La insensatez de Ucrania

Escuchamos que la opción de sentido común para Kiev es negociar, y se intuye que cualquier otra decisión prueba un egoísmo empecinado

Un edificio de apartamentos de Járkov dañado por un ataque ruso, el 4 de julio.Evgeniy Maloletka (AP)

El sentido común está de moda. Pero ¿qué significan exactamente las apelaciones al sentido común? Nada: son una maniobra retórica para fingir que la mía es la única opción razonable, porque el único interés general es el mío y lo sensato para todos es lo que me conviene en este momento. Escuchamos que la opción de sentido común para Ucrania es negociar, y se intuye que cualquier otra decisión prueba un egoísmo empecinado. La invasión es criminal, la resistencia...

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El sentido común está de moda. Pero ¿qué significan exactamente las apelaciones al sentido común? Nada: son una maniobra retórica para fingir que la mía es la única opción razonable, porque el único interés general es el mío y lo sensato para todos es lo que me conviene en este momento. Escuchamos que la opción de sentido común para Ucrania es negociar, y se intuye que cualquier otra decisión prueba un egoísmo empecinado. La invasión es criminal, la resistencia es heroica, pero ¿no ha llegado la hora de ser realista? ¿Por qué Volodímir Zelenski no deja, digamos, un 20% de su país en manos del tirano que mata, tortura, viola y deporta a sus ciudadanos? Ucrania podía haber adoptado la opción sensata cuando la invadieron, y probablemente habría dejado de existir: el sentido común depende mucho del lugar en el que estás, así que uno se preocupa del aumento de los precios de la energía y otro de que maten a su madre o a su hijo. Uno también puede tener dudas de que Rusia respetara un hipotético compromiso: hay gente desconfiada. Ya conocíamos a los admiradores de Putin en la extrema derecha y a los supuestos pacifistas de la extrema izquierda, que solo lloran a los muertos que pueden cargar a la cuenta de Occidente. Hemos leído y escuchado a reservistas del Ejército español mostrando complicidad con la agresión de Putin, y voces que dicen que Ucrania debía ser un país neutral y desmilitarizado, que el hecho de que tome sus decisiones como España o Francia es una ofensa para Rusia: se sobreentiende que hay que ser empáticos con los agraviados. Pero la impaciencia crece en sectores más moderados, que se inquietan por la contraofensiva de Ucrania y por la firmeza de Zelenski. Muestran cierto fastidio ante la postura de Estados Unidos (les pilla muy lejos, así cualquiera) y de países de Europa del Este (les pilla muy cerca, les falta perspectiva). Es verdad que admiran a La Nueve y la liberación de París, y piensan que ojalá las democracias hubieran ayudado a la Segunda República en la guerra civil española, pero todo tiene su momento y su peligro. La inflación, sostienen, genera sufrimiento y puede reforzar en Europa a los extremistas, que a menudo tienen simpatía o incluso lazos con Putin. Para que no mejore aquí sus expectativas algo que podría parecerse a Putin conviene dejar que Putin gane allí, dice su argumento fantasioso, y entonces el sentido común solo es una máscara.

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