Mujeres en el sexenio actual
López Obrador pasará a la historia por impulsar a una mujer a la Presidencia, pero también por el sentir de diversos colectivos feministas ni neoconservadores ni fifís en contra de su Gobierno
En un mundo donde el “ya basta” de las mujeres busca la paridad de género en diversos puestos, el presidente en turno cumplió. La elección de Claudia Sheinbaum para competir por la Presidencia en lugar de sus contendientes masculinos es ejemplo contundente. López Obrador, entre otros datos y realidades, también pasará a la historia por ser el primer mandatario en impulsar a una mujer para competir por la Presidencia. Si bien Andrés Manuel López Obrador y sus allegados buscaron construir un gabinete donde hombres y mujeres tuvieran números similares en puestos representativos, lamentablemente, al unísono, el sexo femenino fue agredido.
La realidad es cruda: colectivos femeninos menospreciados, retiro del apoyo a guarderías, feminicidios, asesinato de madres buscadoras de familiares desaparecidas y desaparecidos, renuncias de mujeres en desacuerdo con la Escuela Otros Datos y… etcétera. Realidades veraces ―mujeres en el Gobierno―, versus otras realidades también veraces: el sentir de diversos colectivos feministas ni neoconservadores ni fifís en contra del Gobierno en turno. Las historias son múltiples.
Año tras año diversas agrupaciones feministas han acudido a las afueras del Palacio Nacional para reclamar al Gobierno sus tropelías en contra de las mujeres. Hartos de las pintas con los nombres de mujeres asesinadas o desaparecidas, de las flores y veladoras, en 2021 el Gobierno levantó vallas metálicas de tres metros de altura para blindar paredes y desestimar los reclamos en busca de justicia. La muralla, ¿burla, ironía, sordera, estupidez? se denominó “muro de paz”. La paz, para los deudos y para quienes buscan justicia nunca llegará incluso si se encuentran los restos de sus seres queridos. El “muro de paz” gubernamental fue transformado en un memorial en honor de las víctimas de feminicidio.
Si bien nombrar a las mujeres y compartir sus historias no mengua la tragedia, sí invita a la comunidad, independientemente de sus filias políticas, a tomar conciencia del horror y a exigirle al Gobierno que la justicia deje de ser sueño onírico. La denominada Cuarta Transformación tuvo conductas no éticas con las mujeres ajenas a puestos gubernamentales. Nayeli, Ariadna, Debanhi, Julissa son mucho más que meros nombres de mujeres asesinadas: su muerte es la muerte de sus seres queridos. No son pocas las víctimas cuyos cuerpos no son encontrados. Como he escrito en otras ocasiones, ser familiar de seres desaparecidos es la antesala del horror, espacio imposible de comprender para quienes no formamos parte de él.
No fue el azar lo que determinó, a partir de 2020, las renuncias de María Candelaria Ochoa, titular de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, de María Gómez Pérez, titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y de Mónica Maccise, presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. A las renuncias previas, en los años siguientes se han sumado nuevas dimisiones. Tampoco es serendipia el encono de López Obrador contra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quien llama “la señora presidenta de la Corte”, tono mordaz e irónico, habida cuenta de su enojo por los desacuerdos entre ambos y por la integridad de Piña. Es de sobra conocido que la jueza era la candidata más incómoda para presidir la Corte.
La inclusión de mujeres en el Gobierno morenista es loable. El revés de la moneda es execrable. En el sexenio de López Obrador, México ocupa el segundo lugar en feminicidios en Latinoamérica. Cada año son asesinadas 3.000 mujeres.
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