Orgullo de filólogos

Gente de letras, gente de libros nada sagrados, gente que ama la libertad por encima de todas las cosas: dejemos de sentirnos acomplejados por los tecnócratas alienados

Un hombre lee un libro en una biblioteca de Singapur.

Va siendo hora de que los de letras salgamos a defender con orgullo nuestra pasión por el conocimiento humanístico, que dejemos de sentirnos avergonzados por haber escogido carreras inútiles, nos decían, sin salidas. Hemos vivido siempre con la sensación de haber tomado un camino caprichoso, casi frívolo, en tiempos de exigencias sobrehumanas de productividad. Nos negamos a reducir el conocimiento...

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Va siendo hora de que los de letras salgamos a defender con orgullo nuestra pasión por el conocimiento humanístico, que dejemos de sentirnos avergonzados por haber escogido carreras inútiles, nos decían, sin salidas. Hemos vivido siempre con la sensación de haber tomado un camino caprichoso, casi frívolo, en tiempos de exigencias sobrehumanas de productividad. Nos negamos a reducir el conocimiento, el arte en todas sus formas literarias, el saber lingüístico y el acceso privilegiado a la palabra y sus complejas estructuras a simples mercancías que se compran y se venden. Los de letras sabemos que el mundo es porque podemos nombrarlo, que recorrer río arriba el curso de la historia de cualquier idioma es entender nuestros orígenes como especie, aprovechar la experiencia de miles de años y trascender los límites de la vida material. Ser de letras es la hostia, déjenme que cambie de registro: el mundo de la experiencia, a la luz de lo leído y lo escrito, lo pensado y lo debatido, adquiere una textura única, de una riqueza inconmensurable que nos hace partícipes de una belleza de valor incalculable. Por no hablar de los innumerables amigos que vamos haciendo por el camino de acceso a la letra impresa: ¿quién más que nosotros puede presumir de pasarse el día dialogando con gente que está muerta o que no existe sin que ello sea síntoma de patología psiquiátrica alguna? Vale, don Quijote estaba muy delgado y su visión literaria de la vida le trajo no pocos problemas pero, ¿y lo bien que se lo pasó?

Gente de letras, gente de libros nada sagrados, gente que ama la libertad por encima de todas las cosas: dejemos de sentirnos acomplejados por los tecnócratas alienados. Los pobres necios no son conscientes de que están a merced del algoritmo si no entienden las raíces profundas del lenguaje que usan.

Creíamos superados los prejuicios contra quienes nos decantábamos por las humanidades, que ya habían pasado los tiempos del “tú eres inteligente, ¿por qué no haces ciencias?” Pero Gabriel Plaza, el alumno que ha sacado la mejor nota de la EvAU de este año en Madrid, ha decidido estudiar Filología Clásica y eso le ha valido acoso digital y desprecio por parte de ignorantes orgullosos de serlo. Habrá algo de sexismo en las críticas porque, ya se sabe, las carreras que no exigen más de cinco pelado son para chicas. No sé si Gabriel será más feliz por decantarse por lo que le gusta, pero será infinitamente más coherente consigo mismo. Lo cual, estoy segura, le dará una paz imprescindible para capear las incertidumbres del mundo.

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