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Claudia Sheinbaum
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué esperar de Sheinbaum

Será una presidenta más conciliadora, con mayor capacidad de interlocución con el empresariado, y mucho más técnicamente capaz. Tiene una agenda de política pública que va más allá de concentrar el poder

La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, durante una conferencia de prensa en la Ciudad de México.
La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, durante una conferencia de prensa en la Ciudad de México.Prensa CS (EFE)
Viri Ríos

Sheinbaum no solo será la primera presidenta de México, sino también su más poderosa. Con supermayorías construidas en ambas cámaras y con un partido que gobierna la mayoría de las entidades federativas, nunca un presidente había tenido mayor poder que ella en la historia de la democracia mexicana.

Aun así, muchos le escatiman poder. Argumentan que López Obrador gobernará en vez de ella y que su hijo, López Beltrán será “la correa de transmisión” para recibir instrucciones. Algunos piensan que secretamente López Obrador desea verla fracasar para así pasar a la historia como el mejor presidente de México.

Esta interpretación me parece profundamente equivocada, pues erra en comprender la fuente y estilo de liderazgo de Sheinbaum.

Asumir que Sheinbaum tiene una agenda distinta a la de López Obrador es tan absurdo como fantasioso. Obrador y Sheinbaum son parte del mismo movimiento político, comparten ideales y objetivos. Más aun, Morena es el movimiento político más exitoso en la historia de la democracia mexicana. No habría motivo alguno por el que Sheinbaum tendría que llegar a implementar cambios radicales.

Las diferencias que se observarán entre Sheinbaum y Obrador serán de forma, no de fondo. En el fondo los ideales del movimiento no cambiarán. El Obradorismo es y continuará siendo un movimiento que exalta la austeridad, la honestidad y el contacto con la gente, y que tiene interés en desarrollar el mercado doméstico mediante mejoras en las condiciones de los trabajadores y redistribución de programas sociales en efectivo.

En la forma, sin embargo habrá un cambio profundo. Sheinbaum será una presidenta más conciliadora, con mayor capacidad de interlocución con el empresariado, y mucho más técnicamente capaz.

Quizá más importante, Sheinbaum tiene una agenda de política pública que va más allá de concentrar el poder. Desea poner a las mujeres al centro de la recepción de programas sociales y usar tecnología como parte de las estrategias de ahorro del gobierno. Además, la presidenta está interesada en la ciencia y la transición energética, y en tener un mejor control sobre las acciones de los gobernadores.

A diferencia de Obrador, a quien le fascinaba ganar elecciones, pero le parecía bastante tedioso gobernar, Sheinbaum es una lideresa legítimamente interesada en el entramado operativo del Estado y en mejorar su efectividad. El objetivo de Sheinbaum es gobernar bien. La política protagónica, individualista o egocéntrica le parece una pérdida de tiempo.

La política mexicana, hasta ahora había sido entendida con ojos masculinos. Una contienda entre dos machos alfas donde el ganador ruge y orina el territorio para marcarlo como propio.

Esta concepción de liderazgo impide entender que una presidenta entrante puede tener tanto o más peso que el anterior sin destrozarlo y más bien parándose en sus hombros. Sheinbaum es una mujer fuerte, inteligente y que evidentemente ha tenido un liderazgo exitoso, sin orinar en nada.

Por supuesto que, la principal herramienta de cohesión de Morena será la figura de López Obrador. Es precisamente por ello que Obrador desea que Sheinbaum sea exitosa. El triunfo de la presidenta es parte del legado el presidente.

Más aun, para el buen observador es evidente que Obrador tiene una larga historia de liderar Morena con mayor permisividad de lo que se le da crédito. Por ejemplo, como presidente rara vez se impuso de manera tajante a los gobernadores, de hecho en muchos casos hizo falta que lo hiciera. Además, como líder de Morena, si bien moderó decisiones importantes, en muchas ocasiones no impuso su voluntad y permitió altercados internos. Obrador deja ir con más frecuencia de lo que se le da crédito.

El principal problema de Sheinbaum no es que el hijo de López Beltrán vaya a tratar de controlarla, sino que Beltrán, en su afán por crear una plataforma propia para ser candidato a la presidencia, incurra en actos que comprometan la honorabilidad del partido y de Sheinbaum misma. En mi opinión, Beltrán está ahí por motivos completamente individualistas. No descarto que su ambición sea superior a la del padre.

Considero que el principal lastre de Sheinbaum no será Obrador o su hijo, sino las expectativas. El 70% de los mexicanos espera que su sexenio sea tan bueno o mejor que el de López Obrador. Y la mayoría estima que en dos años se deben ver mejoras en la seguridad y la economía. Sobre el cuello de Sheinbaum, además, pende una revocación de mandato que, si se combina con falta de resultados, puede dar pie a una movilización en su contra.

Obrador dio resultados en áreas en las que Sheinbaum tiene menor margen. A diferencia de Obrador que pudo echar manos de ahorros y fideicomisos para aumentar el gasto público, Sheinbaum llega con finanzas públicas más justas. Además, duplicar el salario mínimo y las transferencias en programas sociales, como hizo López Obrador muy probablemente sea inviable.

Estimo que Sheinbaum será mejor presidenta que López Obrador, pero lamento que en un país tan misógino como México no vaya a dársele el crédito. Temo que cuando cometa errores, como inevitablemente lo hará, sea juzgada con más dureza de lo que sería juzgado un hombre.



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