Yolanda Díaz frente a los ‘asaltadores’ de cielos

Con Sumar se acabarían los exabruptos del socio pequeño de la coalición porque la vicepresidenta impondría sus formas sosegadas para llegar a acuerdos

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, interviene en el pleno del Congreso de los Diputados, este miércoles.Jesús Hellín (Europa Press)

El pulso entre Podemos y Yolanda Díaz será hasta el final porque no solo va de puestos en las listas o de repartición de cargos. La pugna ha reabierto la vieja discusión de 2016 entre errejonistas y pablistas sobre qué estrategia electoral seguirá Sumar ante otro Gobierno de coalición con el PSOE. Y la línea moderada de Díaz levanta...

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El pulso entre Podemos y Yolanda Díaz será hasta el final porque no solo va de puestos en las listas o de repartición de cargos. La pugna ha reabierto la vieja discusión de 2016 entre errejonistas y pablistas sobre qué estrategia electoral seguirá Sumar ante otro Gobierno de coalición con el PSOE. Y la línea moderada de Díaz levanta ya recelos por cómo afectará a la supervivencia de los morados, y de la izquierda alternativa en su conjunto.

El propio Pablo Iglesias lo insinuó en la Cadena SER, aludiendo a las dos formas que existen de competir en ese espacio. La primera consistiría en asumir la hegemonía socialista, y moverse en sus lógicas para captar votantes —estilo atribuible a Díaz—. La segunda opción sería la del Podemos original, que rozó el sorpasso en 2016, diferenciándose del PSOE con un discurso duro contra el bipartidismo —es la opción del exvicepresidente, pese a que acabó aceptando el lugar subalterno en la coalición de 2020—.

Y este debate vuelve ahora porque Podemos se enfrenta a una encrucijada existencial por su encaje en Sumar. Los puestos son un mecanismo de reparto de poder entre contrarios o afines. La batalla por las listas es la vía que ha encontrado Podemos para procurarse influencia sobre el discurso de Díaz. A la vicepresidenta, en cambio, le convendría esperar a que Podemos flojee en las municipales para tener sólo ella las riendas de su candidatura, en forma y estrategia.

Y ello explica que Podemos se resista, bajo el recelo de si Díaz será una opción dócil frente a Pedro Sánchez, o una marca blanca del PSOE en otro eventual Ejecutivo. Con Sumar se acabarían los exabruptos del socio pequeño de la coalición porque la vicepresidenta impondría sus formas sosegadas para llegar a acuerdos. Los podemistas sólo podrían intentar arrastrar a Sumar hacia sus posiciones maximalistas si lograran una representación notable en el Congreso.

El caso es que Sánchez no está ahora por diluir a Podemos: no es su batalla desde que el miedo al sorpasso es historia. El interés del presidente promocionando a Díaz como tique electoral probablemente responda a las necesidades del PSOE. Con su perfil moderado, Sumar podría rescatar votos socialistas desmovilizados en las encuestas para evitar que caigan en la abstención, mientras Podemos cubre el flanco más al extremo. Díaz intentaría además reflotar a la izquierda federalista en varios territorios —eso explica que cuadros podemistas en Navarra y Galicia sí acudan el domingo a respaldarla—.

Con todo, cabe dudar de la vía de la confrontación como única estrategia exitosa a largo plazo. Podemos solo ha logrado hasta la fecha conservar 35 escaños con el discurso de resistencia frente a todos. Y la única vez que el partido morado estuvo a punto de sorpassar al PSOE mediante la línea dura fue en un contexto “especial”, como Iglesias reconoció en Hora 25: tras la ruptura del sistema, donde el coctel de una crisis brutal movió el voto hacia esa izquierda más combativa.

Aunque la política ha cambiado mucho en estos años. Las izquierdas alternativas más sostenibles en el tiempo, como Más Madrid, no dependen tanto de un contexto socioeconómico terrible, de una España negra, del golpe de efecto o la tensión constante, sino de su habilidad para arraigar desde el posibilismo en los temas que preocupan a la ciudadanía en general, como la precariedad.

Y a largo plazo, tal vez se impongan las izquierdas de orden, no revolucionarias, allí donde el purismo o el choque puede traducirse en la garantía del no acuerdo. Un errejonista decía: “Todo el mundo sabe que Pablo sería durísimo negociando con las empresas eléctricas. De lo que dudan es de si seguiría habiendo luz al día siguiente”. Algunas voces criticaron la reforma laboral de Díaz porque esperaban más, obviando que la alternativa era mantener la legislación del PP.

Iglesias abrió el debate en la SER. Lo que no dijo es que si la apuesta de Díaz triunfa supondría la victoria del errejonismo a título póstumo: las tesis que abogaron por enterrar el 15-M y construir una izquierda que conserve a los puristas, pero compita de forma virtuosa con el PSOE por un electorado más amplio. Aunque quizás el as en la manga de los asaltadores de cielos pase por asumir que la derecha volverá al poder más pronto que tarde en España: el clásico cuanto peor, mejor, nada amable, ya se sabe.

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