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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

CDMX: Operación cicatriz o muro de Berlín

La capital elegirá jefe de gobierno el año entrante en una cita electoral donde ya se verá si quien gana tiene ganas de solo gobernar para la mitad del electorado o de recuperar para todas, todos y todes la plaza pública

Una persona vota dentro de Museo Arqueológico de Xochimilco en Barrio La Planta el 6 de junio de 2021 en la Ciudad de México.
Una persona vota dentro de Museo Arqueológico de Xochimilco en Barrio La Planta el 6 de junio de 2021 en la Ciudad de México.Aurea Del Rosario
Salvador Camarena

El 7 de junio de hace dos años la Ciudad de México despertó a su realidad como metrópoli partida en dos por el dinero. La jornada electoral del día previo se zanjó con el voto de revancha de las clases medias y altas en contra de Morena, que perdió buena parte de su bastión. Ese mapa irá a las urnas de nuevo el año entrante con la duda sobre cuál de la dos mitades saca más jugo de su feligresía, en un choque polarizador que crispará la identidad chilanga.

No deja de ser paradójico que durante años se haya dado por hecho que Morena tenía todo para repetir en la presidencia de la República mientras, simultáneamente, se incubaba la noción de que en la capital del país, en cambio, el partido oficial no tiene garantizado el triunfo en la cita de 2024 para renovar la jefatura de gobierno. Es como si el haber alcanzado el poder nacional se tuviera que pagar con la cesión del terreno donde comenzó todo.

Sumemos a la paradoja el hecho de que aquella que gobernó la capital, y que encajó la ya mencionada derrota en las intermedias del 2021, y quien además en los dos años siguientes no logró revertir la idea de que la oposición tiene viento a favor para disputar la capital es ésa a quien ahora se ve como la más adelantada en la pugna por quedarse con la candidatura presidencial del lopezobradorismo.

A favor de Claudia Sheinbaum, la exjefa de gobierno que hace 24 meses vio cómo la oposición le arrancaba la mitad de las alcaldías, hay que decir que si la alianza opositora tiene motivos para el optimismo en la disputa por la capital es porque en ésta se viven dos desgastes muy concretos, que rebasan por mucho la labor que en su momento pudo o no pudo llevar a cabo la corcholata más adelantada de Morena.

Los factores de la derrota de 2021 que están hoy vigentes son el agotamiento frente al grupo que llegó al poder capitalino desde 1997, cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó la primera elección para jefe de gobierno, y los costos del abrasivo estilo de López Obrador, que se ha empeñado en enemistarse con, y lastimar a, sectores determinantes en el carácter de los capitalinos: mujeres, artistas, científicos, víctimas, universitarios, clasemedieros…

El triunfo del ingeniero Cárdenas hace un cuarto de siglo abriría a la izquierda las puertas de los despachos importantes. A partir de entonces, incluso con errores o regresiones como lo fue el periodo de 2012-2018, la capital pasó de ser un terreno sojuzgado por la Federación a espacio contestatario y de vanguardia democrática… hasta 2018.

La llegada de AMLO a Palacio produjo en la capital un fenómeno novedoso. La jefatura de gobierno, desde donde la izquierda siempre cuestionó al poder presidencial, pasó en términos prácticos a ser parte del gabinete ampliado del tabasqueño. Se puso pausa a la autonomía y se apostó a una gestión eficiente, más que a tener voz propia: se fundió con ese todo que es el movimiento, cosa que no rima con la identidad chilanga, hecha de rebelión.

Las tensiones afloraron bien pronto. Porque la capital es la sede de mucho más que los poderes de la Unión. Es el eje de la discusión del proyecto nacional. Morena hoy resiente lo que durante lustros le benefició. Las y los chilangos secundaron las demandas opositoras del lopezobradorismo a favor de más democracia y de más igualdad porque estas son intrínsecas a la identidad capitalina. Y no son renunciables llegue quien llegue a Palacio.

De alguna manera hoy se ha reeditado, con esteroides, el choque que se vivió cuando López Obrador fue jefe de gobierno. En aquel tiempo (2000-2005) se le quiso y se le combatió con igual fervor, al punto de que incluso algunos férreos adversarios le defendieron ante el deschavetado Vicente Fox. Porque el tenor contestatario de la ciudadanía de la capital, esa cuyo espíritu fue forjado por represiones y tragedias, es irreductible.

Con toda su gravedad y muerte, la caída de la Línea 12 del Metro en mayo de 2021 cristalizaría múltiples reclamos ciudadanos por la falta de servicios de calidad en una ciudad golpeada por la pandemia, sí, pero también por una secuencia de gobiernos ineficientes y porque la administración federal dejó inoperante al aparato gubernamental. Encima, lejos de reconocer esas fallas, las críticas de la sociedad solo recibieron descalificaciones presidenciales.

La respuesta fue morenizar más los servicios y los programas con los que se medio atiende a la población más vulnerable. En eso basan su confianza de que recuperarán la capital, en eso y en la Línea 12, que operará completamente en 2024, en la modernización de la Línea 1, la tercera línea del cablebús, el remozamiento de Chapultepec, e intervenciones urbanas en zonas como Xochimilco, Iztapalapa y otras de sus alcaldías.

En ese modo de atrincheramiento, confiados en la propaganda y en una base alimentada con programas sociales, el oficialismo se apresta a dar la batalla para retener la metrópoli que les ha derrotado en el debate. El siguiente paso es dilucidar con cuál candidata o candidato tienen más posibilidades. Mas he ahí otra paradoja: el fenómeno político más importante en décadas no cuenta, a 11 meses de la elección, con una buena baraja para la CDMX.

A duras penas se puede mencionar a dos aspirantes dignos de ese título. Clara Brugada, alcaldesa de Iztapalapa por mérito propio, y el jefe de la policía Omar García Harfuch.

La primera tiene el handicap de que es fuerte, precisamente, solo en la base que ya está conquistada por Morena pongan a quien pongan. Para el segundo —víctima de un brutal atentado del narco— hacer campaña sería de una complejidad y riesgos notables (riesgos para la ciudadanía, no solo para el policía), y si bien puede conectar con sectores más allá del lopezobradorismo es, precisamente, su perfil nada de izquierda el que no le suma.

Brugada ha de construir un perfil que borre la idea de que es una candidata sectaria, y Omar definir qué quiere para la Ciudad de México además de más seguridad, cosa que no sobra pero no alcanza sobre todo porque la CDMX ya tuvo un policía en la jefatura y solo dolores de cabeza surgieron de esa mala idea.

Por su parte, los dilemas de la oposición no son menores. La salida de Xóchitl Gálvez de la carrera local generó algarabía en el clan panista que recelaba la posibilidad de que alguien ajeno al cartel inmobiliario les compitiera. Pero la hidalguense les deja la tarea de llenar sus zapatos con una candidatura que, igualito que ocurre en Morena aunque en obvio sentido inverso, pueda convocar votantes movidos por algo más que el resentimiento contra AMLO.

Si se confían en que en automático se repetirá el alud de votos que en 2021 dio a la oposición media ciudad y no pocas diputaciones federales y locales, PRI, PAN y PRD obtendrán en las urnas magros resultados. Porque el morenismo no es el único que pagará por el desgaste del ejercicio de gobierno. La alianza opositora le dio a la capital casos harto preocupantes, por ejemplo en Cuauhtémoc, que provocarán rechazo en 2024.

El modelo de gestión que se lleva a cabo en esa alcaldía genera el extravío de una popularidad no solo vana sino riesgosa. La alianza apostó a que perfiles como la alcaldesa Sandra Cuevas le ayudaban a contrarrestar avasallamientos desde la jefatura de gobierno. Tal “estrategia” empoderaría a un personaje con proclividad por prácticas de limpieza social, voluntarismo ramplón, cerrazón y una tendencia a privilegiar los uniformes parapoliciacos sobre la civilidad del diálogo.

La Alianza no tiene candidato presentable. El que más le gusta, el alcalde de Benito Juárez, es el apéndice de un grupúsculo que ahora ha sido por fin exhibido por sus simulaciones en permisos inmobiliarios en la demarcación que han detentado durante dos décadas.

Se puede criticar que la Fiscalía de la Ciudad no proceda con imparcialidad a la hora de enjuiciar al clan panista comandado por Jorge Romero (hay quienes señalan que también se tendrían que investigar permisos, por ejemplo, del morenista Víctor Romo), pero no se puede negar que era una pesquisa necesaria.

Si de cualquier forma el PAN (el PRI es residual en CDMX) se empeña en que Santiago Taboada sea su abanderado, se vivirá una elección, por un lado, con la amenaza de órdenes de aprehensión y por otro lado con el otro discurso sectario: ni la Benito Juárez ni Acción Nacional son representativos de la ciudad. En absoluto. Y estos panistas están muy lejos de dar muestras de entenderlo.

La capital, el segundo padrón electoral del país, elegirá jefe de gobierno el año entrante en una cita electoral donde ya se verá si quien gana tiene ganas de solo gobernar para la mitad del electorado, ahondando la cicatriz tipo muro de Berlín que se nos reveló en 2021, o de recuperar para todas, todos y todes la plaza pública, reivindicando que ser de aquí solo es posible desde el cuestionamiento permanente a la autoridad.

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