ERC: bravo por la evolución
El nuevo ciclo será difícil, abrirá heridas en el PSOE y una férrea oposición de la derecha. Pero una cosa es el fracaso de la independencia y otra desoír la pulsión nacionalista que pide cambios. Hay que escuchar
Hace un tiempo, no demasiado, me encontré con un viejo compañero de facultad que había encontrado su camino en las filas de Herri Batasuna, como entonces se llamaba la opción abertzale vasca, de la que fue concejal en los años más sangrientos. Palabras mayores. Habían pasado ya más de 30 años, y para ponernos al día desde aquellos tiempos bilbaínos él mismo me dijo: “Yo sigo igual: soy concejal de Bildu de mi pueblo. Como ves, no he evolucionado”.
En ese momento, incluso admiré la autoconciencia que tení...
Hace un tiempo, no demasiado, me encontré con un viejo compañero de facultad que había encontrado su camino en las filas de Herri Batasuna, como entonces se llamaba la opción abertzale vasca, de la que fue concejal en los años más sangrientos. Palabras mayores. Habían pasado ya más de 30 años, y para ponernos al día desde aquellos tiempos bilbaínos él mismo me dijo: “Yo sigo igual: soy concejal de Bildu de mi pueblo. Como ves, no he evolucionado”.
En ese momento, incluso admiré la autoconciencia que tenía de sus propios límites porque así lo parecía en la literalidad de su relato. Pero el tono que desplegó era tan alegre y orgulloso que enseguida corregí mi percepción: él estaba satisfecho de su inmovilidad y eso le curaba de cualquier tentación de lamento. Para mi forma de mirar el mundo, aquello era puro estancamiento.
Viene este recuerdo al hilo del movimiento de ERC, cuya líder, Marta Rovira, invitó estos días a su militancia a “evolucionar”. Y lo hizo exactamente con esta palabra (evolucionar) un término que apela a transformarse, renovarse, crecer.
En realidad, había grandes razones para hacerlo, internas y externas. Si nos centramos en las primeras, nos encontramos un partido que ha perdido 13 de los 33 escaños que tenía, que hoy está descabezado y, además, azotado por un escándalo mayúsculo como los carteles contra los Maragall con una alusión imperdonable al alzhéimer del expresident. Si nos centramos en las segundas, también sobran: es hora de pasar página, de superar la estéril etapa del procés y de asumir la necesidad de pactar para avanzar en los legítimos objetivos de su ideario. Las urnas fueron claras en mayo: los independentistas perdieron la hegemonía y la victoria fue para el PSC. Los militantes de ERC estaban este viernes llamados a superar una fase de confrontación, a distanciarse de su (mal) compañero de la última década, Junts, y a ofrecer sus votos para garantizar la gobernabilidad de Cataluña sin necesidad de repetición electoral. Cataluña tenía que salir ganando.
Y el resultado ha sido: sí. Por estrecho margen, pero el suficiente para iniciar un nuevo ciclo político en Cataluña con regreso al eje ideológico de izquierdas, y no el eje del independentismo que tanto ha dividido al país. Será difícil, será complejo, abrirá heridas en el PSOE y una férrea oposición de la derecha. Pero una cosa es el fracaso de la independencia y otra desoír la pulsión nacionalista que pide cambios y que lo hace desde la legalidad. Hay que escuchar.
Mi amigo decía que no había evolucionado, pero era su partido el que lo había hecho. Hoy son los militantes de ERC quienes han permitido esa evolución. Bravo por ello.