Más acción, más ambición climática: un llamado desde el sur global

El llamado es por la acción ante las dinámicas de degradación, extinción e intensidad de los fenómenos naturales causados por el hombre

Dos hombres y un niño observan una presa semi vacía por la sequía y la ola de calor, en el pueblo chiapaneco de Tecpatán.Cralos López (EFE)

En la lucha contra el cambio climático no hay espacio para la complacencia. No basta con anunciar que “aún no es demasiado tarde para frenar el calentamiento global”, cuando los esfuerzos desplegados hasta el momento han sido insuficientes y la casa literalmente se encuentra en llamas. En poco, podría quedar en cenizas. La humanidad se enfrenta al reto sistémico de mayor envergadura que definirá su existencia, ante las tensiones actuales de mayor...

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En la lucha contra el cambio climático no hay espacio para la complacencia. No basta con anunciar que “aún no es demasiado tarde para frenar el calentamiento global”, cuando los esfuerzos desplegados hasta el momento han sido insuficientes y la casa literalmente se encuentra en llamas. En poco, podría quedar en cenizas. La humanidad se enfrenta al reto sistémico de mayor envergadura que definirá su existencia, ante las tensiones actuales de mayor consumo de energía, aumento de temperatura y crecientes desastres naturales.

El conocimiento acumulado sobre este fenómeno, sumado a los desarrollos de la ciencia y tecnología nos brindan herramientas fundamentales y nos posicionan en un lugar inigualable, para brindar -en el marco de nuestra institucionalidad democrática- soluciones viables y eficaces que se adecuen a las necesidades locales. Las decisiones que se adopten serán fundamentales para corregir el rumbo y brindar nuevas oportunidades a las generaciones futuras.

Por ello, es urgente actuar con celeridad y precipitar la acción climática para reducir las emisiones, a fin de limitar a 1,5 °C el incremento de la temperatura mundial, y aumentar las inversiones en adaptación y resiliencia, especialmente en los países y poblaciones más vulnerables. Esta es una tarea que le corresponde no sólo a los gobiernos sino también a todo el espectro de la sociedad, el sector privado, la comunidad internacional y la banca multilateral.

Los hechos lo dicen todo y se intrincan con la llegada del fenómeno del Niño que contribuirá con nuevas olas de calor. En efecto, el planeta batió dos récords mundiales en un abrir y cerrar de ojos. La temperatura media diaria en la tierra superó los 17 °C en julio de 2023 y el calentamiento del Atlántico Norte ha logrado dimensiones inéditas.

En el plano económico, las proyecciones hacia el 2100 indican que el producto mundial bruto tendrá una reducción del 23% versus un escenario sin los efectos de cambio climático. Y en caso de no tomarse correctivos, en el 2050 el producto bruto mundial sería un 11% menor, de acuerdo con Emerging Markets Forum (Envisioning 2060).

Frente a este panorama, los expertos consideran que hemos entrado en un “territorio desconocido”, en una zona gris no explorada y con dimensiones aún no imaginadas en el sentido literal de la palabra, debido a las condiciones excepcionalmente adversas bajo las cuales viviremos.

Informes del IPCC y la OMM

Los recientes reportes y los datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) brindan una alerta, aunque abren la puerta para la acción inmediata. ¿Cuáles son los principales hallazgos?

  1. La temperatura media mundial durante los últimos 8 años es la más elevada, de acuerdo con los registros instrumentales desde 1850.
  2. Las concentraciones de los tres principales gases de efecto invernadero -dióxido de carbono, metano y óxido nitroso- alcanzaron los niveles más agudos.
  3. Los glaciares han perdido un espesor acumulado de 30 metros desde 1970.
  4. El hielo marino de la Antártida disminuyó hasta situarse en los niveles más bajos que se tenga constancia.
  5. El nivel medio del mar a escala mundial alcanzó un nuevo máximo sin precedentes desde que se dispone de registros (1993-2022).
  6. La acidificación de los océanos se encuentra actualmente en su nivel más bajo desde hace al menos 26.000 años, lo cual representa una amenaza para los organismos y servicios ecosistémicos.

Ambos documentos coinciden en las consecuencias socioeconómicas y ambientales inmediatas de este escenario: sequías y lluvias que causan estragos, olas de calor, inseguridad alimentaria e hídrica, desplazamientos humanos, destrucción de ecosistemas, pandemias, conflictos, entre otros.

Cambio climático: una prioridad a pesar de la inacción de algunos

No obstante la amenaza, algunos todavía ignoran la prioridad que el cambio climático merece y mantienen una actitud pasiva. Ciertos países se empeñan en no tomar medidas firmes y rápidas. Otros, de forma deliberada y dando un salto al vacío, postergan los plazos de reducción de emisiones de gases, a pesar de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, su Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París.

Aquí debemos ser enfáticos y vocales: la lucha efectiva contra el cambio climático exige inexorablemente la aplicación del principio de la corresponsabilidad. Este es un problema global que exige el compromiso de todos -sin excepción alguna- y de soluciones globales. Pero también, debe complementarse con el criterio de justicia ambiental. Todos tienen que prevenir y reparar los efectos y daños causados, de forma proporcional y sin dilación. En el plano internacional, el interés colectivo debe estar por encima del particular, el cual en ocasiones se encubre -de forma perversa- bajo el llamado “derecho al desarrollo”.

Se requieren, por lo tanto, respuestas eficaces y equitativas de política pública y una gran cooperación internacional en torno a la adaptación cambio climático, la pérdida y degradación acelerada de la biodiversidad, el colapso de ecosistemas y el aumento significativo en las emisiones de carbono. Así mismo, mecanismos financieros innovadores que promuevan el financiamiento climático.

Mención especial merece la interrelación entre cambio climático y pobreza. Se deben adelantar esfuerzos simultáneos y complementarios en ambas direcciones para reducir sus efectos. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que en los próximos 10 años el cambio climático podría sumir en la pobreza a 100 millones de personas en todo el mundo. El cambio climático no mitigado tiene efectos negativos en el crecimiento económico y en la desigualdad.

Una voz desde el Sur Global

Ante la acción climática, el Sur Global debe ir más allá de posiciones tradicionales de búsqueda de reparaciones desde una perspectiva “ética” e “histórica”, que únicamente han conducido a generar frustraciones y reclamos por la falta de resultados y responsables.

Hoy las economías emergentes tienen el imperativo de construir consensos, buscar una relación de iguales, trascender la obsesión por las dinámicas entre donantes y receptores, así como establecer un “fondo para pérdidas y daños”. Sus eventuales recursos generan más interrogantes que certidumbres y su distribución sería materia de un complejo ejercicio de economía política.

Es necesario, entones, mirar al horizonte con la convicción de la importancia y necesidad de crear mecanismos creíbles, innovadores y operativos en torno a la conservación, así como a la mitigación y adaptación. Un buen ejemplo son los esquemas de conversión de deuda por naturaleza, tal como Ecuador lo concretó recientemente en beneficio de las Islas Galápagos, por USD 450 millones.

El reto es el desarrollo de políticas de transición verde y justa y de desarrollo productivo que permitan la redefinición y construcción de un modelo para la región, con el fin de descarbonizar y diversificar nuestras economías. Adicionalmente, se necesita la creación de agendas propositivas y constructivas que brinden un marco no sólo de apoyo financiero, sino también técnico y de creación de capacidades.

Se debe pasar de la retórica de las Conferencias de Estados Parte (COP) a la acción efectiva y acelerar la transición a las energías verdes, evitar la fragmentación y los déficits en recursos naturales como el agua, cuya escasez está afectando a más de 3.000 millones de personas.

En este escenario, América Latina tiene el potencial de constituirse en región solución. Debe apelar al pragmatismo y la construcción de una visión de largo plazo. Su riqueza natural es inigualable por su biodiversidad (60% del planeta), la Amazonía (5,5 millones de kilómetros cuadrados), la posesión de bosques primarios (50% del mundo), las reservas globales de agua dulce (30%), el potencial de la matriz energética (una de las más limpias del mundo), las fuentes renovables y de hidrógeno verde (13 proyectos operativos y 70 en desarrollo), entre otros.

La región junto con sus instituciones financieras de desarrollo debe tener una voz más activa e incluyente a nivel internacional, contribuir con una transición energética justa, proteger la riqueza natural e impulsar soluciones basadas en la naturaleza. Los recursos deben ser invertidos de forma certera -con precisión de relojero- y en los proyectos de mayor impacto. “Menos recursos de libre disponibilidad y más en inversión” debe ser la regla de oro con el fin de cumplir las metas propuestas y poder pasar de la teoría a la práctica, la cual requiere de un profundo conocimiento y las mejores experiencias.

De acuerdo con cifras de CAF – Banco de Desarrollo de América Latina, la región requiere 110 mil millones para su adaptación al cambio climático, lo cual exige nuevos instrumentos y la movilización de recursos adicionales desde el sector privado.

Los números anteriores dejan en claro que, ante los retos de la acción climática y del desarrollo de América Latina, la estrecha cooperación y coordinación entre las instituciones financieras es una necesidad. La complementariedad debe ser la norma.

Comentarios finales

El llamado es por la acción y una mayor ambición climática ante las dinámicas de degradación, extinción e intensidad de los fenómenos naturales causados por el hombre. Esta es la lucha por la vida del planeta desde una perspectiva humanista que integre los valores y la ética, así como redefina la relación integral con la naturaleza.

Se hace necesario fortalecer los sistemas de gobernanza -global y regional-, la capacidad de respuesta de los Estados y empoderar a la ciudadanía en el diseño de soluciones. Los liderazgos políticos están a prueba, así como nuestras democracias.

Al final del camino, debemos tomar conciencia de que la tierra es nuestro único hogar. Es suelo fértil de paz, cooperación y desarrollo. ¡Aquí no hay planeta B!

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