Tribuna

En América Latina y el Caribe, la pandemia aumenta el riesgo de malnutrición

Las cuatro organizaciones internacionales firmantes piden acción efectiva y rápida por parte de gobiernos, grupos de la sociedad civil y de la comunidad de donantes para proteger y priorizar la alimentación saludable para todas las personas

Erick Samuel, de 18 meses, come un puré de melocotón con vitaminas entregado por brigadas de Unicef, en Tunimá Charchales en Chiantla, Huehuetenango (Guatemala) el pasado septiembre.Santiago Billy (Unicef/AFP) (UNICEF/UN0373501/Billy/AFP-Se)

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“Esta pandemia nos va a matar de hambre”, dice María, madre de dos niñas de seis y cuatro años, quien al igual que su esposo se quedó sin trabajo debido a la covid-19. Alimentar a la familia es una lucha constante y la desnutrición una amenaza latente: “Un día tenemos qué comer, otros no”. No es un caso aislado, es uno más de los que ocurren en América Latina y el Caribe.

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Esta región continúa siendo fuertemente afectada por la pandemia, con más de 19 millones de casos reportados. Las medidas urgentes y necesarias que han tomado los gobiernos han generado una crisis socioeconómica que afecta mayoritariamente a las comunidades más vulnerables. Al mismo tiempo, el acceso a servicios de salud y nutrición para prevenir y tratar todas las formas de malnutrición se ve afectado por las políticas de aislamiento y el miedo de las familias a contagiarse con la covid-19.

Las perspectivas económicas para la región no son alentadoras. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha calculado una contracción del 7,7% del producto interno bruto (PIB) regional para 2020, que tendrá un efecto sobre los ingresos de los hogares y muy probablemente se verá reflejado en aumentos de pobreza para la población general, pero sobre todo para familias con niños, quienes antes de la pandemia mostraban niveles de pobreza mucho mayores que para otros grupos de la población.

América Latina podría ser golpeada por una emergencia alimentaria y nutricional sin precedentes. En las últimas décadas, la región ha logrado avances significativos en términos de disminución de la desnutrición; a causa de la pandemia hay un riesgo de retroceder. Asimismo, antes de la covid-19, el incremento de las tasas nacionales de sobrepeso y obesidad ya eran motivo de preocupación. El 60% de las mujeres y el 58,8% de los hombres de la región tienen sobrepeso, mientras que el 7,5% de niños menores de cinco años tiene sobrepeso u obesidad, lo cual incrementa el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, así como las posibilidades de un mayor impacto severo de la pandemia. Esta crisis también amenaza con afectar el acceso físico y económico a alimentos saludables, generando un mayor consumo de productos ultraprocesados.

Se teme que los niños menores de cinco años, así como las niñas y mujeres embarazadas y lactantes sean los más afectados nutricionalmente. La lactancia materna, que brinda a los niños el mejor comienzo en la vida, se ve amenazada por la falta de apoyo a las madres, por el poco conocimiento sobre la manera segura de practicar la lactancia materna en el contexto de la covid-19 y por la indebida promoción y distribución de sustitutos de la leche materna que se agudiza durante las emergencias. En este contexto, enfatizamos la necesidad de que se cumplan los lineamientos del Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna.

Más de 141 millones de niños y adolescentes estuvieron temporalmente fuera de la escuela y millones continúan fuera de ella mientras éstas reinician clases paulatinamente. Para muchos, la alimentación escolar es la única comida que tienen al día. El cierre de los centros educativos redujo ese apoyo necesario para las familias más vulnerables y aumentó la carga de trabajo para las niñas y las mujeres.

Se teme que los niños menores de cinco años, así como las niñas y mujeres embarazadas y lactantes sean los más afectados nutricionalmente

Muchos países de la región han iniciado programas de asistencia social a gran escala para mitigar los efectos ya profundos de la crisis, principalmente en forma de transferencias de efectivo de emergencia, cupones o canastas de alimentos. Si bien abordan las necesidades inmediatas, a menudo estos programas no están diseñados para afrontar una crisis alimentaria prolongada.

Reiteramos el llamado a la acción de nuestros directores globales a gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y la comunidad de donantes para proteger y priorizar la alimentación saludable y el estado nutricional adecuado de todas las personas.

Con énfasis en mujeres embarazadas, lactantes y niños menores de cinco años, los gobiernos de la región deben garantizar la disponibilidad y el acceso a alimentos saludables y promover su producción sostenible, además de asegurar la continuidad de los servicios esenciales de nutrición y primera infancia. Asimismo, restringir la promoción y publicidad de alimentos no saludables. Es necesario invertir en sistemas y programas de protección social que sean sensibles al género, la edad y el estado nutricional, con especial atención en los grupos vulnerables.

Se requiere igualmente reestructurar los servicios de nutrición y salud escolar, incluida la alimentación en los colegios para proporcionar comidas saludables, así como integrar dietas sanas en el entorno educativo, incluyendo la formación nutricional. Finalmente, los gobiernos deben asegurarse de invertir en sistemas de vigilancia y monitoreo del estado nutricional, contar con alertas tempranas e información suficiente para la toma de decisiones oportunas y basadas en evidencia.

Afortunadamente para María, la ayuda alimentaria llegó para ella y su familia en forma de transferencias en efectivo gestionadas por la cooperación internacional y el programa de protección social estatal, que le permitieron acceder a una alimentación adecuada. ¿Pero, cuántas familias en América Latina y el Caribe no tendrán la misma posibilidad? Para garantizar que la actual crisis económica y de salud no se convierta en una crisis alimentaria y nutricional, y para mejorar la capacidad de enfrentar otras crisis a futuro, es urgente apoyarles y establecer políticas y sistemas alimentarios que les garanticen de manera permanente el derecho a una alimentación adecuada.

Adoniram Sanches es coordinador subregional de la FAO para Mesoamérica; Jarbas Barbosa da Silva es subdirector OPS/OMS; Jean Gough es directora regional de Unicef para América Latina y el Caribe; Miguel Barreto es director regional del Programa Mundial de Alimentos para América Latina y el Caribe.

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