Las jóvenes que tuvieron que intercambiar sexo por pescado
La película ‘Before I Die’, de Iker Esteibarlanda, refleja la tragedia de abusos sexuales que sufren las adolescentes del Lago Victoria. La cinta opta a una candidatura en la 35ª edición de los Goya
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“No puedo olvidar el día, la hora, la sangre entre mis piernas”. Es la voz de una niña la que pronuncia esta frase. Su historia podría ser la de muchas. La de tantas otras. Pero en este relato no hay nombres propios, ni de lugares o culpables. Es la narración de ella, pero también la del silencio que envuelve a las niñas, jóvenes y mujeres que habitan una isla del Lago Victoria, en Kenia, a las que las violaron a cambio de dinero o pescado, una práctica que se conoce como jaboya.
Pero esta historia no se conocía hasta ahora, porque por miedo, callaron. Y de alguna forma, ese silencio también marcó a muchas el día de su muerte. “F.A.A. [iniciales para mantener su anonimato] era una de ellas. Nos contó, a modo de catarsis, cómo su vida terminó el día en que siendo una niña fue violada y no pudo contárselo a nadie. Nos sorprendió su capacidad de transformar sentimientos en palabras, y fue ella quien nos hizo comprender lo que sentían todas las demás”, explica Iker Esteibarlanda, director de Before I die (Visual Comunicación), una película de 15 minutos que opta a la candidatura como mejor cortometraje documental en la 35ª edición de los Premios Goya.
Esta producción ve la luz en 2020, pero aquel viaje a las profundidades de este lago y de las vidas que lo recorren comenzó para Esteibarlanda en 2018, con un lienzo negro de sombras, salpicado de luces. “Recuerdo la primera vez que vi, en medio de una oscuridad absoluta y flotando sobre el horizonte, la ciudad imaginaria formada por las luces que los pescadores usaban para atraer a los peces. Parecía otro mundo, algo mágico, y me sentí profundamente atraído por él. Pero a medida que fui entrando en ese mundo, la magia iba desapareciendo e iba emergiendo una realidad desoladora”, asegura el cineasta, habitual en el equipo de Raúl de la Fuente, director que cuenta con una amplia trayectoria cinematográfica, y entre sus mayores logros se encuentra un Goya en 2019 por el documental Un día más con vida y otro por Minerita en 2014, que también fue finalista en la 88ª edición de los Oscar, y en la que Esteibarlanda trabajó en el making of. Tras sus colaboraciones conjuntas, el director vasco ladea su mirada con más frecuencia hacia el hemisferio Sur y a África para buscar historias que contar.
Aquel fogonazo de sombras y luces le llevó a descubrir a Iker, junto a Nazareth Torres, co-guionista de la película, la tragedia de abusos sexuales que viven las niñas y adolescentes en esta región africana y las consecuencias que sufren a largo plazo. “En esta isla existe una de las tasas de sida más altas del mundo, alrededor del 30% de la población está contagiada, y la llegada de pescadores de diferentes lugares no hace más que empeorar su situación”. Esta isla, de la que deliberadamente el director no quiere marcar en un punto geográfico y con un nombre en la película, conforma una sociedad cultural y económicamente dominada por hombres, explica Esteibarlanda, en la que la extrema pobreza y las tradiciones culturales y roles de género crean un círculo vicioso del que es muy difícil salir y del cual las principales damnificadas son ellas. “Con dinero, ellos se creen capaces de todo, y lo único que hacen es beber alcohol y engañar y violar a mujeres y niñas, sin ni siquiera importarles su edad”, asegura el director.
Cada semana, aproximadamente, 6.000 chicas de entre 15 y 24 años se infectan con VIH en el mundo. Las mujeres de África subsahariana de esa edad tienen el doble de probabilidades de vivir con el virus que los hombres de la misma franja. Son datos que explicaba la Directora Ejecutiva de ONUSIDA Winnie Byanyima durante la presentación del informe del Día Mundial del Sida en 2019. Y Kenia no es ajena a esta realidad. El 51% de las nuevas infecciones en el país africano se da entre adolescentes y jóvenes: cada año hay más de 18.000 casos y casi 3.000 muertes entre niños de 10 y 19 años.
El estigma que sufren las mujeres violadas dentro de su comunidad es otro de los temas en torno a los que gira la película. “Se enfrenta a que no las crean, a que su entorno piense que han llegado a un acuerdo con el hombre y que las relaciones sexuales han sido consentidas. Cuando una niña sufre una violación, se resigna, y lo más habitual es que no se lo cuente a nadie y sufra en silencio, suponiendo una doble condena para ella”, lamenta Esteibarlanda.
Una doble condena porque sus padres, además de no creerlas y no hablar de ello, depositan la esperanza y su futuro en sus hijos varones. F.A.A. abandonó la escuela tras su violación. Es habitual que las familias, cuenta el director, incluso sabiendo la historia de sus hijas, no hagan nada porque creen que de esa manera preservan su honor, y prefieren que lo ocurrido pase desapercibido para así conseguir casarlas. Otras veces, callan porque el violador ha sido alguien cercano o porque les da una cantidad de dinero a cambio de su silencio. La tía de la protagonista de esta película la había vendido a un pescador.
Pero F.A.A. anhela que esta historia de tabúes y silencios acabe con ella, que no se prolongue más allá de su generación. “Quiere ser amiga de su hija, para que cualquier cosa que le ocurra o quiera contarle, no sienta miedo. Puede ser un cambio profundo a largo plazo si esta madre le transmite otra forma de relación. Es importante que el silencio desaparezca, que es en definitiva lo que sustenta ese sistema perverso de la isla”, añade Esteibarlanda, “porque el silencio que mata a mujeres de todo el mundo es el mismo”.
Clip en exclusiva para Planeta Futuro de Before I die
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