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Tras las elecciones de Extremadura solo sonríe Vox

Las elecciones extremeñas han servido para reforzar a la derecha, pero solo a una

La palabra berrocal es muy propia del habla extremeña. Tanto, que Berrocal es un apellido común en la zona. Los berrocales son campos llenos de unos peñascos de granito, a veces enormes, siempre muy duros, llamados berruecos. En Extremadura abundan. Y en las últimas décadas, el adjetivo que mejor describía el voto extremeño al PSOE era justamente este, berroqueño. Ya no.

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La palabra berrocal es muy propia del habla extremeña. Tanto, que Berrocal es un apellido común en la zona. Los berrocales son campos llenos de unos peñascos de granito, a veces enormes, siempre muy duros, llamados berruecos. En Extremadura abundan. Y en las últimas décadas, el adjetivo que mejor describía el voto extremeño al PSOE era justamente este, berroqueño. Ya no.

Estas autonómicas traen consigo alguna incertidumbre: notablemente, cómo se ha de negociar entre PP y Vox. Pero también arrojan alguna claridad: en 2019, el PSOE aún podía conseguir en Extremadura una mayoría granítica. Han pasado seis años de Gobierno socialista y el PSOE —salvo Cataluña— se ha quedado sin feudos. Cayó la Extremadura berroqueña: donde más fuerte era la izquierda, más brutal ha sido el vuelco a la derecha.

Hace mucho que Pedro Sánchez daba estas elecciones por amortizadas. El candidato, Miguel Ángel Gallardo, ni siquiera le gustaba. El objetivo ya era tan modesto como evitar que del drama se pasara a la tragedia. Almaraz, las infraestructuras, la política territorial, las corruptelas y los acosos: por clave regional o nacional, la incógnita estaba en cuánto iba a perforarse el suelo del PSOE. A batir el récord ha contribuido el concurrir con un procesado que, además, ha dejado su aforamiento para los anales de la inejemplaridad. Cómo sería la cosa que Sánchez, ahora que no se puede pasear por ahí a Zapatero, ha tenido que emplearse en campaña. En fin, si el PSOE alguna vez da en poner de candidato a Ronald McDonald, ya sabe que más abajo no caería. El único consuelo: llegaron a pensar que sería peor.

La derrota no cambia los planes del presidente, que siempre pasaron por dejar que el PP se abrase en sus tratos con Vox: tampoco tiene mucha alternativa. Pero quizá alguien dentro del PSOE se pregunte qué va a quedar del partido si su proyecto se limita a que PP y Vox se entiendan en Extremadura, Aragón, Castilla y León y Andalucía para que luego Sánchez haga de dique antifascista en toda España. En 2023, le funcionó, pero el precedente de estas extremeñas es que luego los votos no acompañan.

Durante muchos años, titular que el PP gobierna en Extremadura parecía una errata: ahora, además de gobernar, muy seguramente repita. La ilusión de la mayoría absoluta, sin embargo, se le volvió en contra. Los datos dirán hasta qué punto eso tuvo que ver con la última semana de campaña. También merece estudio el hecho de que los candidatos del PP busquen, en elecciones, desentenderse del PP: Guardiola no ha querido a ninguno de sus pares autonómicos. Con Feijóo no coincidió ni para el cierre.

La convocatoria ha servido para reforzar a la derecha, pero solo a una: Vox se dispara —aun quedando lejos de los populares—, y el PP apenas crece. De lo que se trataba en estas elecciones era de desasirse del yugo de Vox, y el PP no lo ha logrado. Con el resultado de las autonómicas, hay alicientes: el PP ve a un PSOE —y a un Sánchez— menguado y castigado. Pero hay más preocupaciones: Extremadura era la tierra más propicia para que el PP se distanciara de los de Abascal, lo que inquieta de cara al resto de las convocatorias autonómicas. La confrontación directa de Guardiola con Vox no ha rendido como se esperaba. A la hora de las negociaciones, el PP va a tener que tratar con un Vox que se siente muy fuerte tras su crecida, y Vox posiblemente no se vea inclinado a la generosidad con una líder que se ha convertido desde hace mucho en su mayor antagonista. Queda ahora la duda de saber si Guardiola, que en 2023 mostró con Vox unos principios, digamos, intermitentes, en 2025 aceptará el contrato de adhesión que Abascal le pasó a firma a Pérez Llorca en la Comunidad Valenciana. En fin, también creció Podemos, por honrar aquello de que los extremeños se tocan.

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