Hoja de ruta hacia el colapso: implicaciones de no alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible
Si las multimillonarias ayudas que van a repartir los gobiernos de la UE se invierten bien, se asegurará una prosperidad con bajas emisiones de carbono y que restaure la naturaleza
En la ciencia de la sostenibilidad es mucho más fácil determinar lo que es insostenible que lo contrario. Por ejemplo, insostenibles son: una ciudad con mala calidad del aire, el Mar Menor en su estado actual, grandes incendios forestales sin control o tener más superficie de eucaliptus globulus en el norte y noreste de España que en Australia. Las consecuencias de estos cuatro sistemas insostenibles son evidentes: el primero, mala salud de las personas, muertes y un mayor gasto sanitario; el segundo, el colapso del privilegiado ecosistema de una de las mejores lagunas interiores del Mediterráneo, disminución de la pesca y biodiversidad y el desplome del precio de las propiedades y del turismo. Por otro lado, se espera una futura erosión e inundaciones más intensas. El impacto de esta especie altamente pirófita será, sin duda, el gran incendio del siglo. En los cuatro casos, es mucho más barato e inteligente prevenir, ya que, si no, habrá desolación, elevadas pérdidas económicas e insostenibilidad.
Con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) adoptados por Naciones Unidas en 2015 ocurre algo parecido: son un proyecto, una visión de futuro más o menos precisa hasta el 2030. Incluyen un enfoque global, ecológico, económico y social para encarar y solucionar los grandes desafíos globales. Abordarlos de manera conjunta es clave no solo para las generaciones futuras sino para que podamos mantener unos niveles mínimos de bienestar.
Aun así, los ODS tienen problemas, divulgados en numerosas publicaciones, tales como la necesidad de múltiples actores para lograrlos, la falta de concreción, las diferentes interpretaciones, la tentación de compensarlos, la posible conflictividad entre ellos, la dificultad de conseguirlos con restricciones financieras, las diferentes interpretaciones de variadas culturas... Además de la falta de datos y series temporales consistentes y su interpretación.
Otro grave riesgo es que se banalicen. Esto daría lugar a otro ‘greenwashing’ generalizado, un tipo de publicidad engañosa que hace creer que un producto es ecológico y sostenible, cuando no lo es. No vamos a repasar los “compromisos” de empresas especialmente contaminantes o sectores como la venta de armas con los ODS. O grandes petroleras que se comprometen con la descarbonización mientras por otra parte se vanaglorian de nuevos hallazgos y puestas en explotación de yacimientos de crudo.… Recordemos que la petrolera británica BP –teniendo los más estrictos estándares ambientales– realizó el mayor vertido de la historia en el golfo de México. Esperemos que este tema no quede en un vaciado del contenido real y de la capacidad de transformación que encierra.
Pero nadie duda que los ODS son, hoy por hoy, el sistema de medición global de la sostenibilidad más extendido, sencillo y útil para encarar estos grandes desafíos. Y sobre todo que, de no conseguir los ODS, vamos hacia un futuro mucho más insostenible, con mayor crisis ecológica y cambio climático, con pérdida del bienestar colectivo y mayor gravedad de pobreza y hambre. Es decir, no es que se sea insostenible, es el desastre, el más que probable colapso.
Sin embargo, no vamos en la buena senda en muchos aspectos. En el último informe de Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible se concluye que se está cada vez más lejos de acabar con la pobreza para 2030, que los desastres naturales están exacerbando la pobreza o que la inseguridad alimentaria ya estaba en aumento pasando de 22,4% en 2014 a 25,9% en 2019. En 2017, todavía cerca de 821 millones de personas se vieron afectadas por la privación crónica de alimentos o la desnutrición. La recesión global podría comprimir la asistencia para el desarrollo de los países necesitados de 420.000 millones de dólares (2017) a 271.000 millones (2018). Unos 355.000 millones y 229.000 millones de euros, respectivamente. La desigualdad sigue incrementándose y los riesgos de inestabilidad son más que evidentes. El sistema de salud mundial se ve amenazado por las pandemias, con pérdidas anuales totales que con la covid-19 han sido el 0,6% del PIB mundial.
El sistema de salud mundial se ve amenazado por las pandemias, con pérdidas anuales totales que con la covid-19 han sido el 0,6% del PIB mundial.
En muchos temas no vamos bien. La covid-19, además, ha afectado mucho más negativamente a personas mayores, discapacitados, niños, mujeres, migrantes y refugiados. Y la no implementación de los ODS dibuja el peor de los escenarios.
Por todo ello, parece importante tomar mucho más en serio y de una forma exigente, el cumplimiento de la Agenda 2030. Tanto a escala de Administraciones públicas, como empresas o ciudadanos. En la proclamada “Década de Acción 2020-2030”, por el Foro Político de Alto Nivel de la ONU, se expuso con claridad que se acababa el tiempo, que no cabían más frivolidades. Asociar el cumplimiento de los ODS al presupuesto de un país, ayuntamiento o comunidad autónoma o empresa será decisivo, para ver su seguimiento y asegurará que las metas se cumplan. La evaluación de políticas es decisiva. Temas tales como la descarbonización de la economía, la disminución de la desigualdad, la restauración de la biodiversidad, la protección de la salud, la creación de empleo, la calidad de vida o la economía circular son esenciales y pueden ser cuantificables con indicadores para rendir cuentas ante la sociedad.
La descarbonización de la economía, la disminución de la desigualdad, la restauración de la biodiversidad, la protección de la salud, la creación de empleo, la calidad de vida o la economía circular son esenciales y pueden ser cuantificables con indicadores para rendir cuentas ante la sociedad
Si las multimillonarias ayudas que van a recibir y repartir los Gobiernos de la UE y las inversiones proyectadas en el conjunto de los países se invierten bien en los ODS, se asegurará una prosperidad con bajas emisiones de carbono y que restaure la naturaleza. Así, tendremos una posibilidad real de evitar un cambio climático descontrolado y el colapso de los ecosistemas. Si no, tendremos aumento de inundaciones, sequías, incendios, pérdida de biodiversidad, más desigualdad, paro y pobreza. Ustedes eligen.
Fernando Prieto es doctor en Ecología y director del Observatorio de la Sostenibilidad.
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