Tener una pedrada
La Reina ha reconocido con cierto desenfado que su sensibilidad hacia los errores en el uso del idioma tiene algo de obsesiva
En la Real Academia Española se ha celebrado hace unos días un acto conmemorativo de los 20 años de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), hoy —desde 2020— FundéuRAE. Asistió a él su Presidenta de Honor, la reina doña Letizia, cuyo interés por las cuestiones normativas del idioma, que arranca de los años en que ejerció el periodismo, es bien conocido, y la ha ll...
En la Real Academia Española se ha celebrado hace unos días un acto conmemorativo de los 20 años de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), hoy —desde 2020— FundéuRAE. Asistió a él su Presidenta de Honor, la reina doña Letizia, cuyo interés por las cuestiones normativas del idioma, que arranca de los años en que ejerció el periodismo, es bien conocido, y la ha llevado a participar en muchas ocasiones en los seminarios organizados por dicha fundación en San Millán de la Cogolla.
La Reina dirigió a los asistentes unas palabras improvisadas (quiero decir: no leídas, pues no tenía ningún papel delante; estarían pensadas, pero no habían sido puestas por escrito) que pueden recuperarse gracias al vídeo subido a la red por la Casa Real. “Me gusta mucho —dijo— estar entre todos vosotros porque tenéis cara de fruncir el ceño cuando leéis o escucháis en algún medio de comunicación, incluso cuando recibís algún whatsapp, algo con errores gramaticales: una coma mal puesta, unas mayúsculas inventadas, gerundios repetitivos y sin sentido, una prosodia confusa y esas tildes, esas tildes… inexistentes”. Y seguidamente: “Me estáis mirando, algunos reís, pero pensáis lo mismo que yo: no soy la única que tiene esa pedrada. Y por eso me gusta estar entre vosotros y por eso quiero pertenecer a vuestra tribu, la de quienes amáis el lenguaje, el rigor, la exactitud rica y mullida de las palabras, la corrección flexible…”.
Me atrajo especialmente esta última combinación de voces, “la corrección flexible”. Pero no es el comentario de ella el objeto de estas líneas.
Sí lo es, en cambio, una expresión que no conocía: tener una pedrada. Mi vecino de asiento, consultado en un susurro por mí, tampoco la había entendido. Como estas cosas me espolean, nada más terminar el acto me puse a indagar el significado de la expresión de marras.
No ha sido fácil. No figura en ningún repertorio léxico. Ha habido que acudir a las fuentes textuales y las consultas con amigos. Tras todo lo cual, creo que una ‘traducción’ acertada de la frase de la Reina sería esta: “No soy la única que tiene esa fijación, o esa manía, o esa chaladura”, tomando, naturalmente, esta última voz en un sentido no negativo, sino indulgente y suavemente autoirónico. Doña Letizia estaba hablando con cierto desenfado y quería reconocer ante el auditorio que su constante sensibilidad hacia los errores en el uso del idioma tenía algo de obsesiva, de disculpablemente maniática.
Trasladaré aquí algunos ejemplos —los más claros— que refrenden esa interpretación. Confío en que si el lector sustituye mentalmente en ellos la palabra pedrada por ‘fijación’, ‘manía’, ‘chaladura’, ‘obsesión’, el resultado se entenderá bastante bien:
“Esa leyenda me cuesta más creerla porque Pezetas era un delincuente, pero no pasaba por ser tan tonto, dentro de que se dedicase a ejercer de malo entre los niños del colegio, que hay que tener una pedrada”. (Manuel Jabois, Malaherba, 2019).
“Tiene una pedrada el Atlético con los partidos lejos del Metropolitano, sin triunfos desde que en septiembre visitó Son Moix”. (Abc, 7/12/2019).
“Siglo y pico llevamos con esto de las bicis, amigos. Siglo y pico de historias, gestas, ridículos tremebundos, porque de todo hay. Hasta locos. Chiflados. Peña con una pedrada curiosísima en la testa que eligió pedales y rueditas para demostrar de forma (más o menos) pacífica su condición excéntrica”. (Marcos Pereda, Jot Down, agosto de 2022).
“Mis nuevos compañeros tenían una pedrada considerable. Solo te digo que en mis primeros días allí, uno de los jugadores contó que un amigo suyo vendía minimotos y nos hacía buen precio. ¿Conoces esas motos? Son como las de carreras pero con un tamaño mínimo”. (Ander Izagirre y Zuhaitz Gurrutxaga, Subcampeón, 2023).
“Resulta al menos curioso que en la crónica de Madrid/Barcelona se hiciera alusión a los teddy boys de BCN y a Kaka de Luxe —banda donde militaba Alaska—, cada uno con su pedrada". (José María Sanz, Loquillo, Memoria de jóvenes airados. Relato de mi generación, 2025).
Y a todo esto… ¿por qué? ¿Por qué tener una pedrada significa lo que significa? Las preguntas que encabeza un “por qué” suelen ser, cuando de lengua se trata, las más difíciles de responder.
Una explicación tal vez plausible sería suponer que el sentido recto, ‘haber recibido una pedrada física en la cabeza’, produciría en el sujeto un aturdimiento, o un atontamiento, que lo dejaría algo tarumba o chiflado. El texto citado de Marcos Pereda, al hablar de una pedrada en la testa, apunta en esa dirección.
¿Estaremos, en fin, ante un uso léxico característico de una generación? Pudiera ser. El mayor en edad de los autores de los textos reunidos nació en 1960, el menor en 1981. En cuanto a doña Letizia, venida al mundo en 1972, se sitúa prácticamente en el centro exacto de ese marco temporal.