Sonrisa mefistofélica
El techo de los dormitorios y de las habitaciones de hotel tiene algo de pantalla de cine donde, a partir de cierta edad, el diablo proyecta tu vida
Los mismos zapatos que por la mañana me vienen grandes por la tarde me aprietan. ¿Cómo me quedarán de muerto? Es un misterio lo del tamaño de los pies. Cambia con las horas, con el estado de ánimo y con la fuerza de la gravedad, que a lo largo del día acumula líquidos en la parte baja de cuerpo (por eso siempre hay que comprarse el calzado por la tarde, cuando los pies alcanzan su tamaño máximo). Tengo ...
Los mismos zapatos que por la mañana me vienen grandes por la tarde me aprietan. ¿Cómo me quedarán de muerto? Es un misterio lo del tamaño de los pies. Cambia con las horas, con el estado de ánimo y con la fuerza de la gravedad, que a lo largo del día acumula líquidos en la parte baja de cuerpo (por eso siempre hay que comprarse el calzado por la tarde, cuando los pies alcanzan su tamaño máximo). Tengo una relación semejante con la culpa, con los remordimientos. Los que me parecen controlables al mediodía se agigantan de madrugada hasta el punto de sacarme de entre las sábanas, pues a pie firme se aguantan mejor que en la posición supina, con los ojos abiertos en dirección al techo. El techo de los dormitorios y de las habitaciones de hotel tienen algo de pantalla de cine donde, a partir de cierta edad, el diablo proyecta la película de tu vida.
—¿Lo ves? —dice—, si me hubieras hecho caso aquí y aquí, si hubieras optado por esto en vez de por lo otro, si no hubieras salido a cenar aquella noche, si no tomaras carnes rojas, si me hubieras vendido el alma en su momento… Las almas se deprecian mucho cuando salen del concesionario, aparte de que ahora solo compro cuerpos.
Nada, en fin, es grande o pequeño en términos absolutos. A mí la palabra “grande” siempre me ha parecido pequeña. De hecho, tiene una letra menos que “pequeña”, como si uve se escribiera con be. La lengua está llena de contradicciones gramaticales y ortográficas algo burlonas. No es normal que “monosílabo” tenga cinco sílabas o “abreviatura” tantas letras. Palabras que no cumplen, en fin, y que defraudan, lo mismo que nosotros defraudamos (y nos defraudamos) o dejamos de cumplir. Todo esto era para decir algo que se me ha ido con el parloteo. Dejas lo importante para luego y al final se te olvida.
—¿Qué desea? —me pregunta el camarero.
—Un café con leche.
—¿En taza grande o pequeña? —insiste con sonrisa mefistofélica.