El discreto encanto del putinismo

Una manera para saber cuándo nos encontramos ante un fascismo de verdad es que gente como Varoufakis, Chomsky e Iglesias recomendarán pactar con él

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, durante una reunión por videoconferencia en Moscú.MIKHAIL KLIMENTYEV (AFP)

Una manera para saber cuándo nos encontramos ante un fascismo de verdad es que gente como Yanis Varoufakis, Noam Chomsky y Pablo Iglesias recomendarán pactar con él. Es lo que han hecho en un manifiesto titulado “Ucrania: ¡paz ya!”, en el que consiguen no nombrar a Putin, el hombre que ha empezado la guerra. En la nómina de firmantes figura Fed...

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Una manera para saber cuándo nos encontramos ante un fascismo de verdad es que gente como Yanis Varoufakis, Noam Chomsky y Pablo Iglesias recomendarán pactar con él. Es lo que han hecho en un manifiesto titulado “Ucrania: ¡paz ya!”, en el que consiguen no nombrar a Putin, el hombre que ha empezado la guerra. En la nómina de firmantes figura Federico Mayor Zaragoza, que recientemente decía que la neutralidad de Ucrania era el origen de “todo este jaleo” y empleaba el recurso de “ahora se habla mucho de X, pero nos olvidamos de lo que sucede en Y”, uno de los trucos más viejos del manual de la inmoralidad. Chomsky recomendaba realismo: es un defensor de los débiles, siempre que los débiles se opongan a algo que pueda asociarse con Occidente. Lo más grotesco es que entre los firmantes estuviera la ministra Ione Belarra.

Un defecto de los críticos profesionales de Occidente es su visión provinciana. Pecan de orientalismo. Parece que Occidente es el único que tiene agencia, los demás reaccionan y las víctimas de los enemigos de Occidente apenas existen o se lo han buscado.

El ensayista Pratap Bhanu Mehta ha escrito que Putin puede perder, pero el putinismo crece, y alerta de que algunos de sus principios son compartidos por líderes de otros países. El primero es el antioccidentalismo, donde Occidente es un sustituto de “liberalismo”: es una confusión, porque Occidente ha sido liberal de manera intermitente. “Los argumentos más sólidos a favor del liberalismo no tienen su origen en la experiencia cultural occidental, sino en las exigencias de la libertad y la dignidad humanas. Identificar Occidente y liberalismo permite a los antiliberales ponerse el disfraz del anticolonialismo y el antioccidentalismo”, señala Mehta. Además, comparten una actitud similar hacia la historia. Pretender deshacer el pasado; la fantasía histórica justifica el control y la purificación.

Estos movimientos se sienten cómodos ante la violencia. “El putinismo está ascendiendo como ideología, alineándose ahora con el supremacismo blanco, el chovinismo francés, la derecha israelí, los sueños otomanos, la agresión china o la agresión hindú”, escribe. (Nuestros putinistas, el independentismo y Vox, apelan a los valores, mientras intentan privar a otros ciudadanos de sus derechos). Cuando hablan de derrotar a Occidente, lo que pretenden es derribar al liberalismo. A veces también es eso lo que buscan cuando hablan de defender sus valores. @gascondaniel

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