Saber dónde agarrarse
En los corrillos se hablaba de la política española como los poceros de una alcantarilla, aunque todos parecían sentirse muy contentos de estar tan cabreados
Había llegado puntual a una cena de alta gama que daba una anfitriona millonaria a gente muy escogida. Había financieros, artistas, cineastas, periodistas, jóvenes empresarios, todos guapos. Este individuo estaba hecho a esa clase de encuentros y le bastaba con sonreír levantando ligeramente la copa para responder al saludo de otros invitados durante el cóctel que ofrecían unos sirvientes de esmoquin. En los corrillos se hablaba de la política española como ...
Había llegado puntual a una cena de alta gama que daba una anfitriona millonaria a gente muy escogida. Había financieros, artistas, cineastas, periodistas, jóvenes empresarios, todos guapos. Este individuo estaba hecho a esa clase de encuentros y le bastaba con sonreír levantando ligeramente la copa para responder al saludo de otros invitados durante el cóctel que ofrecían unos sirvientes de esmoquin. En los corrillos se hablaba de la política española como los poceros que chapotean en el albañal de una alcantarilla, aunque todos parecían sentirse muy contentos de estar tan cabreados. Este individuo no abrió la boca salvo para degustar los montados de caviar, de paté y de otras delicadezas. Cuando pasaron a la mesa, una vez aposentados, entre los comensales se estableció una competición por ver quién ahondaba más en la degradación en que, al parecer, se hallaba sumido este desgraciado país. Las grumosas memorias del exrey Juan Carlos, el enredo judicial del fiscal general del Estado, las prostitutas de Koldo, el dinero en sobres entre compinches, el novio de Ayuso, el misterio de El Ventorro, la corrupción de unos y otros, semejante basura iba cayendo de viva voz sobre el mantel blanco impoluto, la vajilla de Limoges, las copas de cristal tallado, los cubiertos y las soperas de alpaca hasta ponerlo todo perdido. En una esquina de la mesa este individuo permanecía callado, no había hablado durante toda la cena, pero se preguntaba cómo era posible ser tan negativos ya que los invitados chupaban con los ojos cerrados llenos de placer las cabezas de los langostinos. De hecho, le admiraba la forma cómo los exquisitos manjares que degustaban, de pronto, se convertían en mierda al hablar. A los postres alguien le pidió su opinión sobre este país que se estaba cayendo a pedazos. Por fin, este individuo habló, pero solo dijo: “Por favor, no os perdáis la magnífica exposición de Warhol y Pollock. Es una buena asa para agarrarse”.