Por qué España es buena en deporte

Los españoles no somos un pueblo superior. El país ha sido lo suficientemente rico como para que la inmensa mayoría de chicos y chicas tuviera acceso a infraestructuras deportivas y clubes de entrenamiento

Rafa Nadal, el domingo tras ganar Roland Garros. Foto: ADAM PRETTY (GETTY IMAGES) | Vídeo: EPV

En el tenis, de Arantxa Sánchez-Vicario a Rafa Nadal. En el fútbol, de Andrés Iniesta a Alexia Putellas. En el baloncesto, de Amaya Valdemoro a Pau Gasol. Por no hablar de balonmano, mo...

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En el tenis, de Arantxa Sánchez-Vicario a Rafa Nadal. En el fútbol, de Andrés Iniesta a Alexia Putellas. En el baloncesto, de Amaya Valdemoro a Pau Gasol. Por no hablar de balonmano, motociclismo o golf. Ninguna nación ha creado tantas estrellas, en los deportes más populares, como España. Nuestro palmarés reciente en títulos individuales, de clubes y de selecciones es extraordinario.

A nivel anecdótico, muchos compatriotas que viven en el extranjero habrán experimentado esta situación: falta un jugador para una pachanga entre amigos en cualquier actividad física (del fútbol al sóftbol) y se llama al español o española. “¡Vosotros es que sois buenos en todo!”, nos dicen con una naturalidad pueril. Y en esta época de nacionalismo creciente es tentador dejarse llevar por la fantasía de que los íberos —del fiero Hispano en la película Gladiator a las Guerreras y al luchador Nadal, pasando por los corajudos conquistadores— estamos dotados de un gen competitivo especial.

Obviamente, no. Los españoles no somos un pueblo superior. Siguiendo algunos estudios, podemos hipotetizar una razón más prosaica del éxito del deporte español: durante los años de formación de nuestros grandes deportistas, más o menos desde 1980 hasta principios de este siglo, hemos tenido la renta per cápita ideal para la práctica deportiva. España ha sido lo suficientemente rica como para que la inmensa mayoría de chicos y chicas tuvieran acceso a infraestructuras deportivas y clubes de entrenamiento. Ya no eran necesarias las gestas heroicas de los niños de la posguerra, como Manolo Santana, que se construyó una raqueta con el respaldo de una silla, o Severiano Ballesteros, que aprendió golf pateando piedras mientras cuidaba las vacas en el monte. Y, al mismo tiempo, no hemos sido lo suficientemente ricos como para que la inmensa mayoría de padres y madres descarte una carrera deportiva, llena de sacrificios y riesgos, para sus hijos. Es lo que ocurre en las naciones más desarrolladas, como Suiza o Noruega. O entre las clases más acomodadas de todos los países, ya sea EE UU, Australia o España: el objetivo es que niños y niñas saquen las mejores notas, no que metan más goles.

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Así que, a medida que nuestro país se desarrolle más, deberíamos esperar menos, no más, triunfos deportivos. Los fracasos en la cancha serán indicativos de nuestro éxito en la vida. @VictorLapuente

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