Rusia y China, cada vez más desconectados
Ambos países han emprendido un camino ligado al destino de dos hombres, Vladímir Putin y Xi Jinping. Dos líderes opacos que con una mano modulan el nacionalismo y con la otra, la censura
Por razones muy distintas, Rusia y China están apartándose cada vez más del mundo. Es un aislamiento que tiene que ver con lo político, lo energético y lo económico, pero también con lo sentimental. Y por eso perdemos todos.
En menos de tres meses, el tiempo que dura la invasión rusa de Ucrania, Moscú ha pasado de ser un interlocutor de Occidente, al margen de las diferencias, a volar los puentes con el exterior. Putin ha metido a su país en un agu...
Por razones muy distintas, Rusia y China están apartándose cada vez más del mundo. Es un aislamiento que tiene que ver con lo político, lo energético y lo económico, pero también con lo sentimental. Y por eso perdemos todos.
En menos de tres meses, el tiempo que dura la invasión rusa de Ucrania, Moscú ha pasado de ser un interlocutor de Occidente, al margen de las diferencias, a volar los puentes con el exterior. Putin ha metido a su país en un agujero de vergüenza y horror. Los rusos no pueden renegar en público de las bombas que el Kremlin lanza en su nombre porque hacerlo cuesta hasta 15 años de cárcel. Tampoco tienen la opción de pagar con tarjetas que no hayan emitido los bancos rusos. En los últimos 90 días se han marchado de allí marcas extranjeras de ropa, de coches, de muebles… Se ha ido hasta la comida basura que enganchaba más que cualquier política. Rusia está siendo sancionada, boicoteada y cancelada en el exterior. Sus habitantes lo padecen y Putin se aprovecha, hablando de rusofobia para encender el patriotismo.
El retraimiento de China viene por otro lado. La pandemia ha provocado que lleven dos años y medio prácticamente cerrados. Desde el principio, Pekín apostó por una política de covid cero: erradicar el virus en vez de acostumbrarse a vivir con él. Si miramos las cifras de muertes con respecto a Occidente, les ha salido bien. Ese era el argumento del Partido Comunista para venderse como un Gobierno estricto pero eficaz. Hasta que en marzo empezaron a dispararse los contagios y para muchos fue volver a la casilla de salida. Los 26 millones de habitantes de Shanghái llevan siete semanas confinados; la gente, desesperada buscándose la vida para comprar comida y medicinas. El puerto está medio parado y los retrasos se notan en todo el mundo. La pregunta es cuánto tiempo van a mantener las restricciones porque la economía se está resintiendo. Tampoco lo tienen fácil: es un país inmenso con zonas sin hospitales que soporten contagios masivos. Además, muchos mayores siguen sin vacunarse porque, por miedo a los fraudes, no se fían. Toda esta situación ha vuelto muy complicado entrar y salir del país. Y por eso cada vez más extranjeros que lo adoran están decidiendo marcharse.
El caso es que dos potencias regionales, una de ellas la segunda economía del mundo, están cada vez más ensimismadas. Aunque esto empezó mucho antes de la pandemia y de la guerra: Rusia y China llevan tiempo escenificando que ellos tienen su modelo y que no buscan la aprobación de Estados Unidos ni de Europa. Tampoco necesitan a occidentales que sepan descifrarlos. Ambos países han emprendido un camino ligado al destino de dos hombres, Vladímir Putin y Xi Jinping. Dos líderes opacos que con una mano modulan el nacionalismo y con la otra, la censura. @anafuentesf