Los tractores son fachas
Atrás quedaron esos tiempos en que la izquierda acompañaba las causas de los trabajadores sin extenderles un cuestionario sobre su conciencia plurinacional, su identidad de género o su recuerdo de voto
George Orwell era un antifascista de los que cogía un fusil y se iba a combatir a la guerra civil española, cuando de verdad existía el fascismo. No era como muchos que hoy se autoperciben antifascistas por señalar a quien no piense como ellos, sean de derechas, de centro o incluso de izquierdas. Aunque esos ya existían en su tiempo, y Orwell los tenía calados: “les he oído llamar fascistas a los granjeros y tenderos, al crédito social, al castigo físico, a la caza del zorro, a la tauromaquia, a Kipling y Gandhi, a la hom...
George Orwell era un antifascista de los que cogía un fusil y se iba a combatir a la guerra civil española, cuando de verdad existía el fascismo. No era como muchos que hoy se autoperciben antifascistas por señalar a quien no piense como ellos, sean de derechas, de centro o incluso de izquierdas. Aunque esos ya existían en su tiempo, y Orwell los tenía calados: “les he oído llamar fascistas a los granjeros y tenderos, al crédito social, al castigo físico, a la caza del zorro, a la tauromaquia, a Kipling y Gandhi, a la homosexualidad, la astrología, las mujeres y los perros”.
Aún hoy lo seguimos oyendo aplicado a los agricultores: el fascismo, muy desmejorado, antes iba en tanques con elegantes uniformes y ahora va en tractores con chaleco reflectante. Antes pedía un Estado totalitario que controlara todo, pero ahora se conforma con uno que haga por su sector primario al menos alguna cosilla. Antes quería una Europa dominadora, ahora por el contrario desearía que Europa no mangonease tanto y les dejase producir y vivir de ello. Antes quería un imperio más allá de sus fronteras del que traer nuevas riquezas, y ahora lo que le gustaría es que se frenase el flujo masivo de productos baratos desde Marruecos, Sudáfrica o Turquía.
Parecería que ha cambiado mucho el fascismo, incluso que ha cambiado del todo, pero para la progresía liberal no hay duda de que las tractoradas son la nueva marcha sobre Roma. ¿La razón? No se les ve muy emocionados con las nuevas narrativas que cautivan a la izquierda urbanita. No parece que les fascine la “economía verde” cuando están en números rojos, ni son entusiastas de la “agenda 2030″ cuando no llegan ni a fin de mes en 2024.
Atrás quedaron esos tiempos en que la izquierda acompañaba las causas sectoriales de los trabajadores sin previamente extenderles un cuestionario sobre su conciencia plurinacional, su identidad de género o su recuerdo de voto. Quizá la última vez que ocurrió fue cuando Podemos defendió al sector del taxi sin importarles si llevaban sintonizada la Cope, la Virgen del Rocío en el salpicadero o una pegatina de la rojigualda con toro sobreimpreso. Fue una estrategia de éxito que disputó los votos de uno de esos sectores concebidos socialmente como conservadores, traicionado por unos partidos de derechas que, como siempre, se pusieron del lado del capitalismo. En este caso, de Uber.
Desde entonces hemos visto un progresivo desdén de las izquierdas hacia la clase trabajadora, sean los metaleros de Cádiz, los autónomos, los transportistas o ahora los agricultores, acompañado de un falsario intento de las derechas por acaparar sus luchas.
Para esto ha quedado el eje izquierda-derecha, para embarrar todas las causas. Unas las abandona la izquierda y las manosea la derecha y otras al revés. Y al final la verdad, que es la injusticia por la que protesta hoy el sector primario, queda empañada por una foto anecdótica amplificada hasta la saciedad, la de un tractor con una bandera del águila de San Juan. ¿Lo ve como son todos fascistas?
En las tractoradas alemanas y de Europa del Este se han visto banderas de cuando los países eran repúblicas comunistas. Porque seguramente lo que añoran los agricultores a un lado y otro no es ni el fascismo ni el comunismo, sino certezas, arraigo y la posibilidad de vivir de su trabajo. No es a los tractoristas rojos o fachas a quienes habría que pedirles cuentas. Sino a las promesas rotas que les hizo la Europa de la globalización y la democracia liberal.