Soy idiota

Me pregunto cómo es posible que las cifras macroeconómicas del país sean tan buenas con un tercio de la población en riesgo de pobreza

Productos en venta en una frutería de un mercado de Mahón (Menorca).David Arquimbau Sintes (EFE)

Dijeron por la radio que se podía estar delgado y ser obeso del mismo modo, pensé yo, que los ricos, en las novelas románticas, suelen ser pobres porque les falta lo esencial. Lo esencial, que pertenece al alma, no sale en los extractos bancarios ni en los análisis de sangre ni en las radiografías. Las novelas románticas, en fin, están llenas de pobres ricos, como las consultas de los nutricionistas están llenas de delgados obesos. Todo conduce a su contrario: entre los exhibicionistas abundan los tímidos, la agorafobia es una de las manifestaciones de la claustrofobia y la tensión alta mala e...

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Dijeron por la radio que se podía estar delgado y ser obeso del mismo modo, pensé yo, que los ricos, en las novelas románticas, suelen ser pobres porque les falta lo esencial. Lo esencial, que pertenece al alma, no sale en los extractos bancarios ni en los análisis de sangre ni en las radiografías. Las novelas románticas, en fin, están llenas de pobres ricos, como las consultas de los nutricionistas están llenas de delgados obesos. Todo conduce a su contrario: entre los exhibicionistas abundan los tímidos, la agorafobia es una de las manifestaciones de la claustrofobia y la tensión alta mala es la baja. De otro lado, los efectos secundarios de la ley del solo sí es sí se explican por la propia perfección de la norma. Hay que mirarlo todo del revés para comprender el significado de las cosas.

Viene a cenar a casa un amigo gordísimo que observa mi delgadez con lástima. Dice que tengo que cuidarme porque la gordura es la antesala de la diabetes. “Puedes tomarte el paté a cucharadas”, añade, “siempre que cuides la proporción entre la grasa y el músculo”. Hay también, según él, un problema de desinformación en el asunto de la obesidad infantil: los niños flacos son con frecuencia los que están más gordos.

Cuando se marcha, me meto en la cama (aunque quizá esté saliendo de ella, no lo sé) y me pregunto cómo es posible que las cifras macroeconómicas del país sean tan buenas con un tercio de la población en riesgo de pobreza. O cómo hemos conseguido detener la inflación sin que la leche deje de subir. Me pregunto también por qué las desigualdades no dejan de crecer cuando es la primera preocupación de los gobernantes. Pero me lo pregunto porque soy idiota, porque no entiendo el funcionamiento de la realidad. Ni siquiera me había dado cuenta de que me sobraban tantos kilos disponiendo de tan pocos. Mañana, a régimen.

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