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Parques infantiles, no infernales

Los lectores escriben sobre el calor en las zonas de columpios, los recursos para afrontar el envejecimiento, las protestas contra Israel y la formación juvenil

El concepto de refugio climático tiene su némesis: los parques infantiles. A diario, llevamos a nuestra hija a jugar en espacios con toboganes abrasadores, columpios deteriorados por el sol y un olor insoportable a caucho. Se necesitan y se agradecen estas infraestructuras sociales, pero no así; queremos disfrutarlas durante parte del día, no solo cuando se ha retirado el sol. El diseño de los parques ni siquiera es adultocéntrico, ya que no se ha reparado en las necesidades de los padres. Y en la comodidad de los niños, menos aún. Para afrontar la emergencia climática, el biólogo italiano Stefano Mancuso ha imaginado una utopía, Fitópolis, cuyas ciudades estarían llenas de árboles y plantas. Ojalá materialicemos ese sueño, pero entretanto se puede empezar por algo bien sencillo: ofrecer cierta sombra a los sufridos niños y a sus acalorados padres.

Andrés Lomeña Cantos. Málaga

Más recursos para los mayores

El envejecimiento de la sociedad con el aumento de las dependencias y la reducción de los apoyos familiares tradicionales obliga a aumentar los recursos residenciales para la tercera edad, ya que hay déficit de plazas en residencias públicas, con largas listas de espera. Este futuro nos concierne a todos, ya que por seguridad, pérdida funcional o complejidad médica podemos necesitar una plaza después de escuchar a los familiares: “Es lo mejor para tu bienestar. Estarás cuidado y acompañado. Te visitaremos constantemente”. Es necesario exigir más residencias públicas, votar pensando en el mañana y apoyar a las organizaciones de mayores.

Fernando Serrano Echeverria. Eibar (Gipuzkoa)

Protestas en la Vuelta

La manifestación de apoyo a Palestina celebrada en el transcurso de la etapa de la Vuelta en Bilbao puso en relieve el civismo y la dignidad del pueblo vizcaíno ante el genocidio cometido por el Estado de Israel. Llama poderosamente la atención el agravio comparativo con este país frente al boicot a Rusia derivado de la invasión a Ucrania. La impotencia es tal que solo la poesía puede arrojar algo de luz en este panorama de involución constante. Por ello, cabe invocar los versos del poema Primero vinieron, del pastor luterano Martin Niemöller: “Cuando vinieron a buscarme / no había nadie más que pudiera protestar”.

Alejandro Navarro Serrano. Madrid

No es titulitis; es desempleo

Cada vez que escucho a alguien hablar sobre “la fiebre de la titulitis” siento una impotencia inmensa. Como si nos dedicáramos a coleccionar títulos por gusto. Ya no es suficiente con tener estudios superiores o universitarios para poder trabajar. Se necesita un máster o curso de especialización y, a veces, uno que sea habilitante. Debemos hiperespecializarnos. Y tener más currículo que el resto. Y que dé puntos si hago oposiciones. Y que marque la diferencia. Y que se note que soy proactiva e inconformista. Ah, y las acreditaciones en idiomas que no falten. No queremos más títulos; queremos más empleos estables y de calidad.

María Ortega Martínez. Málaga

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