Enfermedades tropicales y diagnósticos desatendidos
La crisis del coronavirus ha puesto en evidencia lo fundamental que es para la salud contar con herramientas para la detección de dolencias. Comparadas con medicamentos y vacunas son menos atractivas y sufren una falta de inversión y atención importante
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Jeroen Ensink, un investigador de la London School of Hygiene and Tropical Medicine que trabajaba en saneamiento en países de renta baja, se quejaba de que era difícil conseguir fondos para mejorar el acceso a las letrinas y a los retretes en esos países. Según él, aunque la falta de saneamiento es el problema higiénico más grave que tiene la humanidad, “los países, pero, sobre todo, los donantes internacionales y las ONG prefieren construir fuentes y pozos. Una foto de un niño jugando con el agua vende más que la foto de un retrete, por muy bonito que sea”.
A los diagnósticos en general, y en particular los que sirven para detectar las enfermedades prevalentes en países de renta baja, les pasa algo parecido. Comparados con otras herramientas médicas como los medicamentos y las vacunas son menos atractivos y sufren una falta de inversión importante. Aun así, el desarrollo y el acceso a herramientas de diagnóstico son fundamentales, no solo para la gestión médica de los pacientes sino también para otros aspectos fundamentales en salud pública como son la vigilancia epidemiológica o el uso adecuado de antibióticos y así reducir el riesgo de desarrollo de resistencia a los antimicrobianos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el déficit de diagnósticos es uno de los principales obstáculos para cumplir los objetivos que se han marcado en la nueva hoja de ruta para el control y eliminación de las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) que se presentó el 28 de enero. Las ETD son un grupo diverso de 20 dolencias prevalentes en las comunidades más pobres de las zonas tropicales. En su conjunto, tienen un impacto en la salud y la economía similar a otras enfermedades relacionadas con la pobreza más reconocidas como son el VIH/SIDA, la malaria o la tuberculosis.
Entre las 20 ETD hay un poco de todo, hay enfermedades causadas por bacterias como la lepra, por virus transmitidos por vectores como el dengue o por parásitos al ingerir carne infestada como en la teniasis. En los últimos años, el envenenamiento por mordedura de serpiente y dolencias de la piel causadas por hongos y de nombres impronunciables como la cromoblastomicosis han sido añadidos a la lista. Según la OMS solo dos tienen las herramientas de diagnóstico apropiadas, en el resto, no existen o son inadecuadas parar alcanzar el objetivo establecido en la nueva hoja de ruta: reducir en un 90%, la población que requiere atención por una o varias ETD, de aquí a 2030.
Según la Organización Mundial de la Salud, el déficit de diagnósticos es uno de los principales obstáculos para cumplir los objetivos que se han marcado en la nueva hoja de ruta para el control y eliminación de las enfermedades tropicales desatendidas
La actual crisis del nuevo coronavirus nos ha mostrado la importancia de los diagnósticos. Hoy en día leemos en el periódico el número de PCR que se realizan o del índice de positividad para evaluar la evolución de la pandemia. Nos hemos dado cuenta de lo complejo que puede ser este tema con pruebas que detectan anticuerpos, antígenos o RNA y que dan distinta información, a veces contradictoria. Nos indignamos cuando se compraron pruebas diagnósticas que no funcionaban como esperábamos o cuando las que había no eran suficientes para diagnosticar a todos los casos. Esta situación, que nos parece extraordinaria, es la norma en los países de renta baja. La falta de pruebas diagnósticas para las enfermedades relevantes en estos países, ya sea porque no existen, no son adecuadas o simplemente no están disponibles en los centros de salud son una de las barreras más importantes al acceso a la salud.
Mejorar el acceso al diagnóstico de las ETD salva vidas. La leishmaniasis visceral (LV) o kala azar es una de las 20 ETD y está causada por un parásito (Leishmania) transmitido por la picadura de un vector. Aunque las zonas de mayor prevalencia se sitúan en el este de África y el subcontinente Indio, también está presente en España donde afecta sobre todo a menores de cinco años. Hace un tiempo leí un tuit de una anatomopatóloga española donde compartía su alegría en las redes sociales porque acababa de diagnosticar un niño con LV. Aunque parezca sorprendente la alegría de la doctora al ver los parásitos de Leishmania en la muestra del niño está justificada. Es una enfermedad grave y en España usamos un tratamiento eficaz y seguro; los pacientes, en particular los niños, tienen un pronóstico favorable comparado con otras enfermedades que presentan síntomas similares y que hay que descartar como son la leucemia o el linfoma.
Curiosamente en Sudán, el país con mayor prevalencia de LV del mundo, el diagnóstico de esta enfermedad también puede ser motivo de alegría, pero por otras razones. Como explicaba la doctora Temmy Sunyoto en un estudio publicado hace un par de años, pacientes y familiares aplaudían cuando finalmente obtenían el diagnóstico de leishmaniasis, que se hace gracias a una prueba rápida. Un avance tecnológico que permite saber si se padece esta enfermedad en menos de 30 minutos en centros de salud en zonas remotas sin electricidad ni laboratorios. Como en España, conocer la dolencia permite acceder al tratamiento, pero en Sudán la alegría está además justificada porque el diagnóstico suele poner fin a un viaje de muchos kilómetros visitando distintos puestos de salud que debilita a los pacientes y arruina a las familias. Si bien, allí las pruebas rápidas para la LV no siempre están disponibles.
En la nueva hoja de ruta la OMS ha identificado los diagnósticos para las ETD que deberían desarrollarse o implementarse de forma prioritaria. Las necesidades van desde el desarrollo de pruebas rápidas para el diagnóstico de la úlcera de Buruli a la validación de pruebas rápidas para facilitar la identificación los casos de enfermedad de Chagas. La Foundation for New Innovative Diagnostics (FIND) en Suiza y otras ONG como Anesvad o la fundación Probitas, en España, trabajan para mejorar la capacidad de diagnóstico de las ETD en países endémicos. Pero los recursos que se destinan a estas enfermedades, y en particular a los diagnósticos son escasos.
Según el informe del proyecto G-FINDER, en el 2019 la inversión en I+D en las 20 ETD representaba menos del 10% de la inversión total en las enfermedades relacionadas con la pobreza. De los fondos destinados a las ETD, solo el 5% fue destinado a herramientas diagnósticas, que siguen siendo las grandes olvidadas. La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto su importancia, pero todavía queda mucho por hacer para que reciban la inversión y la atención que les corresponde. Por ejemplo, en 2019 el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobaba una resolución sobre “el acceso a los medicamentos y las vacunas en el contexto del derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental”. Se les olvidó añadir los diagnósticos.
Albert Picado es epidemiólogo ETD de la Foundation for New Innovative Diagnostic (FIND), de Ginebra.
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