Grandes éxitos del Gobierno feminista
Casos como los de Errejón, Monedero, Ábalos o la ley del ‘solo sí es sí' no desacreditan el feminismo ni sus objetivos, pero deberían inspirar cierta reflexión
El autodenominado Gobierno más feminista de la historia ha tenido logros asombrosos. Aunque empezó en realidad antes, el ciclo comienza convencionalmente con las protestas por la sentencia de La Manada, unas semanas antes de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al poder. El resultado fue una ley confusa. Inspirada por un ánimo punitivista, ...
El autodenominado Gobierno más feminista de la historia ha tenido logros asombrosos. Aunque empezó en realidad antes, el ciclo comienza convencionalmente con las protestas por la sentencia de La Manada, unas semanas antes de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al poder. El resultado fue una ley confusa. Inspirada por un ánimo punitivista, rebajó las condenas de más de mil agresores sexuales: entre ellos, algunos de los violadores de La Manada.
En 2020 el Gobierno alentaba la asistencia a la manifestación del 8M. Muchos pensaron que retrasaba las medidas de distanciamiento frente a la covid hasta después de la concentración, celebrada contra el criterio de la agencia europea. No sabemos hasta qué punto fue así, y algunos expertos aseguraron que el efecto en los contagios fue marginal. Pero sabemos que el ministro del Interior cesó ilegalmente al coronel de la Guardia Civil que mandó al juzgado un informe donde se cuestionaba la convocatoria de actos multitudinarios esos días en Madrid.
Los partidos de la izquierda enarbolaron la causa del feminismo, que era socialmente transversal y cuyo objetivo debería ser compartido: la igualdad entre los sexos. El movimiento se fragmentó en dos tendencias enfrentadas. Se percibe como más politizado y más desunido.
Hemos visto contradicciones llamativas. Entre ellas están el caso de Íñigo Errejón, fundador de Podemos y Más Madrid y exportavoz de Sumar, que, al margen de la relevancia penal de los hechos, ha tenido comportamientos incompatibles con su discurso. También está el de Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos. Había denuncias desde 2016, ha contado Ana Requena. Políticos y organizaciones que acusaban de machismo a los medios, a los jueces, a muchos hombres y buena parte de las mujeres silenciaban las denuncias y protegían a los presuntos abusadores que tenían dentro. Con ello contravenían las normas de los partidos y la obligación legal de denunciar la violencia sexual. (Errejón dimitió; nadie ha asumido responsabilidades en Unidas Podemos.)
El PSOE es feminista y abolicionista. El que fuera número dos del partido, hombre de confianza del presidente del Gobierno y ministro, habría escogido en un catálogo a una mujer con la que luego tuvo relación, según ha contado Ketty Garat. Después la mujer tuvo dos puestos en empresas públicas en las que dice no haber trabajado y vivía en un piso cuyo alquiler pagaba una trama corrupta.
Estos casos (y otros) no desacreditan el feminismo ni sus objetivos. Pero, además de inspirar cierta reflexión, deberían desacreditar a algunos de los que más han utilizado la causa en beneficio propio.