La reacción contra Ursula von der Leyen

En toda Europa se observa un rechazo al tipo de políticas que puso en marcha la Comisión presidida por la política alemana, que aspira a repetir mandato en las elecciones de junio

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, participa en la reunión del Colegio de Comisarios, este martes en Bruselas.Yves Herman (REUTERS)

En las elecciones europeas de junio de este año nos jugamos todo lo que define a la UE moderna: una abultada cantidad de leyes sobre la industria de cero emisiones netas; una política exterior basada en valores; y una normativa empresarial cada vez más intrusiva. Los sondeos dan a entender que la mayoría centrista que ha apoyado estas políticas es cada vez más reducida.

Ursula von der Leyen ha sido la representante por excelencia de esa mayoría....

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En las elecciones europeas de junio de este año nos jugamos todo lo que define a la UE moderna: una abultada cantidad de leyes sobre la industria de cero emisiones netas; una política exterior basada en valores; y una normativa empresarial cada vez más intrusiva. Los sondeos dan a entender que la mayoría centrista que ha apoyado estas políticas es cada vez más reducida.

Ursula von der Leyen ha sido la representante por excelencia de esa mayoría. Nacida en Bruselas, alemana de nacionalidad y propuesta por Francia, era la candidata perfecta para el puesto de presidenta de la Comisión Europea a finales de 2019. Ahora aspira a un segundo mandato. Que lo consiga o no dependerá en gran medida de que se mantenga la coalición centrista de cuatro partidos que la apoyó en 2019.

Lo que estamos viendo en toda Europa es una reacción contra el tipo de políticas que representaba la Comisión de Von der Leyen. La extrema derecha forma parte de esa reacción, pero el principal cambio político que se ha producido ha sido dentro del propio grupo político de Ursula von der Leyen: el Partido Popular Europeo, del que la CDU/CSU alemana es el miembro más numeroso.

Esta reacción se produce tras una de las fases políticas más agitadas de la historia reciente de la UE. Cuando la covid golpeó a principios de 2020, Von der Leyen desempeñó un papel decisivo en la creación del Fondo de Recuperación de la UE para ayudar a los países a hacer frente a las consecuencias económicas de la pandemia. Luego vino el Pacto Verde, un gran volumen de leyes sobre energías renovables, uso del suelo y silvicultura, eficiencia energética, normas de emisión para coches y camiones, y directiva sobre impuestos energéticos. También se dictaron leyes para endurecer las normas sobre pesticidas, calidad del aire, contaminación del agua y aguas residuales.

Los agricultores se rebelan contra esas políticas porque afectan a su medio de vida. La industria tampoco está contenta. Una parte importante del Pacto Verde era la política industrial ecológica. La legislación estrella fue la ley sobre la industria de cero emisiones netas. La industria solía ser el mayor defensor de la UE. Pero con las nuevas leyes, llegó la nueva burocracia. Todas las inversiones financiadas por la UE deben tener un componente verde de al menos el 30%. Un mecanismo de ajuste de las emisiones de carbono en frontera, que entrará en vigor en 2026, penalizará las importaciones que no cumplan las normas sobre emisiones de carbono de la propia UE. En conjunto, la legislación de la UE de los últimos años equivale a un cambio casi total del régimen empresarial.

El cumplimiento de algunas normativas es prácticamente imposible para las empresas que no cuentan con equipos jurídicos especializados. Y la situación va a empeorar. Ahora mismo se está debatiendo una ley sobre la cadena de suministro que haría a las empresas europeas responsables de las violaciones de los derechos humanos en su cadena de suministro, incluidos los proveedores de sus proveedores.

Yo supongo que la fase hiperactiva de la agenda verde terminará con las elecciones de junio. Parte de ella podría incluso dar marcha atrás. Hasta empiezo a dudar de que la UE acabe aplicando el objetivo de 2035 para la eliminación progresiva de los coches con motor de combustión. Se está gestando un desastre de política industrial porque los fabricantes europeos de automóviles tienen dificultades para vender sus coches eléctricos.

Resulta muy ilustrativo observar lo que ha ocurrido con la política verde en Alemania. La coalición SPD-Verdes-FDP en Berlín empezó con gran entusiasmo en 2021, pero ahora está irremediablemente dividida. Tras una serie de leyes impopulares, la reacción violenta contra los Verdes lleva tiempo en plena efervescencia.

La ultraderechista AfD y un nuevo partido liderado por Sahra Wagenknecht, una política inconformista de izquierdas, han identificado a Los Verdes como su principal adversario. Los describen como representantes de las élites metropolitanas que imponen sus valores urbanos a las comunidades rurales. El lenguaje evoca paralelismos con el Brexit. A medida que la UE se asocia con las políticas partidistas del centroizquierda, la oposición a esas políticas y la oposición a la UE empiezan a fusionarse.

La repentina supresión de una subvención al gasóleo para vehículos agrícolas fue lo que llevó a los agricultores a las calles en Alemania. Pero su descontento va más allá. Lo que está ocurriendo en toda Europa es la primera reacción organizada contra la agenda verde. El centroderecha ha descubierto que se pueden conseguir votos si se oponen a las políticas medioambientales. Los agricultores y las comunidades rurales están empezando a contraatacar.

Una de las consecuencias es que la coalición de centro ya no es viable. Personalmente, creo que es una evolución saludable. Cuando los partidos centristas forman siempre coaliciones, no debería sorprendernos que surjan partidos en los extremos políticos.

La reacción natural de los centristas ante el auge de la extrema derecha ha sido utilizar cortafuegos. Esto funciona hasta que deja de funcionar. Cuando la extrema derecha supera determinados umbrales de apoyo, como ha ocurrido en Alemania, los cortafuegos se convierten en una lucha contra las leyes de la aritmética electoral.

En Bruselas, el cortafuegos ha empezado a agrietarse. El PPE ya se ha abierto a los Conservadores y Reformistas Europeos. Su miembro más influyente es Giorgia Meloni, primera ministra italiana y líder de los ultraderechistas Hermanos de Italia. Meloni ha dicho que apoyará a Von der Leyen. Su gran preocupación es la política de inmigración. Yo no descartaría que Von der Leyen pudiera volver a reunir una mayoría. Lo que me cuesta ver es una coalición que englobe a la izquierda y a Meloni.

Tampoco está claro si Renew Europe, el grupo liberal del Parlamento Europeo, seguirá apoyándola. El respaldo a los partidos liberales se está debilitando en todas partes, incluso en Francia. El Partido por la Libertad y la Democracia de Mark Rutte perdió las elecciones en Países Bajos el año pasado. El FDP alemán lucha por su supervivencia política dentro de la coalición de Berlín. La hiperactiva agenda industrial verde de Von der Leyen representa la antítesis de lo que defienden los partidos conservadores-liberales como el FDP.

Y aquí reside la ironía definitiva. Si Von der Leyen acabara ganando un segundo mandato, pasará la mayor parte del tiempo deshaciendo lo que hizo en el primero.

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