Perder el sur global

La pandemia, y después la guerra, nos han devuelto a la época de los bloques y Rusia y China llevan mucho tiempo estrechando relaciones con países de África, Latinoamérica y Asia

Reunión de emergencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 28 de febrero, para abordar la invasión rusa de Ucrania.John Minchillo (AP)

Estaban todos invitados, pero casi ninguno asistió. Cuando Volodímir Zelenski empezó la videoconferencia que había preparado para los 55 líderes de la Unión Africana el 20 de junio, al otro lado de la pantalla solo se encontró a cuatro de ellos. Nada que ver con la expectación que había conseguido en el Parlamento Europeo o el Congreso de Estados Unidos. A pesar del chasco, el presidente ucranio siguió con su guion: denunció la invasión rusa de su país y acusó a Moscú de provocar una catástrofe alimentaria en África. Desde que empezó la guerra, en Ucrania y Rusia hay bloqueadas toneladas de fertilizantes y de cereales que son el principal sustento de millones de africanos. Eso, sumado a los precios disparados del combustible, hace cada vez más insostenible la situación. Y, sin embargo, de este drama los países africanos no culpan a Rusia, sino a Occidente, por imponer sanciones a Moscú.

¿Por qué Zelenski no consigue que África se ponga de su lado? Cuando en marzo se votó en Naciones Unidas la condena a la invasión rusa, Eritrea se negó a hacerlo. Otra veintena de países africanos prefirieron abstenerse. Lo mismo hizo India en varias votaciones sobre Rusia. Nueva Delhi alegó que debía garantizar la seguridad de sus 20.000 estudiantes en Ucrania, pero lo que ha pesado es su dependencia de las armas, en su día soviéticas y hoy rusas. Desde los años 60, Moscú le ha vendido a India aproximadamente el 70% de su arsenal. Si miramos a los BRICS, ese acrónimo que se puso de moda hace veinte años para hablar de las economías emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ninguno ha impuesto sanciones a Moscú por invadir Ucrania.

La pandemia, y después la guerra, nos han devuelto a la época de los bloques. Occidente sale reforzado de la cumbre de la OTAN, aunque puede perder el “sur global” (países de África, Asia y Latinoamérica). Muchos llevan años estrechando relaciones con China y Rusia. Con matices, para sus líderes ni Rusia es una “amenaza aguda y directa” ni China un “desafío estratégico”. Al contrario, lo que les irrita es que Occidente use un doble rasero para medir cuáles conflictos son justos y cuáles no, y qué refugiados merecen abrigo.

Para no perder al sur global hay que hacerle ofertas concretas. Pekín es el acreedor principal de muchos países y los ha incluido en la Nueva Ruta de la Seda, su gigantesco plan de infraestructuras para ganar influencia internacional. Moscú manda combustible, trigo, armas y mercenarios. Ninguna de las dos potencias pide estándares democráticos ni de transparencia a la occidental. Y así han conseguido lealtades, capitalizando los malos liderazgos locales, la necesidad y, que no se nos olvide, la desconfianza hacia Occidente.

Sobre la firma

Más información

Archivado En