe es de optimismo, pues los países que se encuentran en medio del desafío de salud más importante de los últimos 100 años pudieron reaccionar, desplegar la mayoría de sus herramientas de prevención y mantener un nivel razonable de prestación de servicios sanitarios en un entorno extraordinariamente desafiante. Así que hay margen para el optimismo, pero ¿cómo evolucionarán las cosas en las próximas semanas y meses? No me atrevería a decirlo en este momento”.
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